¹συνδεδεμένος

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Lucas 22:19-20

Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes;
hagan esto en memoria de mí (...)

Entonces, tomó la copa después de la cena, y dijo:
Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes



Después de revisar aquella casa de punta a punta buscando objetos peligrosos o trampas, coincidió en que estaba totalmente limpia, obviando, claramente la energía propia de aquel ser.

Se dirigió a la terraza, supo que se encontraba allí sin dudas, sentía su pesada e impura presencia casi palpable, y seguramente podría sentirla a kilómetros de distancia, le asqueada en gran medida.

Mientras revisaba la casa, se sumergió pensando que desicion debería tomar a continuación, si estaba bien seguir con todo este desastre, y si se mantenía en este entorno, como debería enfrentarlo. En su cabeza montó una cantidad de diálogos que podrían ocurrir en ese momento, en cómo romper el hielo y sospezó cada ataque verbal y su debida defensa en caso de ser refutado y en las pruebas en las que se basaría.

Pero, cuando llegó a la terraza, lo observó sentado en aquel sillón ajado cómodamente, con un libro de apariencia antigua en su derecha y una copa de lo que supuso, sería vino, leyendo pausadamente y tomando un trago de vez en vez.

Si no tuviese en claro que era un demonio disfrazado, podría hasta creer que era la imagen viva de la paz.

Al verlo de aquella manera, le costó un poco interrumpirle para, según él, zanjar algunos temas que debían tratar lo antes posible.

Pero jamás imaginó que una simple frase de aquella dulce voz, lo fraccionaría por completo, dejándolo en blanco y cambiando todo su discurso desde la raíz.

_Esperaba otra cosa de un ángel. Fue lo primero que pensó y lo que dijo al momento, sin pararse a pensar un segundo, sin filtros de por medio, así era él, <<digno de cualquier ser del infierno>> era su excusa para una lengua viperina sin control.
El atacado, en medio de un blanqueamiento cerebral no tuvo nada que decir, a lo que el demonio le favoreció, solo por si no había entendido, se animó a sí mismo.
_Ya sabes, una larga toga blanca, mínimo de seda, con bordados en oro o algo así, una cara limpia y un cuerpo aseado. Suspiró emitiendo una sensación de decepción. Frunció sus hombros llenando nuevamente la copa cristalina _¿Quieres? Balanceó el recipiente con su contenido, elevándolo para que el indicado lo tomara. _¿No? Vamos, la ²sangre de Cristo gratis. Sonrió con sorna, picando nuevamente un punto débil en el contrario.

Este no se inmutó, simple y limpiamente le miró de forma reprobatoria, sabiendo que sería suficiente con tal acción. Se giró sobre su lugar, observando el paisaje, pensando en lo que el otro había dicho antes de perder el hilo. Un cuerpo aseado, sí, justamente eso necesitaba.

Caminó en dirección opuesta a la casa. Ephele lo observó extrañado, jamás se entenderían, de eso estaba seguro, tuvo la intención de seguirlo, pero se retuvo al momento en que bajó el último escalón de madera al notar que el Ángel  se había percatado de sus movimientos. El alado lo clavó los ojos cuestionando con sólo ese acto toda la existencia del demonio, este sintió escalofríos en toda su columna.

Decidió, que, como siempre, lo mejor era ocultar sus temores con burlas, ese era su fuerte en bloques de piedra y nadie podría derribarlo.
_¿Sabes? Desde que entraste en la casa, me asaltó una duda. El ángel levantó una ceja, invitándolo a seguir su discurso pacientemente.  gracias a esa virtud, Ephele sintió como se avecinaba algo que no sabía explicar, era un sexto sentido que le obligaba a retroceder por supervivencia y, al instante cambió su postura.

Séptima EraWhere stories live. Discover now