"Haaa...fuuu."
En el interior de un enorme salón de entrenamiento de estilo oriental, en el cual habían varios pilares gruesos de madera con el más pequeño midiendo unos cuantos metros de alto y el más alto decenas de metros, encima del pilar más alto de todos, se encontraba un chico bien parecido de cabello plateado sentado con las piernas cruzadas y los ojos cerrados.
El aire en este salón se sentía mucho más limpio que en el exterior, y una densa corriente de energía parecía recorrer todo el lugar, haciendo que cualquier pugilista que entrase en esta habitación se sintiese revitalizado al instante.
Sin embargo, si alguien que no hubiese fortalecido su cuerpo con métodos pugilistas intentase entrar en esta habitación, su cuerpo simplemente no aguantaría este tipo de energía y acabaría con los músculos rotos y los huesos quebrados en el mejor de los casos.
Este tipo de energía se llamaba Qi, básicamente era como el mana de los magos, pero para pugilistas, y era la responsable de la increíble capacidad física de estos, siendo crucial para templar sus cuerpos al igual que servía como combustible para poder usar habilidades marciales.
A pesar de que en la historia del fundador de los pugilistas no se mencionó el Qi, muchos creen que era debido a que él sentía el Qi como si fuese parte de su cuerpo, ocasionando que no sintiese diferencia alguna, aunque tampoco era comprobable.
"...Ha!"
Repentinamente, el chico abrió los ojos con un grito, perturbando todo el Qi circundante, este efecto solo era causado por pugilistas de cierto nivel, cuando uno finalmente había logrado tocar el "límite" de la humanidad pero sin romperlo.
Servía tanto como intimidación al igual que para dejar saber a otros que la persona es un pugilista formidable, aunque claro, esa presión se podía activar o desactivar a voluntad.
"Cielos...sí que me tomó mucho avanzar..."
Dijo el chico mientras bajaba del pilar que medía decenas de metros de un salto y aterrizaba con gracia en el suelo.
Finalmente había logrado tocar el "límite", lo cual era un paso importante para todos los pugilistas, a partir de ahora, podía llevar el título de heredero del Clan Mahar con orgullo, y otra cosa importante, había ganado más confianza en cuanto a sus oportunidades de pasar el examen de admisión para la Academia Eitsirc.
"Bueno, ya es hora de una ducha antes de seguir entrenando."
Dirigiéndose a la parte trasera del salón, llegó hasta una gran puerta de madera y la abrió, la vista que lo recibió era la de unas pequeñas aguas termales que parecían estar más calientes de lo normal.
Quitándose la ropa de entrenamiento estilo oriental que llevaba, dejó al descubierto un cuerpo con músculos increíblemente definidos que se combinaban muy bien con su contextura delgada.
"Haa~"
Sentándose en las aguas termales, no pudo evitar soltar un suspiro debido a lo agradable que se sentía estar ahí.
Solo había estado dentro por un corto tiempo y aún así ya estaba sintiendo como toda su fatiga se desvanecía, y al mismo tiempo en que se relajaba, le pasó por la cabeza como estarían sus amigos.
"Sarah...seguramente está entrenando duro para el examen, siempre ha sido del tipo que es muy diligente a pesar de actuar como si no lo fuese." Dijo mientras recordaba a su glotona amiga maga, "Aunque...quién más me preocupa es Jay...casi nunca hace algo sin un motivo oculto...haa, solo espero que no esté haciendo nada malo."
Fue lo último que pensó con una sonrisa amarga en su rostro antes de dejarse arrastrar por el sueño.
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Parasyte
Science FictionEn un mundo donde existen Espers con poderes que rompen las leyes de la física, Magos capaces de invocar seres multidimensionales y Pugilistas con fuerza suficiente para romper montañas, en un mundo así, nuestro protagonista tiene...¡¿parásitos...