Shinso tiene sinestesia, algo que ha podido saber manejar hasta sus 23 años. Pero, la única cosa que lo puede llegar a diferenciar un poco, es que puede ver el aura de las personas.
Y a pesar de haber visto cientos de colores, aún no ha encontrado...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Shinso llegó a su trabajo, fue atrás de la caja registradora y se puso su mandil, para así no ensuciar su camisa gris.
Empezó a buscar unos guantes para limpiar tierra de algunas plantas, ponerles una nueva y se vieran bien. Al encontrarla, sintió un ligero golpe en su hombro, se volteó para encontrarse con su compañero y amigo.
"Buenas nuevas, Shin" Midoriya lo miró sonriente y le dio palmadas en su espalda. "Tienes cara de que estás cansado"
"Buenos días, Midoriya. Y sí, no pude dormir bien"
Midoriya arqueó una ceja y sonrió de medio lado mientras se ponía en la caja registradora para cobrarle a un cliente. "¿Alguien rondaba por tu cabeza somnolienta?" Tecleó unos botones, le dijo al cliente el precio y este empezó a buscar el dinero.
Shinso negó rápido y soltó una risa nerviosa.
"Claro que no" Se fue rápido de ahí, escuchando una risa de parte de Midoriya y fue directo a donde tenía previsto.
Quizás el trabajo no era tan cansado. Tenía que cuidar bien de las plantas, ponerlas en lugares correctos, cerciorarse de que estuvieran en buen estado. Por ejemplo, que algunas no les diera el sol, otras les diera sombra y a veces ponerlas en intermedio.
Todas las plantas y flores tenían su propio cuidado, algunas siendo similares. Aún así, a Shinso se le podía olvidar cuales llevaban. Porque aparte de revisarlas siempre, tenía que ponerles vitaminas y regarlas cierto tiempo.
Shinso se sentía relajado rodeado de la naturaleza, podían sólo ser eso, pero aparte de mostrar las flores y plantas de sombra adentro del local, afuera tenía un umbral que daba a un patio y había de todo tipo de especies. En el techo tenían una red transparente, para que así el sol llegara y pudiera transmitirse en ellas. Lo único malo de eso, es que en épocas de lluvia se hacía lodo y algunas terminaban caídas de su lugar.
Una buena razón por la que aceptó trabajar ahí, fue porque su sinestesia se quedaba tranquila. No había dolores de cabeza y exceso de colores, era como si no lo tuviera y por un momento se sentía normal.
¿Normal? No, esa no era la palabra. Él se sentía bien y a pesar de que en sus años escolares le dijeran lo contrario, nunca más se volvería a creer esas palabras dolorosas. Él no era nada de eso ni lo sería. Él sabe su valor como persona, lo reconoce.
Así que si alguna vez escucha decir a alguien decir como insulto "raro", está dispuesto a callarle la boca. Porque esa palabra nunca tuvo que ser tomado como un insulto para los que no siguen los estereotipos, los que no van de acuerdo a su apagada mente. Lamentablemente, cada vez que lo usaban, siempre se referían al niño o niña que era creativo y auténtico.
Pocos eran los que eran fieles así mismos y continuaban con su camino.