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Con mi nueva novia, estábamos yendo hacia una panadería a comprar cosas ricas para la tarde, ella es amante del meronpan, así que esa bola de masa era la prioridad.

No puedo creer, que ya seamos novias, hace dos meses hubiera negado rotundamente que algo así pudiese suceder, veía esta relación como algo tan alejado a la realidad. En mi imaginación siempre rondó la esperanza, la ensoñación respecto a Dahyun nunca decayó, y valió la pena.

Desde lo más profundo de mí, siento pena, por toda la gente que no puede estar con la persona que ama en realidad, no sé desde cuándo, ni porqué, a alguien le pareció una buena idea, interponer sus deseos por sobre la vida de otro ser humano.

No sé si la idea es imponer poder, o deshumanizar al prójimo, o hasta por su bien común pero es aberrante.

Es una lástima, que evolucionemos para atrás, ya que antes, cualquier tipo de amor no estaba mal visto, en un mundo donde la libertad debería abundar, es el principal derecho por el que más se lucha.

En fin, basta de filosofía.

Con Dahyun, caminábamos lo más cerca posible la una de la otra, casi al punto de tocarnos, teníamos que privarnos, dejar de lado lo que en la intimidad podíamos hacer.

—No veo la hora de comer esa majestuosidad.

—¿A mí? Qué tierna, nunca me habías dicho que era majestuosa.

—No, Sana, no te quiero comer a ti, al meronpan.

Bueno, casi.

—Repasemos, — saqué la listita que había hecho, para comprar todo lo que Hiriko había encargado. —leche, pan, huevos...

Dios, que extensa.

—Sana, para.

Hasta Dahyun se estaba aburriendo, le encanta hacer las compras.

—Bueno, me callo.

Quise seguir caminando, ya estábamos cerca.

—¡No Sana! ¡Para, por favor!

Me alarmé, qué le está sucediendo.

—Ey, ¿¿Qué pasa??, ¿Te sientes mal?

Automáticamente apoyé mi mano en su cara, rezando que solo sea fiebre y no algo peor.

—N-no...

Me estaba desesperando, por lo que la agarré de los hombros y la empecé a sacudir.

—Dahyun, me estás preocupando, dime que pasa.

Se quedó en blanco, mirando detrás de mí, me agarró de las manos y empezó a hacer fuerza, tirándome hacia atrás.
Pero no me iba a mover, no hasta que me diga que estaba pasando, así que me quedé plantada en mi sitio, forcejeando para que no se vaya.

—¡Dahyun, basta!

¡¿Por qué no me contesta?!

—Resultaste ser toda una puta.

No.

No puede ser.

Esa no es una voz que se te olvida tan fácilmente.

Sentí escalofríos, que no sea en quién estoy pensando...

Me volteé, lo vi, si era.

Puse a Dahyun detrás de mí, haciendo de escudo, su agarre se incrementó en mi mano, haciéndome doler.

No le voy a permitir tocarla.

Intentó acercarse más, pero se lo negué.

—¡Quieto!

Culpable de amarte || SaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora