Luisita y Amelia caminaban, con paso tranquilo, hacia casa después de una noche bastante extraña, aunque si Amelia tenía que ser honesta, todos los eventos con los Gómez eran así, peculiares.
Había algo en la rutina de reunión de la familia que a Amelia le fascinaba y que, en la mayoría de las ocasiones empezaba rodeando una mesa repleta de manjares cocinados por su queridísimo suegro. Siempre se intentaba hablar por encima del caos que reinaba en aquel salón, que aún tenía pinceladas de otro tiempo, y le encantaba ver cómo, a pesar de las discusiones o los desencuentros, los Gómez siempre parecían entenderse a la perfección, aun cuando no tuvieran un punto de vista común en alguna cuestión, pero aquella noche el ambiente comenzó enrarecido por un tema que les afectaba a todos.
María se iba. No importaba dónde, la cuestión es que se iba y a los Gómez, que alguno de sus hijos se cambiase de barrio, aunque fuera en la misma ciudad, ya les parecía un despropósito, mucho más si hablábamos de otro país, como era aquel caso. Ese código de "juntos para todo" que los Gómez tenían a Amelia le daba, a partes iguales, ternura y agobio, pero los quería tal cual eran.
Marce convenció a Manolita y a Manolín para que participaran en una pantomima en la que le hicieran cambiar de opinión a María, pero aquello no les salió muy bien y el hecho de que invitaran a Ignacio al show, fue la guinda del pastel que fue toda la cena.
María había dejado a Nacho días antes y apenas se había comentado nada al respecto, pero Amelia pasó muchas horas escuchando a su amigo llorar por haberla perdido.
- ¿Qué he hecho mal, Amelia? – preguntaba aquel hombre destrozado.
- No has hecho nada mal, Nacho. Ni ella tampoco. – le contestaba la morena mientras le abrazaba por los hombros, intentando consolarlo.
- ¡Pero yo la quiero! – sollozaba intentando secarse las lágrimas con la palma de la mano.
- Lo sé y estoy segura de que ella te quiere a ti, cariño, pero ahora está atravesando un mal momento y necesita hacer esto, por mucho que te duela.
- Ya lo sé. La entiendo, de verdad que sí, y la respeto, pero es que me duele no ser suficiente. No haber sabido hacerla feliz. – explicaba Nacho.
- El problema es que toda la vida nos dicen que debemos hacer feliz a la gente que nos rodea: a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros compañeros de trabajo, a nuestros amigos, a nuestra pareja... - Amelia agarraba con dulzura la mano de su amigo. - Cuando la felicidad no es responsabilidad de nadie más que de uno mismo, Nacho. María tiene que buscar ahora su propia felicidad y tú la tuya ¿Quién sabe? Quizás en un tiempo, cuando decida volver, os reencontráis con otra visión de la vida y tenéis otra oportunidad. – y le sonrió buscando su mirada.
- ¿Y si le pido que se case conmigo? – dijo de repente, conectando la mirada con su amiga, como si hubiese tenido la mejor idea del mundo.
- ¿Qué dices, Nacho? – preguntó la morena confusa.
- Que le voy a pedir que se case conmigo. Quizás así se dé cuenta de que la quiero y de que no debe irse para ser feliz. – le explicaba como si aquello fuera lo más lógico.
- Pero...a ver... cariño, ¿no decías que respetabas su decisión?
- Lo hago, pero quizás pueda hacer que cambie de idea. – decía con ilusión.
- No creo que sea buena ide...
- Le voy a hacer una pedida de mano espectacular, ya lo verás. – la interrumpió el abogado. – Algo bonito e impactante.
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#LuimeliaDos
Fiksi PenggemarTras una dolorosa ruptura, Luisita y Amelia deciden que, aunque su relación no sea perfecta, es justo dónde quieren estar. Seis capítulos. Seis autoras. Seis fans. Un nuevo punto de vista de esta imparable historia de amor. 6 semanas para reescrib...