Que ya no se escuchen voces felices

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No sé si puedas comprender que es ser un quirckless. Estuve dos años y medio en la maldita calle, en todo ese tiempo nadie me habló para preguntar si estaba bien o si quería algo de comer solo pasaban por un lado rodeando mi cuerpo, ni siquiera hubo un héroe interesado en mi y siempre los miraba yo firmando autógrafos y saludando a la gente. Los que nacieron sin un don tienen destinos peores que la muerte. 

Anduve por todas las calles de la ciudad incluso pude volver dónde ocurrió la explosión y ya estaba construido de vuelta el edificio departamental. No me anime a ver si ella estaba ahí esperándome con unos gyoza recién hechos, como extraño su sazón. ¿Alguna vez has estado tan desesperado por comer que te comes una rata muerta? Yo probé una, no tenía opción, luego tuve vómitos y diarrea era horrible esa sensación quería morirme. Recuerdo su crudo sabor a muerte era difícil de masticar y a veces mis dientes hacían crujir los huesos que estaban escondidos entre la carne podrida. Una vez leí que el palpitar del corazón de un ratón se escucha como un zumbido ¿interesante, no?

Hubo otra ocasión en la que luche contra un viejo vagabundo por un Whopper, él hombre era como yo no tenía un don. Al final gane de nuevo pero me ocurrió lo mismo que con ese lunático que mato a mi progenitora. Cuando desperté todo el callejón estaba lleno de sangre y partes del cuerpo del vagabundo y en mi camisa estaba embarrado el ojo del hombre, la escena era tan horrible que no pude evitar vomitar; por suerte la hamburguesa estaba limpia y pude comerla más tarde cuando el asco se había ido pero desafortunadamente la mayonesa se había echado a perder con el calor.

Los inviernos eran duros, no tenía con que cubrirme más que con periódicos y cajas, el frío era tan crudo que ya no sentía nada y mis manos y pies se volvían de color azul por el frío. El calor era insoportable, tenía que beber agua de los canales que algunos estaban sucios. Mi ropa se volvió de color marrón. Prácticamente estaba en los huesos y me hacía cada vez más débil, pude conocer mi apariencia al mirarme en un espejo roto en la basura no podía creer que ese era yo no me parecía a nada de lo que era antes mi cabello era muy largo y sucio.

Ahora viene la parte emotiva. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, era vísperas de navidad. Fui a refugiarme a un callejón y encontré una caja donde meterme y pasar la noche fría . No deje de temblar y escuche unos pasos pasar y detenerse justo donde yo estaba. Esa persona me cargo y me llevo a un lugar más acogedor, me dejo sobre un sofá y me cubrió con una manta. Pude dormir tranquilo al fin después de tanto tiempo.

Al abrir mis ojos lo primero que vi fue la barra de un bar que estaba siendo atendida por un hombre muy alto y no se le veía la cara pues estaba cubierta por una niebla purpura y sus ojos brillaban de color amarillo. Para un niño de seis años la apariencia de ese sujeto no le daba seguridad, el hombre se me acerco con un tazón lleno de cacahuates y me lo dejo a un lado y volvió a su lugar a esperar a que yo comiera del tazón, lo hice pero nunca deje de mirarlo y el nunca me quito el ojo de encima mientras lavaba esos vasos. Estuvimos así durante un buen rato hasta que él decidió hablar.

—Tú eres Izuku ¿Verdad? —me preguntó de forma educada pero aún así su voz no me convencía, solo moví la cabeza afirmando quien soy —La vida te ha tratado muy mal, te quito a tu madre, tu futuro, tu hogar y a tus amigos —volví a llorar recordando a mi madre en serio que la extraño muchísimo. Fue a consolarme o esa era su idea cuando me dio un pañuelo —Ya no tendrás que llorar más, tu pasado te hará más fuerte no lo olvides. Llena tu corazón de odio y has de hacer pagar a quienes te hicieron daño. Todos aquellos que te excluyeron por se nada no deben quedar sin castigo.

—Pe-pero yo no quiero castigar a nadie —dije temblando y escondido tras el cojín del sillón.

—¡Que ya no se escuchen voces felices! ¡Que nadie mire al cielo buscando esperanza! ¡Por que malditos sean los que despierten a la bestia! —cada palabra invadió mi mente y sentí una migraña muy intensa. 

—¡Mi cabeza! ¡AH! ¡¿Que me pasa?! —perdí el control sobre mi y pude atestiguar mi poder. Ocho tentáculos oscuros salieron de mi espalda y una masa negra me cubrió por completo, me mire al espejo que estaba justo al frente y observe a un monstruo con apariencia humana pero a la vez sin los rasgos que nos caracterizan como tales. Dentro de mi ser sentí los sentimientos de dolor, angustia, tristeza, ira, globalizando todo lo malo dentro de mi sentía un apetito insaciable de matar, sin embargo el hombre de la niebla purpura tenía una especie de control sobre mi que apagaba esa sed de inmediato. Volví a ser normal cuando la oscuridad dejo de cubrirme.

—Esto es lo que eres Izuku —se sentó a mi lado y señalo con toda su mano al espejo.

—Pero yo no quiero esto —de nuevo comencé a llorar.

—No puedes escapar de tu destino. Yo te ayudare a controlarlo, trabajaras conmigo de ahora en adelante —sus palabras trataron de sonar más amigables pero a ese tipo nunca fue bueno expresando empatía porque él era un villano. 


Libera Me.


Chupate esa perro.

El Asesino de MusutafuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora