Se nos va de las manos.

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Capitulo 34.

Sus labios con los mios. No nos separábamos ni un instante. Cada beso se convertía en algo nuevo en mí, en nosotros. No quería que esto acabara nunca, aquel momento en el que en la mente de cada uno, estaba la otra persona, esa persona con la que ahira mismo estaba entregándose, tanto uno como el otro. Los besos cada vez se daban con más ganas.

Si seguíamos más tiempo así, iba a suceder. Me separé de sus labios y le miré a sus ojos color café.

-Dani no, se nos va de las manos.

-Perdón.

-No pasa nada. Solo entiendeme, no estamos ni saliendo.

-Tranquila, yo pienso lo mismo.

-Por favor, ¿me puedes quitar el pañuelo?

-Uiba, es verdad.

Me lo quitó.

Le sonreí, y después le di un pico pequeño y rápido.

-Que sepas que no ha ganado ninguno.

-Lo sé.

Fui hacia el lugar donde estaba mi abrigo y lo cogí.

-¿Ya te vas?

-Sí. Me toca cuidar de mi hermano. Aparte, hay que estudiar matemáticas.

-¿Y todos los churros y el chocolate?

-Para tu hermano, él es muy gocho. O cómetelos tú.

-Si claro. Qué quieres, ¿que esta tabletita se funda?

-Muy creído te lo tienes tú.

-Pero soy un creído que te vuelvo loca.

-No sé, no sé.

Me acerqué a él y, con una mano, le cogí los dos mofletes a la vez y le besé.

-Adiós cariño.

Me giré y fui hacia la puerta.

-¿Cariño? Me encanta.

Sonreí y salí de aquel chalet de cuatro plantas.

Me dirigí a mi casa. Hoy debía estudiar bastante, ya que con todo lo que me ha estado pasando estos días, he estado dejando los estudios a un lado.

Hacía frío, ¿qué digo frío? Muchísimo frío. Saqué los guantes del bolsillo de mi abrigo plumas y me los puse. Mientras me los ponía, choqué con alguien. Miré hacia delante. Se trataba de un chico moreno de ojos verdes. Nos quedamos mirando el uno al otro.

-Perdón, iba distraída.

-Tranquila.-dijo sonriente-. Hasta otra ocasión, tengo prisa.

Dicho eso se fue y miré hacia atrás. Mi mirada se clavaba en él. Sus ojos, sus ojos verdes fue lo que más me llamó la atención.

Volví a centrarme, y seguí mi camino, hasta que ya llegué a mi destino. Saqué las llaves y abrí la puerta del portal, y poco después, la de mi casa.

Daniel hacía que sintiera cosas muy fuertes. Con él era yo misma.

De nuevo, aquella pregunta: ¿estaba enamorada?

INCOMPRENDIDOS. |Pausada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora