Capítulo 1

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Siempre había sido una niña muy fantasiosa y eso se lo debía a mi adicción por la lectura desde  los doce años. Comencé con cuentos de hadas, proseguí con ficción y aventura, y actualmente me encontraba sumergida en los típicos romances. Ahora no deseaba más que alguien me amara como lo hacían los protagonistas de los libros que leía.

Ya saben, ese típico cliché...

—¡Elizabeth, despierta que llegarás tarde de nuevo! — gritó mi madre un lunes por la mañana interrumpiendo mi fantástico sueños con un adonis.

—¡Déjame, mamá! —  respondí con voz roca, hundiendo el rostro entre las almohadas — Hoy no iré, ni te molestes en despertarme.

—Elizabeth Morrison — dijo molesta, pero sin llegar a gritar. — Más vale que te levantes ahora mismo. Te doy diez minutos.

Salió de mi habitación y consigo cerró la puerta de un tirón que me hizo reaccionar de inmediato.

Si, definitivamente nada más alejado de la realidad.

Bajé corriendo las escaleras y mi madre tomó las llaves de su auto para llevarme directo a la universidad. Fue raro que no me obligara a quedarme en casa a soportar a la tía Susy junto con ella. Tras veinte minutos de viaje al fin habíamos llegado a Valley, una de las mejores universidades en Dakota.

Mi madre me dejó a un costado de la cafetería que es en donde me esperaba Cristina, mi mejor amiga, a quien conocía desde secundaria. Sin embargo, al entrar a la universidad ambas fuimos separadas por la elección de carreras; ella literatura inglesa mientras que yo decidí estudiar diseño gráfico. Ambas nos encontramos en  tercer semestre y para mí suerte, nuestros edificios eran vecinos, así que podíamos comer juntas después de todo.

—Que cara te cargas, Eli. — dijo con una pequeña carcajada.

Suspiré, derrotada

— No me apetecía venir.

—Y, sin más, ¿accediste?

— Pues ya ves — hice una mueca.

—Wow, pero que genio.— revisó la pantalla de su celular — Ya casi son las nueve, date prisa a desayunar o no llegaras a tu clase.

Ordené una malteada de chocolate junto con un cóctel de frutas. Mi amiga optó por un café americano que acompañó con un pan de nata.

Bien, vamos por partes:

El profesor Tomás se encarga de impartir la materia de diseño digital y él tiene esa mala costumbre de formar parejas para trabajar el resto del semestre en su clase. El año pasado me las había arreglado  para faltar en esos días. ¿Por qué? Bueno, no soy una persona muy sociable, el hecho de entablar conversación con otras personas que no sean Cristina, me resulta sumamente difícil.

Siempre había intentado ser la chica que se sentaba al fondo de la clase para no llamar mucho la atención. No he sido de amigos en el aula y no quiero tenerlos. Siempre he pensado que si hay muchas personas en tu vida, más influencia tendrán sobre ti y es por ello que es muchísimo más fácil salir herida.

— Necesito alejarme de la clase del profesor Tomás — dije mirando a Cristina directo a los ojos en espera de una solución rápida, pero su respuesta fue toda una sorpresa para mí.

—Debes entrar.

—¡Jamás! — protesté molesta — Si no quieres quedarte conmigo, esta bien. Buscaré algo que hacer hasta que termine su clase.

—Elizabeth, no pasará nada malo. Solo es un trabajo, no exageres.

—Esa idea no me agrada. Tú sabes bien que no se me da socializar.

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