Me despierta un intenso rayo de sol. Y decido al ver lo brillante que está ya, que es hora de levantarme. Me asomo al ropero y veo algo en lo que ayer no reparé: dos uniformes. Me pongo el que tiene mi nombre en la etiqueta y me observo en el espejo. Se compone de una tunica negra como abrigo, una camisa gris claro y una falda dos tonos más oscura.
Abro la ventana y salgo de la habitación. Recorro el largo pasillo y llego a las escaleras. No son escaleras culquiera, dato que se me olvidó ayer mencionar, son un poco mágicas, digamos. Son capaces de conducirte a cualquier piso, incluso a la planta principal, en menos de ocho minutos (pongamos ocho del primero al décimo sexto). Esto facilita bastante subir y bajar pisos, subiendo o bajando muchos menos escalones de los que se debería. Hace que las ddistancis parezcan más pequeñas de lo que realmente son. Y eso ocurre también con algunos de los pasillos.
Es la primera vez que me encuentro en la entrada principal, en el enorme vestíbulo, frente a las gigantescas y magestuosas puertas plateadas de Elion. Observo a mi alrededor sobrecogida. El silencio y el vacío sigue anidado en él, lo que hace que no pueda evitar preguntarme cómo estará dentro de apenas una semana, cuando estos se sustituyan por el ajetreo de los alumnos volviendo a la escuela. No se por qué, pero tengo el presentimiento de que este será un gran año.
Miro entonces al suelo, de una piedra clara y cristalina, tanto que es capaz de reflejarme de una forma casi nítida. A mí, y a la lámpara dorada del techo, y a la planta verde-agua que hay junto a la estatua de Gea, la diosa de la Tierra, la gran madre a la que se adoraba en los tiempos clásicos. Esta también se refleja, al igual que la pequeña escalera de caracol que baja. Un momento... ¿qué...? Observo cada detalle de lo que me rodea, pero no puedo ver la escalera de verdad. ¿Qué ocurre aquí? A no ser... que el reflejo sea la verdadera. Mirando el suelo avanzo hasta donde supuestamente se encuentra dicha escalera, y planto mi mano sobre ella. Un destello luminoso me ciega, y lo siguiente que puedo observar es que ya no estoy en la entrada principal.
A mi alrededor hay dos esfinges de piedra lunar y un caminito de conchas. Es una sala de lo más extraña. Aún aturdida recorro el caminito y veo ante mi algo que me deja completamente sorprendida, y fascinada: un laberinto de espejos.
Al abrir y cerrar los ojos para comprobar que lo que estoy viendo es realmente real, reparo en que hay una persona observándose en uno de los espejos de la entrada de este. Su larga túnica y su postura tranquila hace que lo reconozca en seguida.
-¡Director!- le llamo.
-Hola, Elisa.- me saluda sin volverse.- perdóname si alguna vez dudé de ti en el poco tiempo que te conozco. He de admitir que estoy asombrado, y pocas cosas me asonbran o sorprenden ya. Hay personas que tardan años en encontrar esta sala, e incluso hay personas que nunca la encuentran por mucho que la buscan. La gran mayoría simplemente cree que es una leyenda, solo eso. Has tardado menos de lo imaginable en encontrarla, te admiro y te felicito por ello, llegarás lejos.
He de admitir que me encantan los cumplidos, pero...
-¿Dónde se supone qué estamos, director?
-Muchos la llaman "La sala de los espejos", vulgarmente. Su verdadero nombre es su significado.
-¿Qué significa eso?
-Significa que sabrás cuál es su nombre cuando no tengas que preguntar qué significa.- responde sonriente Julius, con un juego de palabras.- Para eso debes aprender a fundir tu corazón con los espejos y afrontar firmemente situaciones que te han hecho tener miedo, o estar triste, o incluso estar rabiosa. Debes aprender a ver la vida por su cara positiva. Y estos espejos te ayudarán a ello.- hace una pausa.- ¿Te apetece que comamos algo? Debe ser ya mediodía. - pregunta, acabando monumentalmente con el ambiente solemne que había creado.
-Ahora que lo pienso, estoy hambrienta.
-Bien, dame las manos.- obedezco.- Al lago de los griendals.
El lago de los griendals.
Un haz de luz casi nos deja ciegos. Después de unos minutos, abro miedosamente los ojos. Ante mí, veo un inmenso lago cristalino, de aguas de un azul tan puro que parecen inalcanzables. Nos encontramos sobre una pradera, en la cual se puede observar la llegada prematura del otoño. Nos sentamos sobre ella, y Julius hace aparecer una comida de aspecto un poco desaliñado, pero de rico sabor (o es cosa del hambre, que ha alterado mis papilas guststivas). De repente, una hermosa pero imponente ave se posa frente a nosotros, mirando la comida de la misma forma que yo lo hacía tan solo unos minutos atrás, por lo que deduzco que tiene hambre. El gran pajaro azul con plumas de colores en la cola se acerca sin vacilar, mirandonos con curiosidad. Más bien, mirándome, porque parece acostumbrado a la presencia de Julius. Ahora que está más cerca puedo apreciar la magnitud de su tamaño, debe ser poco más alto que Julius.
Me giro hacia este y le pregunto:
-¿Qué son estas aves?
-Son griendals, aves celestiales. Poseen el poder de sanar cualquier herida de un ser vivo. Eso si consigues que te deje una sola de sus plumas.- añade sonriente.- Son un poco... reservadas.
La observo fijamente.
-Me parecen magníficas.
Julius asiente.
-Y lo son.- tras un instante de silencio cambia de conversación. - He pensado en darte lecciones particulares hasta que empiecen las clases, así tendrás algo que hacer. ¿Te parece?
Asiento, intentado ocultar mi entusiasmo.
-Eso está bien. Hoy quería enseñarte el teletransporte. ¿Te ves con ganas?
-Por supuesto.- afirmo.
-Perfecto. Lo primero que tienes que hacer es cerrar los ojos y concentrarte. Después visualiza el lugar al que quieres ir con detalle y recítalo. Debes tenerlo claro, porque de lo contrario puede haber problemas. Por eso no es recomendable utilizarlo para ir a lugares que en los que no has estado antes, por muchas fotos suyas que hayas visto.
-¿Y si quiero teletransportar algo o alguien conmigo?
-Solo tienes que tocarlo.
-¿Y sin teletransportarme a mí misma, solo a ese algo o alguien?
-Eso es bastante más complicado, tienes que tener un control muy preciso de la magia, porque de lo contrario podrías desintegrar aquello que teletransportas.
-Una última pregunta, ¿qué hay al final del laberinto de espejos?- pregunto, aunque se que no tiene nada que ver con lo que estábamos hablando.
Julius suspira.
-¿Por qué lo preguntas?
-Bueno, una sala extraña, que no mucha gente conoce, debe esconder algo para que la haga especial.
-El mero hecho de creer que algo es especial, lo hace especial.- me responde. No parece muy dado a decirme lo que quiero saber.
-¿Alguna vez alguien ha llegado al final?- intento atacar por otro franco.
-Muy pocas personas. Podría contarlas con los dedos de la mano.
Sonrio para mis adentros, pienso ser algún día uno de esos de dedos.
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PANDORA: Valor.
FantasyElisa kuran no recuerda nada de su pasado, por eso quiere empezar a crear recuerdos en Elion, la escuela para magos más prestigiosa de todo el mundo mágico. Su vida está a punto de cambiar. Una guerra se avecina. Un oscuro secreto. Una verdad aún...