Capítulo V. El Maldecido Inmortal

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02:16 hrs.

09 de septiembre del año 2029, Lima - Perú.

Audio diario personal.

Nuevamente estoy en las calles de esta inmunda ciudad. El submundo urbano de este lugar apesta a drogas baratas, alcohol adulterado y al sudor de la fornicación humana. Los centros nocturnos del distrito de los Olivos son bulliciosos y estrafalarios. Los jovencitos humanos se juntan en piaras dispuestos devorar cuerpos y ser devorados. Se disputan el título del más exuberante retrato de la decadencia. Retratos que ellos tanto admiran.

Es un mal chiste. Ellos lo llaman, patéticamente orgullosos, rebeldía.

Hoy voy tras un reto. Una bestia asesina con bastante trayectoria que viene desde otro continente, de tierras congeladas y duras. Rossiya o Rusia, un lugar tan oscuro como cualquier otro del viejo mundo. Esta criatura no solo es fuerte como una bestia cazadora, también es inteligente. Eso lo convierte en un pequeño reto, uno de los pocos en mi existencia.

Camino por este boulevard entre los sacos de carne que pululan las calles. Todos parecen desesperados por entrar a esos mataderos de inhibiciones llamados discotecas. Algunas de estas criaturas me miran extrañadas por mi apariencia. Soy un lobo entre cerdos multicolores. No saben si temerme, seducirme o burlarse. Tan ignorantes de mi naturaleza como ellos de su propio bienestar.

Soy el único cazador aquí, salvo por el sujeto al que busco. Hay ojos hambrientos también, pero son en su mayoría violadores y ladrones. Buitres dispuestos a tomar una presa fácil. Se deleitan cebándose con los cuerpos y el dinero de la miseria humana que visita estos lugares.

¿Dónde estás Naicolas? Sé que estás cerca, puedo percibirte, aunque tú no me sientas.

Mi olfato me guía hasta el hedor a muerte que envuelve al asesino sobrenatural que busco. Levanto la mirada y puedo notar tras mis gafas oscuras las luces neón rojas que escriben en un anuncio oxidado:

"Supay de amor"

Demonio en quechua, demonio de amor.

El nombre del antro me resulta tan empalagosamente repulsivo. Me produce una leve sonrisa al imaginarme el rostro de Naicolas en un lugar llamado así. Realmente la condición de los de su estirpe ha decaído mucho con los años.

Bien, demonio de amor, voy tras de ti.

La entrada a este antro está abarrotada de chicos y chicas buscando ingresar al lugar. Dos gorilas en la puerta no dejan pasar a cualquiera. Solo invitados en lista o mujeres jóvenes. Los demás luchan fuera por llegar a tener una forma de entrar. Todos se presionan unos contra otros en su afán de lograr su cometido. Patética forma de pasar una noche, pero es justamente lo que buscan, pasar una noche más de sus patéticas vidas. Tengo asuntos más importantes ahí dentro y yo no necesito una puerta. Me dispongo a abrirme paso usando el miedo. Sin embargo, Naicolas me ahorra el esfuerzo. Escuchó disparos dentro del local. La gente sale a caudales tratando de salvarse como una estampida. Son todos animales de presa asustados.

Aprovecho la estampida, la caída de los guardias de seguridad y la abertura de ambas puertas. Los cerdos y cerdas que retozaban dentro se abrieron paso dándome un acceso. Simplemente me cuelo por una esquina sin que nadie se fije en mí. Muchas de esas cerdas van desnudas con los senos al viento. Nadie tiene ojos para un asesino, nadie tiene ojos para lo que se avecina.

El teatro de bufones está en el clímax de su función. Veo al ilustre Othello de esta comedia lanzar por los aires a un hombre. Su arma va disparándose mientras gira dramáticamente por los aires. Aquel infortunado hombre cae pesadamente sobre unas mesas arrojando licor, sillas y cristales quebrados por todos lados a causa del fuerte golpe de su caída. Naicolas se divierte masacrando a estos hombres armados con pistolas. No son más que niños frágiles con juguetes bulliciosos.

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