Revenant

130 4 6
                                    

Sobre  Lynn Santiago

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




Sobre  Lynn Santiago


Lynn es una malvada pelirroja de farmacia nacida en Puerto Rico. En estos momentos vive en la mítica tierra de Florida, USA. Se le va el tiempo entre mantener la cordura, escribir, simular que está trabajando y vigilar a una zorra, varias grullas , un caimán y un par de hermanas salvajes.

Mi visión del Terror combina una buena dosis de folclore y un sentido del humor extraño. Soy muy dada a exaltar a mis villanos y declararlos héroes cuando nadie está mirando. Mi estilo está al doblar la esquina de lo cotidiano, felizmente casado con la fantasía oscura.

Usuario de Wattpad: LynnS13





Revenant



Louisiana, marzo del 2020

Nueva Orleans olía a muerte.

No se trataba del casi imperceptible aroma de un suicidio en potencia. En lugares como La Ciudad Creciente ese olor es dulce, impregnado de romance erróneamente dirigido a la cuna del jazz. Era un humor amargo, implacable, que se asía a sus fosas nasales y superaba el propio deterioro que avanzaba sobre su cuerpo.

Jaxx continuó, arrastrándose hacia el final de la Avenida Esplanade. La ciudad estaba desprovista de los taxistas usuales, a los cuales podía convencer con un poco de sugestión de llevarle a su destino.

Maldita sea.

Su habilidad cognitiva estaba empezando a fallar. No recordaba cómo había llegado a Decatur, pero su boca tenía el sabor metálico indiscutible de sangre. Seguro mañana descubrirían algún miserable muerto a orillas del río, y habría un infierno por pagar.

—¡Eh, amigo! — Un policía local le detuvo—. ¿Qué horas son estas para estar en la calle? Añádele sin barbijo. ¿Se te olvidó la ordenanza?

Ah, la versión moderna de la peste. ¿Cómo pudo haber olvidado eso también? Debió haber leído los carteles de advertencia al llegar a la ciudad "Zona Roja de Contagio. Cuarentena estricta a todos los residentes". ¿Hace cuánto llegó a Nueva Orleans? ¿Horas, días? El oficial de la ley se le acercó, sospechando que se trataba de un ebrio. El policía llevaba un cubre bocas azul oscuro que combinaba con su uniforme. Poco ayudó a contener la mueca de asco. Sus ojos lo dijeron todo.

El hombre sobre el cual había apuntado su linterna no solo estaba desaliñado, con un cabello rubio cubierto de pizcas de lodo. Sus ojos, alguna vez azules, estaban inyectados en sangre y una línea agresiva cruzaba de un lado al otro el iris, apagándola, como si la catarata fuese a cortar el órgano visual a la mitad.

—Todo está en perfecto orden, oficial. Voy de camino al refugio. Esta situación no es fácil para los que andamos sin hogar.

El policía asintió algo dubitativo antes de continuar su ronda.

La hora del Terror: veni, vidi, viciDonde viven las historias. Descúbrelo ahora