Quince ¹⁵

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Amaneció con su cabeza a punto de estallar, dolía horrible, la sentía punzar, aparte del mareo incontrolable que aumentaba sus ganas de vomitar. Tenía sus ojos hinchados y los sentía pesados, los abrió y fue como si tuviese arena dentro de ellos molestándole en la visión.

Tanteó la cama a su lado, se percató de que Soobin no estaba ahí. Dio vueltas hasta quedar del lado contrario, en su frente había una molestia, levantó su mano para acariciar bajo su enredado flequillo. Había una nota adhesiva pegada, sonrió sacándola, aquella tenía escrita con una letra no muy bonita.

"No quería despertarte, pero me he ido a la escuela. Iré a verte después de salir, trataré de llevarte uno de esos dulces que te gustan.

Te amo, nos vemos luego.

Atte. Tu novio Conejo."

Leyó finalizando con una sonrisa, arrugó la nota y la tiró a algún lugar de su habitación. Permaneció acostado viendo hacia el techo, interesado en el blanco color que no tenía nada llamativo, sólo quedó pensativo con los ojos quietos en aquella dirección.

Siempre creyó que, el día en que su madre se enterara que era gay, no sería uno muy bueno; lloraría, se sentiría horrible por sentir que la ha defraudado. Dio una vuelta más sobre la cama, recostándose en uno de sus costados, metió una mano bajo la almohada, la otra quedó contra su mejilla.

Quizás nunca olvidaría lo fuerte de las palabras de su madre, quedarían plasmadas en sus recuerdos más traumáticos, nada le haría dejar de lado la forma tan cruel que tuvo para referirse a él. No estaba enfermo, no tenía una condición aberrante, siquiera estaba mal lo que hacía.

¿Por qué tenía ella que ver el mundo de una forma tan cerrada?

Hablar con ella no sería contundente, no ganaría mucho. Pensar en la visión que tenía su madre en él le hacía pensar seriamente que jamás conseguiría su apoyo, lo tenía más que claro, era imposible cambiar el pensamiento de una mujer con más de treinta años que ha pensado durante toda su vida de la misma forma.

Tenía ambos ojos aguados, no pararía de llorar en todo el día si seguía pensando en ello.

Sólo anhelaba vivir su vida sin miedos, quería alejarse de la toxicidad social que no lo dejaba de perseguir. Si no era su madre con sus comentarios homófobos, era Ryujin tratando de influenciar en su relación para conseguir algo de Soobin. ¿Qué podría hacer alguien en casos así? Si no fuera por Soobin, seguro que se habría lanzado de cualquier cumbre alta con tal de vivir sin presiones del otro lado.

Sin embargo, no tenía el valor suficiente para culminar un acto de violencia contra sí mismo, no era capaz de hacerlo, siquiera planearlo. Sí, lo pensó en su momento, pero era estúpido en ese entonces, un estúpido Hueningkai de catorce años que estaba pasando por una crisis enorme.

Se hallaba escaso de ayuda, sin muchos amigos, su mejor amiga apenas sabía que se hallaba confundido sobre qué le gustaba realmente, la mentalidad cerrada que mostró tener su madre desde que comenzó a ser consciente de lo que pasaba a su alrededor; lo alteraron, lo arrastraron a los extremos más críticos.

Lejos la peor etapa de su vida.

Seguiría atrapado en ella de no ser por muchos factores que influyeron en su vida, ahí se encontraba Soobin, quien, literalmente, apareció para salvarle la vida y convertirse en la persona que más amaba. Lo diría siempre, nunca dejaría de decir cuán enamorado se encontraba de Soobin Choi. Un amor joven, pero incondicional, a veces torpe y ciego, pero ¿qué importa? Él era feliz, gracias a ese desastre que tenía a su lado, amándolo sin preocuparse de mucho y recibiendo el mismo afecto por su parte.

Mom, I'm gay too.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora