- Se la toman, lo recuperan y vuelven. Fácil y sencillo. - Draco quitó uno de sus -ya tan comunes-cabellos rebeldes de su frente. Desde que había llegado a la residencia Black ya no tenía tiempo de arreglar su cabello, que ahora ya estaba largo, el pequeño chongo que sostenía los rubios mechones era prueba de ello. Les había hecho la poción, era el mejor entre ellos cuatro en pociones, así que ya había cumplido su parte del trato. Solo quedaba que ellos recuperaran el Horrocrux.Hermione miró sus manos ahora con algunas arruguitas, estaba preparada, aunque los nervios le recorrerían gran parte de su cuerpo. Apretó su bolso con ambas manos. - Ahí vamos. - Harry miró al chico detrás de ellos. El que Draco se negará a ir con ellos le dejaba preocupado, no confiaba en el chico frente a él. Y Malfoy lo sabía.
Los leones siempre habían sido fáciles de leer, excepto Dumbledore, casos especiales. Para los ojos grises de Draco no pasaban desapercibidas las miradas que le escaneaban, tampoco el como susurraban a sus espaldas. Pero Draco sabía que era un mecanismo de defensa, él no hubiera sido tan notorio, pero era seguro que también sospecharía.
Malfoy acomodó sus manos en su cintura, levantó su barbilla. La arrogancia siempre ha estado en ese pequeño cuerpo y nunca se iría. Harry rodó los ojos para después salir de la bodega, y regresaría con el guardapelos. Eso era seguro.
Observó como los chicos se iban del lugar, mentiría si dijera que no se encontraba mínimamente ansioso. Cabía la posibilidad de que los atraparan, y era seguro de que no saldrían tan fácil. Ahí volvía la absurda solución de querer que alguien más lo hiciera por ellos, como por ejemplo un adulto. - ¿Es que acaso no tiene sirvientes que lo hagan por él? ¿De que le sirve ser el niño-que-vivió si no puede mandar a nadie a hacer su trabajo?
El rubio se apareció dentro de la casa de los Black, un poco ya más presentable que antes. Había ordenado a los elfos que limpiaran de arriba abajo toda la residencia. En sus planes estaba que en algún momento pudiera apropiarse de la casa, Potter no se quedará con ella, eso seguro.
Recorrió tranquilamente los pasillos de la casa, como cuando era pequeño. Le encantaba inmiscuirse en las habitaciones, al ser una casa tan antigua, tenía desde cuartos astrológicos hasta habitaciones invisibles. Era obvio que Potter no se quedaría con la casa.
En uno de sus tantos recorridos quedo frente a la puerta de Regulus Black, la más limpia de todas, la que fue mejor cuidada por los elfos en la residencia. La única habitación en la cual no lograba entrar y no porque estuviera cerrada o maldecida. Un escalofrío le recorría le cuerpo y terminaba saliendo apresuradamente, definitivamente era mejor evitar pasar por ese pasillo. Restregó ambas manos en su pantalón, un gesto tan sucio que su madre le hubiera regañado al segundo.
Las yemas de sus dedos rozaron la perilla, pero no sintió nada. Su magia rogaba por entrar y era posible que esta vez no pudiera salir despavorido por el pasillo. Tomó fuerzas y giró la perilla, como se lo había imaginado... completamente aburrida. Repleta de mapas por las paredes, libros acomodados en un mueble que abarcaba toda la pared. Su madre le había contado lo ambicioso que era Regulus respecto a tener información, para él nunca era suficiente, tal vez fue por eso que... bueno. Paseo por los libros, algunos tan poco comunes que no evito el darles una hojeada. Sus ojos llegaron hasta una tapa azul con letras extrañas.
Su magia vibró.
La curiosidad le rogaba por sostenerlo, su instinto de supervivencia le mantenía atado en su lugar. Las letras relucientes de oro brillaban, como si supieran que él terminaría cayendo ante la tentación. Se pellizco el brazo.
Su magia se arremolinaba a su alrededor. Y aunque fuera totalmente irresponsable, y aunque sus padres mirarán ese acto con disgusto. Él siempre había hecho caso a su magia. Tal vez eso le terminaría matando, quien sabe. Aún con duda acercó su mano al lomo del libro, lo sostenía entre su manos. Extrañamente las ganas de salir de la habitación no llegaban.