12.Camila por su cuenta

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Sentía que se ahogaba y no dejó de sentirse así hasta que no se vio metida en el taxi del otro lado de la calle. Se percató de que no había podido realmente respirar desde que llegó a esa ciudad. ¿Cómo con él asfixiándola? Estuvo haciéndolo poco a poco hasta llegar al límite y, tal y como siempre, alguien más llegó a salvarla.

Matthew la haría volver a casa sana y salva a diferencia de Shawn quien la trajo a la fuerza para destruirla.

Aún sentía sus manos encima.

«Iba a quebrarte. Esta vez iba a hacerlo enserio. Nos iba a arrojar por el balcón como al gato».

Pero ahora estaba a salvo. Llevaba tres días en la seguridad de ese hotel de vuelta en su ciudad natal; tirada en la cama y completamente inerte. Matthew le pidió un cuarto propio, aunque ella le rogó quedarse la primera noche pues aún tenía miedo de que Shawn se apareciera.

«Qué desilusión que no lo hubiera hecho ya, ¿No es cierto?».

No podía negar que una pequeña parte de ella quería que todo no fuera más que una pesadilla. No quería percatarse de que todo ese año fue una completa mentira; no cuando amó con todo su corazón a un tipo que era veneno. Sólo quería controlarla, tal y como su Alejandro.

Matthew era el único en quien podía confiar. Era el único que tenía. El único que, en lugar de arrojarla al fondo de la piscina, le dio un par de flotadores para salvarla.

Pero tenemos que recordar que hablamos de Camila y ella le tenía pánico al agua.

―¿Se puede? ―dijo Matthew tocando a la puerta del cuarto. Vio a la chica oculta bajo las mantas, sumida en oscuridad. Suspiró―. K, son casi las dos.

―Estoy cansada.

Matthew se percató de que el desayuno seguía intacto junto a la puerta, tal y como la cena del día anterior. No comentó al respecto, simplemente se sentó en el borde de la cama y frotó su espalda en un intento por reconfortarla.

―¿No crees que es hora de salir un poco? Tengo que hacer unos trámites, puedes acompañarme si quieres o puedo dejarte en la cafetería, ¿No quieres ver a tus amigos?

No. Es decir, por supuesto que quería, pero no así. No cuando cometió el peor de su vida al no escucharlos y decidir huir con su exnovio.

No quería hacer nada. Sólo quería hundirse en la miseria y dormir.

Matt suspiró.

―Bien... Supongo que te veré más tarde. ―Le dio un par de palmadas y se retiró del cuarto siendo tan comprensivo como un ángel.

Camila se sentía de lo peor pues sabía que la paciencia se le acabaría en algún momento. No podía seguir así para siempre. Tendría que retomar su vida le gustara o no, pero no se sentía lista. No aún.

Podía dormir por cinco minutos más.

Dudaba que Shawn estuviera como ella. Él no podía darse el lujo de tirarlo todo a la basura, no con todos sus trabajos, clases y amigos. Tenía que avanzar, aunque esto fuera para estancarse en la misma clase de vida que intentó estancarla a ella.

«Seguro ya te olvidó».

Era obvio. Él tenía una vida y ella dejó la suya atrás en Nueva York.

Eventualmente visitó la cafetería, aunque casi una semana más tarde. Matthew la llevó prácticamente que a la fuerza pues tenían que asear el cuarto en algún momento. Así que Camila se vio en el local sin idea de qué hacer pues todo vino a su memoria: sus amigos, las labores, «él».

Juraba aún verlo sentado en su asiento habitual, mirándola, sonriéndole, haciéndole un coqueto ademán para indicarle que tenía unos lindos minutos para matar y que esperaba que ella también los tuviera para irse a su escondite.

Satisfied (Shawmila)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora