17. Epílogo

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No fue inmediato y mucho menos rápido, pero el tiempo que tardó en ocurrir fue de mis mejores experiencias pues pude apreciarla de todas las formas posibles hasta este punto.

Como Brian y Paula salían, Camila y yo nos topábamos seguido ya fuera en juntas o visitas en la cafetería y puede que a veces no coincidiéramos, pero las veces que sí lo hicimos, las aprovechamos lo más que pudimos charlando y conociéndonos un poco más.

Empecé a hacer visitas diarias a la cafetería después de mis clases con el pretexto de necesitar un lugar silencioso para estudiar, pero en realidad lo hacía con la esperanza de encontrármela después de sus prácticas. En algunas ocasiones me ayudó con mis tareas y cuando obtuve el diploma, me tardé un par de semanas en confesarlo pues no quería dejar de tener una razón creíble para seguir yendo al local. Cuando se lo confesé se molestó bastante, me llamó un tonto por no compartir las buenas noticias y luego me ayudó con mis admisiones para la universidad.

Entré para el grado de Trabajador Social en una universidad pública y me saqué el título con los cuatro años de estudio. Claro, eso pasó mucho después, con mucho esfuerzo y dedicación en ignorar los comentarios de mis amigos e incluso profesores, advirtiéndome que no ganaría tanto como en el banco y que me la pasaría horrible metido en ese ambiente. Pero no lo odio y si es posible, amo por fin estar haciendo la diferencia en el rubro ayudando a familias tan rotas como con la que crecí.

La familia que formé fue todo lo contrario. Estábamos completos, así lo sentimos con Aaliyah cuando María nació. Se tardó un par de semanas extra en hacerlo, pero llegó perfectamente sana y siendo un angelito. ¿El padre? Nunca apareció. Sé que Liyah lo contactó para avisarle del nacimiento, pero nunca vino y nunca dio un céntimo por ambas; yo era el que estaba a cargo y cuando mi hermana terminó con la licencia, se puso a trabajar para darle a su hija la vida que se merece.

Se mudaron poco después de que yo terminé mis estudios. María debía de tener unos cinco años y ahora viven en el otro lado de la ciudad. Liyah me dijo que trabaja en una compañía de aseo y que Mari empezó la escuela y le va bastante bien.

Mientras que yo me hacía cargo de mis casos en la oficina, ya dedicándome a los trabajos sociales, Camila se concentró en el baile. Jamás dejó de bailar, incluso ni siquiera años después de lo ocurrido dejó de hacerlo. Y era maravillosa, tanto así que le ofrecieron puestos y becas en distintas academias a lo largo del mundo, pero como era de esperar, no supo cuál elegir.

Le gustó creer que tenía tiempo para pensarlo. Siempre me decía que no tenía prisa en irse de la ciudad, que por fin era feliz haciendo lo que amaba y que por primera vez en mucho tiempo logró tener la familia que siempre quiso o al menos el mejor intento que Sinuhé en su condición era capaz de ofrecer. No importa, los Cabello eran felices, al menos según lo que ella me decía.

¿Mi familia? Bueno, Aaliyah y yo no volvimos a contactar con Manuel. Hablamos de vez en cuando con Alexandria y Simón, pero no sobre muchas cosas. Sé que ella tiene una galería en San Francisco y que él se hizo cargo de la firma de abogados de la familia después de que Manuel murió.

Ah, sí, cáncer de estómago. Liyah y yo ni nos enteramos, aunque Alexandria trató de contactarnos. Dijo que Manuel quería hablarnos, que quería hacer las paces o algo por el estilo y, aunque hubiéramos querido concedérselo, no hubiéramos alcanzado a llegar; estábamos demasiado ocupados y dos días después de que nos enteramos, Manuel ya estaba muerto. No hubo mucho que pudiéramos hacer. Tampoco es como que quisiéramos hacer mucho al respecto.

Nos dejó una herencia bastante generosa y la guardamos para los fondos escolares de María y sé que parte de lo suyo, Liyah lo usó para pagarse su departamento. Yo ahorré lo mío, he usado un poco en algunos casos de mi trabajo para darle un nuevo inicio a algunas personas.

Satisfied (Shawmila)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora