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El escenario había cambiado.

¿Acaso es otro sueño?

Me senté en la banca observando al montón de gente en lo que era una cafetería y me permití relajarme.

Dudo que sea otro de esos extraños sueños.

Tamborileé mis dedos sobre la mesa sin saber realmente qué hacer.

—¡Perdiste!

—No, no. Tú lo hiciste.

—¡No se vale hicieron trampa!

Inconscientemente dirigí la mirada al grupo que recién entraba a la cafetería, formando bullicio y desorden como todo adolescente.

Se veían felices y cómodos entre ellos, qué envidia.

Un cuerpo apurado pasó frente a ellos y me fue inevitable no pegarle la mirada.

La misma chica de todos mis sueños también estaba eufórica, andando detrás de un chico alto, hablando cualquier cosa y siendo interrumpida cada tanto por este, de igual manera; ambos mantenían una sonrisa en su rostro.

—Amiga, ¿Podemos sentarnos?— Levanté la vista sorprendida de que aquel bullicioso grupo de amigos estuviera frente a mí.

Confundida asentí.

—Genial, Wooyoung ve por las sodas.

Suspiré incómoda y comencé a jugar con una astilla al borde de la mesa. No entendía porqué me resultaba incómodo si era mi propio sueño, me retraía el hecho de no sentirme cómoda con ellos. No sentía el mismo nivel de confianza que con la pelinegra impulsiva ni sentía la misma comodidad que cuando estaba a su alrededor.

Bueno, mayormente cuando estaba con ella en mis sueños lo mucho que sentía era miedo.

—Hey, ¿No te dijeron que es peligroso jugar con eso?— Me sorprendí cuando un cuerpo hizo presencia a mi lado en la mesa.

Un chico rubio y más o menos de mi altura se había sentado en la mesa, junto a mí. Sonrió mientras tomaba mi mano y agarraba la astilla, botándola a Dios sabe dónde sin borrar esa brillante sonrisa.

Cálido.

Su toque se sentía tan cálido y familiar que me comencé a plantear si lo había visto alguna vez en mi vida.

Delicadamente depositó un suave beso en el dorso de la mano que sostenía y no me contuve de sonreír por el gesto.

—Tus manos son muy hermosas como para herirlas de esa forma.— La manera en que se expresaba simplemente me hizo reír y aquel rubio me imitó.

Reacomodó la unión de nuestras manos y posicionó ambas sobre su muslo. Podía sentir las leves caricias que su pulgar brindaba al dorso de mi mano.

Levanté la vista directo a él y me dediqué a escanear su rostro; ojos filosos pero dulces acompañados de lindas pestañas y para mí sorpresa, múltiples pecas decoraban su rostro único y esa sonrisa llena de inocencia.

Me permito dejarme ser por las caricias que me brinda él y me relajo cuando veo que no será un sueño como los anteriores, ensimismándome única y exclusivamente en el toque que experimentaba mi piel, ajena a la conversación que estaban teniendo el muy ruidoso grupo y el resto de la cafetería en general.

Se sentía tan bien.

Apoyé el antebrazo de mi otra mano en la mesa y en este mi cabeza, mirando en dirección al chico rubio que tanta paz me había traído. Imitó mi acto, nuestras miradas conectando en una distancia cercana pero prudente sin detener sus caricias en mi mano.

No sabía cómo explicar, pero se sentía como un hogar, tenía esa familiaridad que te hace decir "este es el lugar en el que quiero estar el resto de mi vida" y es extraño, porque estoy segura que no lo he visto nunca en mi vida, al menos no de manera consciente pero se siente como si tuviera años de conocer a este chico.

Pestañeé, luchando con la somnolencia que comenzaba a atacarme por la tranquilidad del momento y el rubio ensanchó su sonrisa viéndose algo gracioso pues, su mejilla estaba pegada en el antebrazo y su ojito casi desaparecía.

—Descansa.— Pronunció antes de acortar la distancia y depositar un beso en mi coronilla, acción que dió paso para que cayera por completo.

Al abrir los ojos, me encontraba nuevamente en la soledad de mi habitación. Llevé una mano a mi mejilla, sintiendo el calor que había subido a mi rostro y sonreí.

No había miedo, ni voces, ni nada.

Había sido un sueño bonito.

Es octubre, lo que significa que reviven los muertos, hola

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Dream ;; Lee Felix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora