El tren vacío

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Recuerdo que solía ser muy somnoliento en aquellos inviernos escolares, o durante toda la época escolar, para mí siempre era invierno. Solía viajar de noche por el tren subterráneo para llegar al liceo y solía ser una experiencia bonita porque se trataba de un espacio público que estaba casi vacío. Me sentía fuera de la realidad, aunque solía sentirme de esa forma desde antes de entrar al tren.

Un día, el tren al que subí estaba completamente vacío. Podía hacer lo que quisiera, así que me recosté en el suelo sin pensarlo y, una vez ahí, con mi mochila de almohada, comencé a perder todo sentimiento, de vergüenza, de angustia, de ánimo, todo se disolvía en el ruido blanco del viaje, hasta quedar vacío. Una mujer se paró frente a mí, pero ya nada me interesaba más allá de descansar.

—Oye —Susurró tocando mi brazo con gentileza—, si no despiertas, vas a perder tu destino.

—Estoy bien donde sea que el tren me lleve —Respondí, casi de manera inconsciente.

—Si haces eso te perderás... ¿O es que ya estás perdido?

Cuando decidí prestar más atención, me di cuenta de que ella no existía. Estaba hablando solo, o bien, estaba hablando conmigo. Al final me puse de pie y esperé apropiadamente atento al camino y mi destino.

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⏰ Última actualización: Nov 29, 2020 ⏰

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