El Inspector se alistó rápidamente. Su camisa azul oscuro, su arma y placa le daban un aire de superioridad que hacían notoria su presencia, algo que él detestaba grandemente. Antes de salir se dirigió al buzón, esperando encontrar el periódico del día anterior, con la intención de entretenerse un poco durante el viaje. Para su sorpresa además del papel noticia, dentro del buzón estaba como esperándolo una carta. Dicha carta no contaba con remitente, solo su nombre como destinatario y un detalle que hacía resaltar, el pequeño dibujo de un cuervo blanco con las alas cortadas. Enrique no supo por qué razón ese símbolo le resultaba familiar. Miró su reloj y viendo que ya era tarde, guardó el periódico y la carta en el maletín que llevaba y aún oscuro llamó un taxi hacia el aeropuerto.
A la llegada al aeropuerto se encontró al Teniente Pareras esperándolo, mismo que le había llamado hace unas horas con la noticia del adelanto del juicio. El Teniente era un hombre ya entrado en años, con un porte de autoridad, que equilibraba con su campechanería; poseía un caminar característico producto de un cáncer en la pierna. Este le saludó y le explicó que la fecha se había adelantado repentinamente por una decisión del Juez, y conociendo Enrique la influencia del mismo no le extrañó para nada. Luego de realizar el check-in y con su maleta de mano como único equipaje abordó junto su acompañante al Avión. Entre charlas, siestas y la falta de privacidad no pudo revisar la carta que tanta curiosidad le daba.
La llegada a Bruselas se tornó presurosa. La desesperación de todos los participantes en el juicio se hacía notar. Los comentarios iban y venían como cuchicheos al aire:
— Dicen que mató a 5 ancianos y que no han encontrado a 2 de ellos.
— Era adicta a la morfina, oí decir
—Necesitaba dinero, por eso los mató.
— Dicen que fue descubierta luego de una denuncia que hiciera la nieta de uno de los abuelitos
— ¡Qué Dios los guarde en su gloria!
— Cómo es posible que una Monja pueda hacer esas atrocidades y después predique el amor de Dios en sus vidas.
En Primera Fila, cómo no podía ser de otra manera, estaba junto a su abogado, Cécile Bombeek o Sor Godfrida, su nombre de monja. Las palabras y ofensas que llovían en contra de ella parecían no afectarle. Y a cada insulto o aseveración lanzada en su contra solo agrandaban una sonrisa pérfida en la cara arrugada de la anciana acusada
— ¡Silencio!— El Grito del Fiscal calló a toda la sala. — Preside Hoy esta Sesión el Honorable Juez Siegmund Ignatius Neiberger.
— Buenas Tardes a todos los aquí presentes — Dijo la voz profunda del Juez Ignatius. — Abrimos Hoy el Primer Juicio "El Pueblo contra Cécile Bombeek".
Poco a poco la defensa fue llamando a sus testigos, hombres y mujeres enfermeros del Hospital de Wetteren, Flandes. El Inspector Mario supuso la compra de sus testimonios tan mal solventados; todo indicaba a ella como asesina y Ángel de la Muerte de los pacientes geriátricos. En un intento del Abogado Defensor por ayudar una causa perdida, sus planes caían frente a las pruebas de la Fiscalía. Informes Forenses y testimonios verídicos entre los que figuraban los del Inspector. Las muertes por hiperglucemia de las víctimas indicaba el método homicida. Todo el juicio fue una obra de teatro mal montada por la defensa y destruida por la Fiscalía. No había quien salvara a La Hermana Godfrida de la fría, casi eterna penitenciaría. Sin embargo a la Monja deslucida se le veía serena. Cómo si el Dios en que confiaba en apariencia le calmara de aquel destino. Cuando fue el turno de hablar a la acusada. Esta solo pronunció:
— Lo Hice Solo por la morfina.—
La Sonrisa pérfida se transformó lentamente en una mezcla entre dolor y paz que incluso al Teniente e Inspector puso la piel de gallina.
El Juez Ignatius, luego de analizar el caso, convocó a un receso de 1 hora para tomar una decisión definitiva para el caso de Sor Godfrida.
El Inspector salió de la habitación y separándose del Teniente Pareras, fue a por un Café. Sentándose a tomar su bebida, decidió ver al fin la extraña carta que había recibido. Al abrir el maletín para sacar la misiva suena el teléfono móvil en su bolsillo. Enrique algo fastidiado lo toma y lo observa, lo llamaba su esposa Inés. Al contestarlo, no escuchó una voz femenina, sino una voz que le hizo vibrar junto con la frase:
— Hola Papá
— Hola Hijo. ¿Cómo estás? Me alegro que me llames.
— Mamá me prestó el teléfono para poderte llamar. Yo estoy bien. ¿Y tú? Me dijo Mamá que habías estado ocupado estos últimos días.
— Yo estoy bien también. Si. En estos días estuve más atareado de lo normal. De hecho. Ahora no estoy en casa. Estoy en un juicio en Bélgica.
— Mira que trabajas Papá, si quieres te dejo. No quiero interrumpirte.
— No Arturo, no. Cuéntame qué tal tu día. ¿Qué has hecho durante esta semana?
— Bien. Qué te puedo decir. Hoy en la escuela me fue bien. Aunque me regañaron por dormirme en la clase de Historia. Es que no pude dormir bien.
— ¿Otra vez con esas pesadillas?— Respondió Enrique preocupado. — Recuerda que esas cosas no se les hace caso, las pesadillas son sueños, y los sueños sueños son. No hay que tenerles miedo. Ya tú eres un niño grande. Un niño no. Un adolescente.
— Pero Papá. Ese daba mucho miedo. Era de un enorme Totí* que volaba cerca de una anciana. La anciana se tomaba un veneno que le traía el Totí y se moría. Y el cuervo después se comía los ojos de la anciana. Dime Papá si me voy a poder dormir con eso.
El Inspector no supo que responder. Por primera vez se había quedado paralizado ante algo acerca de su hijo.
— Papá. Te quiero mucho. Me tengo que ir a estudiar en la casa de un amigo. Cuídate y que te vaya bien en el trabajo.
— Si Hijo, y tú también. Te amo. Cuídate y cuida a tu madre. Dale muchos besos. Adiós.
Colgando el teléfono, no podía sacarse el sueño de su hijo de la cabeza, la preocupación de padre le estrujaba el corazón. Decidió por un segundo sacarse eso de la mente y continuó con su café.
Parándose de su asiento caminó por el extenso pasillo del Palacio de Justicia, cuando de una de las salas vió salir al Teniente Pareras rápidamente con las manos ensangrentadas. Con Premura el Inspector corrió hacia la sala y encontró a Cécile muerta, sin ojos y con una jeringuilla incada en su brazo. Salió de la habitación desconcertado buscando al Teniente, mas no lo vió.
* Nombre Común en Cuba de un Ave de la Familia Corvidae, Similar al Cuervo Común pero de menor tamaño.
¡¡¡¡¡Muchas Gracias a todas las personas que me leen!!!!!
Por favor sean libres de comentar los que les gusta, lo que no, críticas, etc. Las apreciaré mucho. Por lo demás disfruten y ¡Qué la Magia los Acompañe!
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La Orden Del Cuervo
Mystère / ThrillerLuego de una serie de extraños asesinatos a Asesinos en Serie. El Inspector Enrique Mario Cazenueve descubre que son perpetrados por una organización llamada La Orden Del Cuervo. El Inspector hará todo lo posible por encontrar a sus miembos y la p...