2.A lo James Bond

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Cuando sonó el despertador quise hacerlo explotar con un movimiento X-Men, y despertarte a las siete de la mañana definitivamente debería estar prohibido por la ley. Estoy seguro de que no es sano (no tengo ninguna prueba pero tampoco tengo ninguna duda) y más para mí que a mis decisiete años casi dieciocho lo único en lo que destacó en mi vida es en la cantidad de horas que puedo dormir, realmente creo que si nadie me despierta puedo dormir días enteros.

Me di la vuelta intentando ignorar el ruido y me tape aún más con las sábanas.

- ¡Joaquín despierta! ¡Hoy tienes un día muy emocionante por delante! - mamá entro a la habitación, retiró las cortinas y abrió las ventanas - hay que ventilar por que entre tus hormonas y que duermes con la puerta cerrada aquí huele a humanidad en estado apuro.

- Mmmm - me tapé la cara con la almohada para evitar que los rayos del sol me cegasen y me cubrí aún más hasta que no quedó ni un milímetro de mi visible.

Me cogió del brazo y empezó a sacudirme intentando arrastrarme fuera de la cama pero tengo la maravillosa capacidad de poder dormir en cualquier situación en todo momento. Si algún día se acaba el mundo y la tierra se habré en dos, si me pilla durmiendo es muy probable que no me enteré, así que los esfuerzos de mi madre  por hacerme abrir los ojos no funcionarán lo más mínimo.

Waffle, mi gato se metió junto a mi en la cama y le abracé mientras el se arrepentía de haberse acercado a mi.

- vamos Joaquín, tienes que despertarte -

- mamá la cama y yo nos hemos fusionado en un solo ser, nunca nos podrás separar. -

- deja de hacer le bobo y levántate - viendo que sus palabras no tenían ningún efecto en mi soltó otra baza - tienes gofres para desayunar. -

Esto sí me movilizó un poco y solté a waffle que salió corriendo de mi habitación (ni mi gato me quiere.) Y es que si hay algo que me guste casi tanto como dormir es comer y en concreto los gofres, esos pequeños trocitos de cielo azucarados y caloriosos que luego tengo que bajar en las clases de spinning intensivo del gimnasio, son mi punto débil.

Así que con una pereza infinita me fui incorporando poco a poco. Despedirme del verano siempre es duro, es la época perfecta, mucho tiempo libre para desperdiciar sin hacer nada productivo, una auténtica maravilla. Pero este año iba a hacer mucho más complicado con mi recién anunciado cambio de colegio.

Me moví otro poco (soy lento lo sé, pero yo me lo tomo con calma)

Cuando por fin me conseguí levantar de la cama mientras me apoyaba en la pared como un viejito de ochenta años  con la cadera rota y artrosis vi en mi escritorio un uniforme: el pantalón a cuadros rojos, camisa blanca y chaqueta negra con el escudo bordado del St Claire. Era bonito pero solo era un recordatorio de que era real, no una broma de mis padres o un sueño de una de mis siestas veraniegas. Me iba, dejaba mi colegio, mi casa todo para irme a aprender a bailar vals y a cocinar.

Anoche me despedí de mis amigos por teléfono y realmente me tomé enserio los concejos de que me escapara a lo James Bond pero mi torpeza junto con mis pocos dotes en el arte del escapismo me hicieron desechar la idea (una vez que me escape para ir a una fiesta cuando llegue a la discoteca mis padres ya me estaban esperando en la puerta para llevarme a casa). Además las palabras de mi tía me daban un poco de esperanzas aunque siguiera con las espectativas muy bajas.

Tras ducharme, ponerme el uniforme y arreglarme un poco, baje a la cocina para desayunar.

Mis padres leían el periódico y hablaban de como estaban las acciones en la bolsa mientras mi mirada ya se había posado en la montaña de gofres  que esperaban a ser devorados por mi y como el Correcaminos me senté y empeze a degustarlos.

St Claire: internado para rebeldes - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora