(2015)
Los días eran asombrosos, las noches de ensueño y su mente cavilaba en la misma incertidumbre: ¿Cómo sería el día en que lo esporádico pase a ser una constante? ¿Cuándo gozaría de esa sonrisa afectuosa que hasta ahora solo podía observar a través de la pantalla de su celular?
De las suaves y frescas lloviznas de noviembre caían sobre su ventana tal cual sus pensamientos, su mirada era irreconocible entre los distintos modelos que formaban los cirros cada que observaba el cielo, y nuevamente se hundía en preguntas, ¿por cuánto tiempo más redactaría aquellos mensajes de texto?
¿Cuándo realmente podría verlo?
El prurito de verlo era tan dominante, que anhelaba que John lo sintiera de la misma manera.
No era un dilema que en cada ademán que él aderezaba, ella lo sentía más contiguo, todo eso se reflejó en un texto que vaciló enviar esa mañana:
"Buen día señor Zandanel, que tengas un maravilloso despertar, que tu día este lleno de grandes y hermosas bendiciones, te quiero mucho no lo olvides, nunca dejes de sonreír".
Abrazos calurosos.
Lábil es la palabra adecuada para describir cómo se sentía en ese instante, dejar un poco al descubierto sus emociones emitía una alerta roja, y sus temores surgieron de los abismos que jamás nadie ha podido tocar, se sintió ahogarse en un vaso con agua, pero después de unos minutos sin oxígeno pudo salir a la superficie y recuperar el aliento que había perdido...
"Buen día señorita, tengo noticias para ti, regreso a mi País dentro de dos días. Te quiero tanto, tú también sonríe siempre. Besos"
-John
Tan fausta noticia ocasionó que todos los sentidos de Alice se revolvieran, queriendo poder tener control sobre el tiempo, pero debía seguir queriendo ese imposible. Las manecillas del reloj cómplices marcaban la hora de su llegada, por su parte John debía emprender una travesía durante 40 minutos, desde su ciudad hasta la de Alice, el tráfico era el enemigo inminente.
Ambos eran presas que acorralaban los segundos, ella impaciente, su respiración agitada lograba hacerla hiperventilar, sus manos heladas cual tempano de hielo, no era para menos por la epifanía que estaría a punto de ocurrir, beberían juntos café mientras serían testigos del descenso del sol, justo en una playa ubicada en un rinconcito muy cercano a la ciudad donde ella reside.
Al verle, él con una sonrisa la invitó a subir a su coche, la abrazó tan fuerte como se contuvo los meses que estuvo lejos de ella, gustosa le devolvió el abrazo aún más impetuoso, lleno de cariño, después charlaron tanto como se echaron de menos, el tiempo a su lado no existía, sin embargo, como siempre, hay que despedirse.
Luego de su cita espontánea, surgieron muchas invitaciones para salir, recuerda precisamente una, donde él le obsequio un par de zarcillos blancos, que aún conserva con todo el amor del mundo, teme usarlos porque podría echarlos a perder, justo después, él intentó robarle un beso, pero fue solo eso, un intento.
Les rodeaba un aura de dulzura, ilusiones, deseo por estar el uno cerca del otro, mientras él conducía su coche, sus manos ociosas se buscaban y tan simple roce emanaba vibras que recorrían sus cuerpos, pero ninguno era capaz de admitirlo, las oportunidades no se escapaban para tomarse de las manos nunca, pero ¿por qué era tan complicado hablar con él sobre cómo se siente?
Alice se veía amenazada por su limerencia, John, por su parte se veía atormentado por las respuestas que negaba a darle, ¿Cómo le das al amor un plantón? Tal vez a él su conciencia le acometía no amarla, pero sus razones ella las desconocía o simplemente temía ahondar en el tema y hacer añicos nuevamente su corazón.
Las luces de la ciudad nunca cambian, pero esa noche había quedado con él, se sentía distinto a como acostumbraba, se dirigían a aquella playa, su lugar seguro, donde no importaba si un día llegasen a perderse, siempre se encontrarían ahí, porque uno recuerda cómo regresar a los lugares que le hacen sentir en calma, en casa...
Se encontraban sentados en una roca áspera, bajo la luz que el sol le regalaba a la luna por las noches, mirando al mar y a ellos de soslayo, el siguiente movimiento dejó perpleja a Alice, el acarició su mejilla con una de sus manos, mientras con la otra enredaba sus cabellos, ella no sabía qué hacer, no quería estropear aquella sensación que se había hecho presente en el ambiente, le gustaba sentirse así, justo así, con él, y entre sus dedos pensó: "¿me besará?"
Y obtuvo una réplica en su cabeza, John plantó sus labios sobre su cuello y lentamente se fue acercando a su boca, él mundo les sobraba, ese era el primer beso, el primero de tantos que empezó a desear con ambición, él no apresuró el contacto, y ella no tenía prisa, el tiempo era solo una teoría en ese instante, Alice pensaba que aquel 18 de Diciembre mejor no podía terminar.
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Expectativas
NouvellesEl amor es un arma letal, pero ¿Qué sucedería si encuentras en unos bellos ojos marrones a un francotirador?