Varias generaciones de terratenientes y hacendados colgaban honradas en los muros de la gran mansión de la familia Pietro. El pueblo los conocía tan bien. En aquel pueblo eran tan famosos como la familia real o incluso más. Los niños husmeaban en los alrededores de la entrada a la mansión, colándose por las rendijas lo suficientemente oxidadas, hacia el jardín principal. El mayordomo siempre pillándolos para luego echarlos con una advertencia severa.
La fortuna de la familia se vio incrementada cuando el comercio de los productos agrícolas estuvo en todo su auge. Ellos reían entre montañas de dinero y danzaban bajo candelabros de oro. Organizaban las fiestas más opulentas nunca vistas en los alrededores y sólo podían presumir de haber atravesado el enigmático umbral aquellos que podían presumir tres veces su peso en oro.
Las historias sobre los rituales que se practicaban dentro de la residencia de los Pietro ponía al más valiente en aprietos.
No sólo por el aura oscura que hacía tiempo se podía sentir en las cercanías, ni siquiera por la apariencia de muertos vivientes que los miembros de la familia tenían. Un asunto más mundano que cualquier leyenda tan sólo buscaba explicar de otra manera el terrible calvario de los Pietro.
La matriarca, lady Victoria, era tan cruel como hermosa. Su lengua viperina siempre estuvo cargada con veneno. Ni siquiera sus hermanos o hijos se salvaban de la infamia de la mujer. Solía ser retratada en los cuentos infantiles como una vampiresa que era capaz de devorar a sus hijos y por eso, tan sólo dos de sus ocho embarazos habían sido exitosos. Se rumoreaba entre los puestos del mercado que sólo lo lograron porque fueron a quienes consideró lo suficientemente fuertes.
Fernando y Rudolph vivían a costa de su hermana Victoria, y ella se complacía de su devoción ciega. Disfrutaba de sus discursos de adulación baratos que no conseguían otra cosa que hacer rodas sus ojos y aceptar lo que sea que pidieran para que se callaran o hicieran el ridículo por ella. Unas sanguijuelas alimentándose de la migajas de una bruja cruel. Pero Carmen, la pobre Carmen, se llevó la peor parte siendo la piedra en el zapato de Victoria. Siendo un peso muerto en la vida de los Pietro.
La juventud de Carmen, como su característico buen humor eran los causantes de la apatía de la matriarca. Victoria permanecía encerrada en su habitación la mayoría del día saliendo sólo para la hora de cenar, vigilaba por su ventana el jardín principal donde Carmen tenía su jardín.
Quizá fue la manera en que la joven hacía crecer las plantas. Tal vez fue el hecho de quedar viuda mientras ella se comprometía. Probablemente haya sido el alcohol.
Las primeras lluvias del año aparecieron cuando pasó.
Victoria emergió de su habitación cual dama infernal encaminándose a la cocina con un frasco de arsénico en su mano. Colándose en la cocina ante la mirada curiosa de las cocineras sonrió de lado y con melodiosa voz, proveniente de algún sueño o fantasía, les pidió que continuaran con lo suyo. Ella llevaría la comida de Carmen pues, era su cumpleaños.
La joven estuvo encantada cuando su hermana la visitó en sus aposentos con una sonrisa radiante que sólo había visto cuando era niña. Llevó su desayuno y Carmen lloró con agradecimiento mientras Victoria la veía consumir el veneno sonriente.
El whisky se había convertido en su mejor amigo. Su comportamiento errático y falta de control de sus impulsos preocuparon a sus hermanos, pero nadie se atrevía a cuestionarla. Victoria se hundía en excesos que no lograban sacia su sed de sangre y cada día mientras ella se consumía en un profundo hoyo de oscuridad, Carmen permanecía igual a pesar de los dolores estomacales y las náuseas.
Una semana después, cuando finalmente su salud se vio afectada. Victoria se negó a autorizar la intervención de algún médico.
Carmen agonizaba y Victoria la atendía. Siendo su verdugo aparecía cada mañana con el desayuno y la medicina recetada por el médico para cólicos comunes. Carmen tomaba todo lo que su hermana le ofrecía, ignorando la satisfacción en su rostro cada vez que la veía vomitar o toser sangre.

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Encuéntrame (l.s)
FanfictionUn corazón roto. Una condena. Una sensación familiar. Tal vez todo sucedió alguna vez en un sueño. (Relato corto de suspenso/terror o un intento de ello)