CAPÍTULO 1: WHO IS CEDRIC?

1.3K 165 36
                                    















Capítulo 1: ¿Quién es Cedric?







CORRIÓ LO MÁS RÁPIDO QUE PUDO HASTA QUE SUS RODILLAS IMPACTARON EL SUELO, su respiración era irregular y los gritos del hombre a su lado no sé detenían. Sus manos temblaron mientras las dejaba estática sobre el rostro del joven sin tocarlo, los espasmos recorrieron su cuerpo mientras observaba el rostro de su amado pálido, con los abiertos pero mirando a la nada, sin vida, sin el brillo que les caracterizaba, sin una sonrisa, sin una mueca de diversión. Solo muerte. Solo eso. Dejo caer las yemas de sus dedos y se sobresaltó ante la piel fría del castaño, negó la cabeza con rapidez sin creer comprenderlo, quería que despertara, que le murmurara que todo se trataba de una broma de mal gusto, que seguía allí, que estaba con ella. La angustia se hizo insostenible y las manos apretaron el cuerpo del joven, le movió pero nada pasaba —¡Cedric!— grito una vez, su cuerpo estaba tensionado, rígido, sus párpados no se movían. —¡Cedric! ¡Cedric, por favor!— rogó, comenzó a gritar mientras las lágrimas descendían por su rostro. Le dolía el pecho, le dolía horrores. La garganta se le cerró, ¿porque?

—¡Cedric! ¡Cedric, por favor! ¡No me dejes! ¡Quédate conmigo, Cedric!— los gritos que dio fueron desgarradores, la garganta le ardió pero poco le importo. Apoyo su cabeza en el pecho del hombre y su llanto solo incremento al no oír el conocido latido de su corazón, que solía incrementar cuando ella se acercaba. Era real, y no podía creerlo. No estaba, ya no estaba con ella. Continuo gritando, el bullicio se hizo cada vez más fuerte, más doloroso. Sus oidos comenzaron a sentir un zumbido profundo, la sangre de su nariz descendio por su labio hasta impactar con el amarillo apagado de la remera del joven, manchandola como un cuadro roto y húmedo manchaba una pared blanca. 

—¡SAVANNAH!— un grito la sobresaltó, la joven abrió los ojos y las lágrimas cayeron, el movimiento del auto le dio ganas de vomitar por unos segundos, el rostro de su hermano la miraba desde el asiento de adelante con preocupación —¿Otra pesadilla?— cuestionó mientras le tendia un pañuelo de papel, la castaña lo tomo para secarse la cara mientras intentaba ignorar el sentimiento de angustia, aquel que era tan conocido desde que era pequeña. Soñaba todas las noches con aquel joven de nombre Cedric, todas las noches se levantaba empapada en llanto, con la angustia carcomiendo su pecho como si realmente lo conociera, como si estuviese perdiendo todo el tiempo al amor de su vida, a alguien de su familia. La desesperación de que la vida del castaño se le escurriera entre las manos cuando le soñaba la habia llevado a un pozo de ansiedad hace unos años, habia visitado a todos los psicologos, terapeutas y analistas del sueño, pero ningun lograba darle una respuesta concreta: quizás solo era una forma de expresión de su ansiedad, quizás era un temor reprimido, o quizás solo era una tortura con la que debia de vivir. Eran demasiados quizás. Su hermano y su madre se habian acostumbrado a oirla gritar en sueños, a las tazas de leche caliente y una larga charla en la madrugada, a los abrazos de contención, e incluso a las duchas de agua helada para despertarla completamente de las pesadillas. 

—Estoy bien, estoy bien...— repitió mientras agarraba una botella de agua y bebia de su contenido. 

—Quizás el nuevo aire te cambie el chip, hermanita— se burlo Max, su hermano mayor, su risa de tono particular inundo el auto y provoco una leve sonrisa en Savannah. —¿Segura que nunca tuviste un amiguito llamado Cedric? Estoy intrigado de tanto oir su nombre de tus labios...

—¡Ya! Déjala tranquila, Max...—la voz suave de su madre interrumpio a su hermano, aunque Savannah tambien estaba intrigada sobre el tal Cedric. Lo habia visto tanto en sueños que en algun punto llegaba a creer que era como su propio demonio, pasaba de tener una sonrisa reluciente a ser un cuerpo sin vida al que le rogaba que volviera con ella. La obligo a ser solitaria durante su niñez pero tambien estuvo alli en los peores momentos, sentado en silencio con ella en sus sueños, solo sonriente con una extraña bata de logo amarillo puesta. Ya sentia al hombre de sus pesadillas como una parte más de ella misma. —Cariño, ¿me pasas mi cartera?—preguntó su madre, Savannah estiro el brazo para darle el bolso color negro y despues mirar el exterior. 

—¿Ya estamos cerca de Forks?-preguntó, la cantidad de vegetación alrededor y el clima frio le daba el indicio de que estaban muy lejos de casa y de que no iban a volver en un buen tiempo. 

—A diez minutos...— respondió Max por su madre, su hermano mayor estaba en completo desacuerdo con la decision de su madre, pero el compañerismo que tenia para con las mujeres de su familia era su fiel enemigo. — Prepárate, Sav, cuidar a la vieja Ivy será maravilloso, tiene planeado morir en cinco décadas — se quejo, Savannah dejo escapar una risa y su madre fulmino a su primogenito mayor con la mirada. 

—¡Max Morgan, vuelves a hablar asi de tu tia Ivy, y me encargaré de dejarte el ojo morado! Es una mujer grande, necesita estar acompañada. — le amenazó, Max elevó las manos en una forma de paz. —Savannah no lo dijo, pero coincidia con su hermano. La tía Ivy era la hermana de su difunta abuela, por lo que sabía, jamás se habia casado o formado una familia, era bastante rica, vivía en el medio de un pueblo abandonado y tenia un carisma impropio para una mujer de unos setenta años. La castaña rio al recordar que en su cumpleaños sesenta y cinco, la mujer llamó a su madre solo para presumir que estaba teniendo un show de desnudistas hombres en su casa para ella y sus amigas, ni ella ni su hermano podrian eliminar eso de su cabeza jamás. —¡Ya llegamos!— exclamó su madre, Max festejo que su trasero tendria un descanso de estar aplastado contra un asiento y Savannah pegó su cara a la ventana. "Bienvenidos a Forks" profesaba el letrero, y luego de que pasaron el extenso puente, la vista era la misma, lindas casa bajas rodeadas de arboles, a la castaña no le disgusto aquello, pero su hermano fue un caso completamente diferente. 

—¡Ay por el amor de Dios!, ¿voy a tener que perrear en la iglesia?— cuestionó disgustado, Savannah río. —¿Has visto algún antro, Sav? 

—¿Donde puedas conseguir conocer a mujeres menores a los sesenta años? — preguntó —Definitivamente no

—Bienvenidos al Himalaya...

CAN'T PRETEND | EDWARD CULLEN - CEDRIC DIGGORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora