CAPÍTULO 4: ESE HOMBRE ES CEDRIC

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04 | Ese hombre es Cedric.





El cuerpo de Savannah temblaba debajo de la pesada manta que cubría su cama. En medio de la oscuridad de la habitación y cuando los últimos rayos del sol ingresaban por entre las cortinas del ventanal, la castaña pudo observar el pequeño humo que lanzaba su taza de té.

En cuanto la puerta se abrió nuevamente y la luz se encendió, la joven supo que era su hermano con el cuestionamiento del millón sobre lo que había pasado hoy cuando tuvo que sacarla del instituto casi en un colapso nervioso, aunque lo raro habría sido el no sufrirlo. El pesado cuerpo del mayor hizo que la cama su hundiera en uno de los lados y un brazo paso por encima de su cintura en un extraño silencio. Savannah se giro en dirección a donde estaba su hermano y sin mediar palabra alguna le abrazó siendo correspondida al instante con la misma fuerza. Dejó escapar un leve sollozo al no poder retener sus sentimientos mezclados y una mano acarició con suavidad su cabello. Un destello amarillo se hizo presente apenas abrió levemente sus ojos entre el llanto y aquello la hizo detenerse abruptamente, sus dedos notaron la rugosidad de aquella remera bicolor debajo de sus yemas; su hermano no usaba ropa de aquella tela. Su mirada se elevó pero le bastaron apenas centímetros para reconocerle. 

Los ojos de Cedric brillaban con la misma intensidad de siempre, y esa vez, una ligera sonrisa adornaba sus labios. No había muerte, ni desdicha, ni su propio llanto haciéndola ahogarse, solo él y su suave tacto en la espalda. Savannah sintió como sus manos temblaron y su visión se volvió borrosa debido a las lágrimas, le observo de cerca por largos segundos, eran exactamente iguales. Cedric y aquel hombre en la clase de biología. 

—Ya tengo que irme— murmuró Cedric, su voz era calma, risueña, lenta. Sus palabras no parecían de significado ameno, y la castaña lo entendió perfectamente: el ya no iba a volver. La mano de Savannah se aferró con fuerza la tela que cubría al joven mientras negaba fuertemente con la cabeza, casi, en un estado de crisis. 

No podía irse, no en aquel momento. 

—Cedric, no por favor- dijo aquel nombre en voz alta por primera vez en años, el castaño solo le miró con pena antes de dejar un ligero beso en su frente. Aquello se sintió frío. Se sintió helado, como si la muerte misma le diera un beso con la intención de reconfortarle.  —¡Cedric, por favor, no te vayas! 

Y de un momento a otro, sus brazos estaban vacíos. Estaba completamente sola—¡Cedric, no me dejes sola!— gritó al vacío de su habitación, un sonido le hizo girar la cabeza y lo vio de nuevo, estético en una de las esquinas más lejanas de su habitación, justo al lado del gran ventanal pero aquella vez estaba lleno de sangre, y con unos impresionantes ojos rojos que carecían de cualquier rastro de humanidad. La bondad que caracterizaba al joven con el que había soñado toda su vida, no estaba. 

—¡Savannah, todo esta bien!— el gritó de su hermano resonó en sus oídos cuando recupero la consciencia. No sabía cómo había llegado al suelo, pero sí que su hermano luchaba contra ella para detenerla de lo que había entre pesadillas.

El llanto que Savannah dejo salir fue desgarrador y se sostuvo de los brazos de su hermano mientras esté tomaba algo de aire intentando recuperar lo que había perdido en el esfuerzo. El aroma conocido a la colonia que el mayor utilizaba fue lo único que pudo calmarla ligeramente pero no detuvo sus lágrimas. Notó en un momento de plena consciencia, el ardor en sus brazos y cuando llevo su mirada allí notó las líneas de sangre brotando en su pálida piel, se había arañado a si misma durante aquella pesadilla como si intentara hacer su dolor exterior para así no padecerlo tanto, pero no había nada que pudiera calmarla.

Aquel hombre de la preparatoria era Cedric.

No podía ser alguien más.









La madrugada había caído pero las luces de aquella casa en medio del bosque seguían encendidas sin dar indicios de querer apagarse. Savannah jugueteo con el dobladillo de la colcha que cubría su cuerpo y movió su mirada de los arañazos —ahora cubiertos por gasas— al rostro de preocupación de su madre. —Lo siento — murmuró, Max acarició su cabello con sutileza. Savannah agradeció el gesto.

—No te tienes que disculpar, todos tenemos pesadillas— expresó su madre para después compartir una mirada con su hermano, la cual, ella también entendió perfectamente. —Pero, ¿qué pasó hoy en la escuela?

Savannah tragó saliva. No sabía cómo explicarlo porque ni ella misma sabía con exactitud qué pasaba. ¿Cómo podían ser iguales? Cómo podía existir el hombre al que había soñado toda la vida y se supone, debería ser solo eso, un mal sueño. —Es que no lo entiendo— bramó a la vez que frotaba sus ojos con frustración —Ce...— se detuvo enseguida —El chico con el que siempre sueño, lo vi, hoy, en la clase de Biología— expresó mirando a su madre y rápidamente, a Max.

Ambos compartieron una mirada de confusión. Y sabía que aquello era válido, su propia confusión era aún mayor.

No comprendía.

¿Acaso los sueños podían tener a personas parecidas y vivas? ¿Y justamente en el mismo lugar del mundo donde su soñador está? Ninguna de los rostros que había soñado además de Cedric se le había presentado de impresvisto en carne y hueso.

—¿Lo viste?— preguntó su madre con suavidad como si estuvieran hablado de un fantasma, entidad o en peor caso, una alucinación. Savannah suspiró.

—Sí, lo vi, en persona, carne y hueso, es real — explicó. El silencio volvió durante algunos minutos y al notar el desconcierto, se apresuró a aclarar —Digo, el tipo de la clase de biología es físicamente igual al tipo con el que sueño todas las noches desde que tengo seis — murmuró.

—Quizás son muy parecidos físicamente— dijo Max, Savannah rodó los ojos.

— Tú y yo también somos idénticos para algunos, pero ese no es el caso. Ellos son iguales y no sé porque lo sueño desde que soy una niña, ese es el problema...

Su madre le calmo —Quizás lo habías visto en algún lugar an...

—¿A los seis?— le interrumpió Savannah para cuestionar con ironía —¿En Washington? — bufó el nombre de aquel lugar del cual no tenía buenos recuerdos antes de volver a acostarse y taparse como cuando era apenas una niña y tenía un berrinche porque Max le había roto algún juguete favorito.

—Sav...— murmuró Max, está hizo un sonido con la garganta.

—Solo quiero dormir, o intentar... por favor.

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⏰ Última actualización: Mar 03, 2021 ⏰

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CAN'T PRETEND | EDWARD CULLEN - CEDRIC DIGGORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora