CAPÍTULO 3: EL PRIMER ENCUENTRO

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Capítulo 3: el primer encuentro.




MAX RÍO EN CUÁNTO SU HERMANA SE PATINO AL SALIR DE LA CASA, y Savannah solo pudo enviarle presagios de muerte con la mirada, después de todo no estaba acostumbrada a ese clima. Todo estaba tan resbaladizo y mojado a todas horas. Lograba fastidiarte. —¡Suerte!— el grito de su madre desde la puerta se oyó, la castaña le saludó y se subió en el asiento de copiloto para ponerse el cinturón con rápidez, no confiaba en su hermano.

—¡Ya! No te voy a matar — se quejó el mayor mientras arrancaba y comenzaba a conducir en dirección a la carretera.

Dos semanas habían pasado desde que habían llegado, y el comienzo de las clases había hecho su tenebrosa aparición. Aquellos días que habían tenido libres, Savannah los aprovecho como una vacaciones a tiempo completo: camino un poco por los alrededores de la casa, ordenó los miles de libros en los estantes, acomodó todas las cosas que vinieron en el camión de mudanza y tiro otra cuantas, aprovechó para entablar una mejor relación con la vieja Ivy, exploró la casa y luego, paso sus últimos días sin responsabilidades mirando películas, oyendo música y leyendo, eso, acompañado con el clima lluvioso del lugar era el mejor plan que una joven como ella podría tener. También había husmeado un poco la casa vecina desde su balcón pero más allá de algunas luces encendidas, no había visto nada.

—Bueno — la voz de Max rompió el silencio dentro del vehículo, Savannah movió la mirada para verle, la carretera estaba mojada y eso dejaba a ser hermano pegado al volante con preocupación. Solía ser estúpido pero cuando era algo tan importante como la seguridad vial, era un nerd. —No te consigas un novio el primer día —pidio, la castaña río.

—Como si eso fuera humanamente posible, Max.

El mayor se encogió de hombros y la miró de reojo unos segundos —¿No te maquillaste?— cuestionó. Savannah negó y se tocó la cara.

—¿Porqué? — preguntó —¿Tengo ojeras?

Definitivamente si las tenía pero era normal. Aunque habían cambiado de estado, de casa y de habitación, las pesadillas seguían atormentando a la joven, incluso con más pesadez que antes. Las pastillas para dormir servían pero a mitad de la noche nada podía evitar que el rostro pálido del tal Cedric al que siempre llamaba con tanta desesperación apareciera. —Bueno, por suerte tengo esto...—dijo a la vez que sacaba el pequeño morral con maquillaje de dentro de su cartera, había aprendido a ocultar las manchas negras que adornaban sus ojos con el tiempo. 

Para cuando terminó de maquillarse lo mejor que pudo debido al movimiento del auto, la preparatoria de Forks fue visible frente a sus ojos. Estacionar fue una odisea de la cual, Savannah quiso escapar antes de tiempo pero no pudo —-¡Cuidado con ese auto!

Después de lo que fue una mini discusión, miradas de extraños sobre el auto y el incontrolable de Max arreglando su cabello, ambos hermanos bajaron del auto. Savannah se quejó por el viento helado y usando esa excusa se pegó más a su hermano mientras caminaban hacia la entrada. Las pocas personas que habían en las afueras del edificio les miraron con interés porque eran los nuevos. La nueva atracción. —¿Estoy bien? — preguntó Max, la castaña asintió sin prestarle mucha atención, su mirada recorría el edificio y los alrededores, era un instituto bastante común: edificio medianamente grande, y exteriores que parecian tener poco uso debido al clima regular del estado. Desde la noche anterior estaba nerviosa, jamás había sido muy buena con el entablar relaciones, ni siquiera formales o por cortesía.

Una vez dentro del instituto hallar la oficina del personal no les fue difícil, así como tampoco fueron ajenos de las miradas curiosas de aquellos que jamás le habían visto. Pero para Savannah ese hecho era bastante obvio: pueblo chico, infierno grande. Una amable señora les entrego un papel con sus horarios además de otro más pequeño que contenía la clave de casilleros en donde podrían dejar sus cosas. Una vez listo aquello, los hermanos comenzaron a caminar por los pasillos a la vez que la campana anunciando el inicio del horario sonaba. —Bueno, somos nuevos, es normal que no sepamos el camino...— canturreo su hermano a la vez que prestaba atención a los carteles sobre las puertas para saber cuál era realmente el salón al que debían entrar.

—Supongo. —respondío Savannah con tono dubitativo. —Lo bueno es que podemos sentarnos juntos...

—¡Ni lo pienses! — se quejó Max mientras su rostro adoptaba una mueca, Savannah elevó las cejas. —No voy a sentarme con mi hermana. —dictamino para volver a la difícil tarea de dar con el salón correcto. La castaña pensaba protestar en contra de lo que el mayor había dicho pero una exclamación de su parte le detuvo —¡Esté!— dijo antes de tocar la puerta que profesaba Biología 07.

Savannah se arregló el cabello lo más rápido que pudo, sabía que seguirían las presentaciones frente a estudiantes que no conocía. El rostro del profesor no se notaba muy amable y eso no hizo más que aumentar los nervios de la más joven. —¿Qué tal? Somos nuevos, tenemos nuestra primer clase con usted... —expreso Max con simpleza, él jamás había tenido problemas para relacionarse con los demás, era muy extrovertido. El hombre de unos cincuenta años se movió los anteojos ligeramente había abajo para verles y elevó las cejas.

—Profesor Clarke, un placer— murmuró antes de hacerse a un lado para dejarles pasar —Pueden presentarse y buscar un asiento...

Un sudor frío recorrió la espalda de la castaña cuando estuvieron en la parte delantera del salón con al menos veinte pares de ojos mirándoles. Max sonrió. —Ellos son los hermanos Morgan, son nuevos, saluden...

Un hola colectivo termino por dejar rojas las mejillas de Savannah que intento no pensar en ello. —Soy Max, venimos desde Phoenix...y, no hay mucho más para decir —bromeo, varios rieron. Uno de los jóvenes murmuró un cool por lo bajo. Savannah se movió nerviosamente en cuánto su hermano comenzó a buscar asiento, pero se presentó para librarse de esa agonía lo más rápido posible.

—Bueno, soy Savannah Morgan...— comenzó a decir mientras sus ojos se movían entre los estudiantes. Un reflejo castaño le llamó la atención entre los estudiantes justo del lado de las ventanas del salón, ella había visto ese cabello antes. Movió su mirada hacia abajo: frente pálida, cejas pobladas, ojos irrealmente dorados, nariz proporcionada y labios rosáceos. Ella conocía ese rostro —de Phoenix...— su voz quedó en el olvido y su expresión se volvió de susto, casi, como si hubiese visto a un fantasma o a un muerto levantarse de su tumba. La respiración se le atoro en el pecho y los ojos le comenzaron a picar por lágrimas que no dejarían caer allí. El joven pareció sorprendido por unos momentos también, pero Savannah no logro saber si era porque el también la conocía o solo porque le parecía una completa demente. La castaña sintió su cuerpo entumecerse como si estuviese expuesta al mayor de los peligros. Estaba dispuesta para correr.

Max miró a su hermana cuando no sintió sus pasos detrás suyo y no comprendió su estado: parecía perdida, asustada. Sus ojos estaban abiertos igual de grandes que cuando se despertaba de una pesadilla y sus labios estaban entreabiertos, pero el mayor percibió un ligero temblor en ellos. Estaba pálida, de un color casi enfermizo y sus manos sostenían con mucha fuerza las tiras de su mochila, lo notaba en sus nudillos rojos por la presión.

Los murmullos de los demás opinando sobre la repentina actitud de la joven le masacraron los oídos, así que se giró cómo pudo hacía el Profesor Clarke y pidió permiso para ir al baño con la voz temblorosa, cuando lo consiguió, salió del salón como si un asesino le estuviese persiguiendo. Comenzó a correr por los pasillos y logró milagrosamente encontrar un baño, en donde, no dudó en meterse. Se dejó caer sobre la tapa baja del inodoro y luego de respirar con la intención de calmarse   las lágrimas no tardaron en recorrer sus pálidas y frías mejillas.

Ese era el chico de sus pesadillas, de sus sueños, el que la había acompañado toda la vida sin ella haberlo pedido. Pero era real, estaba allí.

Ese hombre era Cedric.










CAN'T PRETEND | EDWARD CULLEN - CEDRIC DIGGORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora