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* escena sexual.



La música se oía estridente y el eco de la lírica aplacaba las voces. Las luces se apaciguaban en tonos rojizos, la noche se encendía, y dos cuerpos se encontraron. Las puertas trucaban su paraje y tropezaban con zapatos ajenos en la pista. El aire se les hacía escaso y casi insípido cuando sus rostros se acaloraban con la temperatura hirviente que desprendían de sus poros. Sus ojos lloriqueaban por una emoción borbotando dentro de ellos.

Necesitaban sentirse. 

A duras fuerzas pudieron entrar al baño de varones y el cerrojo fue ocluido. Se observaron con las respiraciones agitadas y la cutis bañada en sudor. Sus rostros estaban enrojecidos furiosamente en rubor y estaban en las nubes.

—Jungkook.

—Taehyung.

—Quítate la ropa —apresuraba el mayor—. Quiero verte, quiero sentirte —deliraba con los besos de Jungkook en su cuello—. Quiero tocarte.

—Tócame —se deshizo de su camisa—. No soy de nadie, pero tuyo.

Taehyung se lanzó casi en desesperación a la clavícula remarcada y este por poco rompía con brutalidad los botones la prenda del pecoso, le desabrochaba de su cinturón y antes de bajar los pantalones, descubrió como el dominante le despojó de sus jeans y ambos terminaban cubiertos en nada.

—Espera —le faltó el aire—, quédate así... —le pidió, y el castaño obedeció, alzando sus brazos para exponer su templo de pies a cabeza.

Taehyung amó; pecho agitado, labios hinchados, marcas de besos, manos inquietas, luces rojas, contraste ameno. Su longitud excitada. 

Sus piernas tambaleantes, el pequeño espacio entre sus muslos, sus delgados brazos, sus costillas como cordaje de guitarra, su plano estómago, sus caderas sobresalientes, su mandíbula perfilada. Sus huesos. Oh, sus huesos...

Con cariño y perdición se miraron, y regresaron a sus besos. Las manos de Taehyung recorrieron todo lo que de él era suyo y se fascinó con aquella figura, como si esa fuese la primera vez que lo hacía, y se maravillaba. Para Taehyung, Jungkook era su esplendor y su pureza, su inspiración.

El pecoso dirigía sus finos dedos a Jungkook y comenzó a presionar. Con su diestra masajeaba al castaño por delante y veía a este delirar, sintiendo sus piernas flaquear. 

—Lento, lento... —pidió Jungkook, siendo salvado por los muslos del pecoso en su entrepierna para no dejarle caer— No quiero que esto acabe tan pronto.

Taehyung liberó una sonrisa.

—Te amo, Jungkook —confesó repentino—, y no sabes cuánto.

Volvió a besarle con dicha y Jungkook gimió exquisito al percibir el pulgar de Taehyung palpando la cúspide. 

—Sigue, sigue.

A Jungkook le gustaba que le mimaran con halagos; Taehyung lo sabía.

—Te amo —respiró de lo corpóreo, besando sus sensibles oídos.

—¿Me amas? —su voz sonaba aniquilada, pero deliciosa.

—Te amo —volvía a repetir Taehyung, hundiendo más su falange, provocando un caos en Jungkook—. Te amo, te amo.

Las caderas del castaño se restregaban en Taehyung por mero instinto, casi salvaje, y fue ahí que Kim se dio cuenta que estaban preparados. No quería desperdiciar ni un minuto más, y acorralando al castaño, le alzó tomando sus muslos y la espalda de este chocó contra el alto espejo de pared. Jungkook tembló con el frío del cristal y su húmedo sudor se apegó al material. Las manos pegajosas de Taehyung se afirmaron de las caderas y sintió las piernas de su amante trenzarse en su cintura. Mariposas revoloteando invadieron sus órganos y se fijó en el espejo: él, de pie, envuelto en el castaño y listo para incrustarse.

caótico, libro 2 • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora