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Taehyung despertó con caricias en su cabeza. Bostezó al percibir el pequeño rayo de sol trascender por la cortina anaranjada, y se giró a encontrarse con Jihyun, quien ahora le trenzaba un mechón de su pelo con tremendo cariño, y más rayos aparecieron. 

Una sola sonrisa bastó para dedicarse un 'buen día'.

Taehyung se dejó hacer y volvió a cerrar los ojos, abordando la calma con los ronroneos que emitía el felino al lado de la chica.

—Yoona no está, Tae —ella dijo de repente y el pecoso solo se limita a asentir inexpresivo, viendo a la nada—. Y Jungkook tampoco —Taehyung no habló, así que Jihyun le miró apesadumbrada con un mohín de pena—. ¿Sabes por qué nos abandonaron?

Taehyung no quería hablar, no se sentía con los ánimos suficientes para ello. No obstante y con muchos pesares, sabía que la chiquilla merecía una explicación a la ausencia de sus otros amigos. Le costaba mirarle a esos castos ojos de muchachita, y se amargó.

—No nos abandonaron —el trenzado en sus hebras le apaciguó—. Yoona fue a buscar al padre de su bebé y Jungkook... —se relamió los agrietados labios antes de proseguir con impotencia bien oculta— Jungkook hizo lo correcto.

La castaña no formuló ni una otra pregunta, sabiendo que torcería más la curva de su boca. Por lo que se levantó y bostezó a gusto, causando carcajadas en el pecoso cuando se topó con su ombligo, pichándolo con un dedo.

—¡Ay! ¡Ay! —chilló.

—Maleducada —reprochó risueño, causando a la muchacha la satisfacción de verlo reír.

—Bueno. ¿Tienes hambre? —dio un aplauso para luego tomar en sus brazos al gato y mecerlo cual bebé— Ahora que Yoona no está, podemos dejar de comer esas sopas insípidas.

Taehyung se tapó la boca por las risotadas.

—Está bien.

—Entonces iré al Expresso-Esso por algo de comer —le aventó al minino de manera graciosa, espantando al pecoso y haciéndolo saltar para atrapar al gato—. Cuida al amigo por mí, ¿vale? Si no, te castro —bromeó y empezó a bajar la estrecha escalera.

Taehyung negó con la cabeza y pidió perdón al gato, escuchando la puerta de la primera planta cerrarse. 

Se colocó unos zapatos y una chaqueta para bajar las escalas por igual, encontrándose con más gatos regodeando por ahí. Miró el desastre de los muebles y echó una exhalación al aire, provocando un aturdimiento y tosiendo a causa del acaro acumulado en la casa. Llevó sus pasos a la vieja despensa marrón a una esquina y llamó la atención de los gatos con el simple traqueteo de las ollas y las vajillas. Más de cuatro se le habían arrimado pidiendo a maullidos por comida, y Kim se quejó de sus garras.

—¡Ya! ¡Ya! ¡Pero déjenme...!

A cada uno le regó unos granos de comida para gato sobre el suelo, culminando con las voces de los animales. 

Se fue a beber algo de agua y cayó en cuenta de la mala decisión que hizo: el mero trago de agua le recorrió como un frío la garganta y aterrizó en sus tripas, provocando un alboroto insoportable. 

—Uy...

No tengo hambre. No tengo hambre. No tengo hambre.

No quiso darle importancia y bebió otro poco; esperaría por Jihyun.

—Ah... Kookie. Vamos a pasear... 

Oh. Jungkook no estaba, y se había olvidado de ese mayúsculo y doloroso detalle.

—Ah —se golpeó la frente—, mierda —mordió fuertemente su labio, casi sintiendo el familiar sabor metálico borbotar—. Kookie, te echo de menos...

"Volveré a ti... cuando estés dispuesto a rehabilitarte conmigo."

Se sintió vulnerable y culpable. Cerraba los ojos y lo primero que veía en su mente era él. Él y sus redondos ojos curiosos. Él y su sonrisa de conejillo. Él y sus abrazos. Él y sus besos. 

Él y su amor incondicional.

Él y su perfecto cuerpo.

Se frustró, arrugando la cara cual bebé en llanto. Su cuerpo cayó como peso muerto sobre la banca y abrazó sus piernas. Solo veía el rostro más perfecto del mundo en sus pensamientos, y deliraba por tenerlo frente a él para colorearle cada lunar de su ser. 

Se sintió agobiado, tanto como para arrancar a un pobre cardenal de sus raíces y despedazarlo por completo, ahorcándose entre sus redes. 

—Jungkook... —deliró y su mirada se tornó en líneas disparatadas, doliéndole la cabeza— Mamá... —llamó por su madre y cerró los ojos— Me gusta Jungkook, mamá. ¿Qué hago? —se abrazó más a sí mismo— Tráemelo de vuelta...

Al percibir las patitas de un gato sobre sus piernas, sus ojos se abrieron de par en par, cayendo en cuenta que casi volvía a dormirse. Y fue por ello que se refregó las manos por toda la expresión de su rostro y se levantó por más tragos de agua, ignorando los ruidos que exhalaba su interior, delirando. 

No tengo hambre. No tengo hambre. No tengo hambre.

La puerta fue tocada.

Abandonó el vaso de agua sobre la baja mesa frente al banco y fue a echarle un vistazo a la ventana, pensado así ver de quién se trataba por el inusual toque. Sin embargo, la vista le falló y maldijo por lo bajo, resignándose a abrir la puerta a quien sea que fuese.

Era el empleado del Expresso-Esso.

—¿Buenos días? —trató de ser cortés, pero recelaba del ceño fruncido del larguirucho sujeto.

—Para la próxima, ustedes se desharán de estas cosas. ¿Vale? —le dedicó una sonrisa cínica y le entregó unos panfletos para retirarse echando humo por las orejas.

Taehyung se aturdió, más cuando la castaña llegó segundos más tarde agitada a la puerta con una bolsa repleta de donas en su puño.

—Yo... ¡Yo le dije...! —no se tomaba el tiempo de respirar cuando ansiaba tanto el hablar— ¡Yo le dije que no había nadie aquí! Pero no se tragó mi farsa... —rascó su nuca y observó al desconcertado Taehyung, quien le echó un ojo a los distintivos panfletos.

Lo buscaban a él. Lo buscan a ella. 

—¿Qué...? —los buscaban a ambos— ¿Qué es esto? —pasó hoja por hoja, trastornado por encontrarse con las mismas fotografías de ellos una y otra vez.

Y por esa vez, empezó a cuestionarse el sueño de Jungkook.

No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo.

caótico, libro 2 • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora