Capitulo 2 >> ¿Toby Beckham?

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La noche no era helada como alguna anterior, el aire cálido merodeaba a lo largos y ancho de las calles, como cada viernes los autos pasaban acelerados con la radio en el volumen más alto, las chicas salían entaconadas de alguna cafetería o bar de mala muerte acompañas de sus amigas, parejas o un conocido de tres tragos, me visualizaba en algún parque vacío o tomando natación en la alberca cercana, cualquier cosa menos en casa o de fiesta, sola o en compañía; irónico, paradójico.

Apenas una ligera capa de sudor cubría mis mejillas cuando la vibración del celular recorrió parte del flanco derecho.

—Hablas muy temprano —su respiración dura y forzada para mantener los cabales era en vano

—¿Dónde estás? —replicó con la furia media de su interior—. Ben está esperándote

—Entonces dile que ya sabe dónde estoy —colgué de golpe guardando el aparato nuevamente en su lugar

A pocos pasos se escontraba la glorieta de la colonia, arbustos alrededor y en medio una gran sencilla fuente de azulejo azul cielo con manchas degradadas de blanco, una banca desocupada y mi cuerpo reposando en ella.

La vista de los peatones giraba a mí, preguntándose —quizás— el por qué la solitaria estadía o la ropa demás, cuando la incomodidad comenzaba a hacerse más y más, la carrosa de la salvación había arrivado.

Con apresurados pasos abrí la puerta adentrándome y tirando las cosas en la parte de atrás.

—¿No estabas en casa cierto? —reí de lado

—Pues el ya saber dónde estábas me dijo mucho

—Disimula más tu ironía

Con tan solo segundos pisó el acelerador y en no más de veinte minutos ambos nos encontrábamos frente a la casa de la susodicha fiesta, usualmente se podía ver a los chicos tomando y fumando en las afueras de la acera, las ventanas oscuras con reflejos de luz neón de repente o inclusive un ruido alto señalando el lugar que se debía denunciar por alterar el orden y molestar al vecindario.

  —¿Seguro que era fiesta? —musité mirando alrededor, unos cuantos autos aparcados y la calle completamente vacía—. ¿o que era la dirección correcta?

—Es la tercera vez que vienes —giró a verme con un aire cansado, estresado

—En serio necesitas esos tragos —murmuré en cuanto dio el típico portazo enojado dejándome dentro aún del carro

Con la corriente de enfado recorriendo mi piel, bajé del auto antes de que terminara de dar vuelta para abrir mi puerta, a medias de mi pierna en el exterior extendió su mano, amablemente rechazada de lado, cerré la puerta y quién comenzó los pasos fui yo, escuchando sus grandes zancadas por detrás y en una sorpresa tomando mi mano con la suya.

La puerta beige rechinó al estar justo en frente, el timbre anunciando nuestra llegada sonó, al cabo de segundos el trazo de madera se abrió dejando entre ver a unas cuantas personas sentadas en el sillón de la entrada y más voces charlando en el interior.

—¡Nat! ¡Ben! vinieron —su cara decía "fuck" mientras que la voz se manifestaba atípica—. Creí que no vendrías, recién te vi el miércoles

Inocentemente mi mirada vagó hasta la de Ben denotando mi gran intención de "te lo dije" que tanto le disgustaba, pero era Benedict, ¿qué se podía hacer?.   

—Entonces, ¿no hay fiesta, ni alcohol?

—¿Para ti? ¡todo el que quieras! —exclamó abriendo más la puerta permitiéndonos el paso, alrededor de quince pares de ojos giraron a nosotros, atentos a cada paso que dábamos sin importar que estuvieran interrumpiendo sus conversaciones o lo que hicieran antes de entrar.

Otra estúpida que se enamoró del chico malo PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora