—Por un pequeño momento creí que estarías enojada y no vendrías —arrojó la gran maleta a un costado de mi lugar tomando una vez más mis mejillas entre sus manos—. Siento lo de hace rato
—Lo sorprendente aquí es que todavía sigues creyendo que me incomoda de alguna manera —realmente era yo, mi yo cansado y frustrado, a veces la adrenalina de hacer algo ridículo me absorbía y otras simplemente daban igual
La pequeña brisa soplaba refrescando las pieles de los ardientes rayos del sol que llegaban a quemar un poco, sin más palabras entre nosotros, huyó hacia el verde campo con su uniforme blanco, de la maleta a mi lado saqué una gorra verde poniéndola sobre mi cabeza, abrazando mis piernas y recargando el mentón sobre las rodillas concentré la vista en los jugadores que recién calentaban alrededor del campo, el calor comenzaba a dormirme poco a poco, entrecerrando los párpados en pequeños lapsos de tiempo, siendo sorprendida con cada silbatazo que daba el entrenador, sin darme cuenta el entramiento había terminado y con ello, dos chicos subiendo las gradas hasta mi encuentro.
—No te voy a cargar Nat, despierta —escuchaba su voz en una queja en la que sabíamos que lo queríamos—, hablo en serio, despierta
—No —hablé tragando un poco de la saliba acumulada, relajándome y acomodándo mi rostro
—Nat —insistió
Mi silencio fue más que suficiente para sentirme alzada con un brazo bajo mis rodillas y otro abrazando mis costillas, de inmediato mi cara se acomodó entre su cuello siendo arrullada con el movimiento de los pasos hasta el auto cayendo —ya adentro— en un profundo sueño.
* * *
Las voces murmuraban con mucha precaución, retiraba las lagañas de los bordes del ojo mientras se adaptaban a la poca luz entrante, recargado en el lateral de la cama estaba Ben, cu cabellera dando frente a mi mano si ésta fuera estirada, a un costado Alex jugando con sus dedos mientras balbuceaba algo difícil de entender, finalmente, frente a ambos, el rubio cenizo que me acompañó un par de minutos en el colegio.
Cerrando los ojos, con flojera de levantar mi cuerpo estiré la mano masajeando la cabellera más cercana a las palmas de mis manos, sintiendo el movimiento tomó la muñeca y plantó un suave beso sobre la parte exterior de la mano, la envolvió con la suya posándola en su hombro con un toque fuerte, una presión para mantenerla allí.
—Al fin despiertas —susurró
Acepté haciendo un extraño sonido con la garganta.
—Deja de pensar en ello —al parecer continuaba Ben, sentía el movimiento de sus cuerdas—, cálmate y distráete
—Estás nervioso, ¿qué te metiste Alex? —una preocupación se oía en el tono utilizado por el casi recién conocido Toby
—No sé, no sé —dijo casi en un suspiro exasperado—, no sé qué hacer ni cómo pagar, debo dejarlo, debo dejarlo —se repitió una y otra vez hasta soltar lágrimas, incontrolable llanto perceptible al escuchar sus saltos, mi mente se imaginaba la escena, los rostros y colores que debían decorar el momento de aquella soledad, tristeza o impotencia por la que pasaba Alex
Entre abrí los ojos mirando con detenimiento a Alex abrazar a Ben, con empatía y consuelo, siendo observado de la misma manera por Toby quien curioso miró hasta mi lugar siendo sorprendido por mi mirada sobre la suya, quedando en una sonrisa de cómplice en la que nos mantendríamos en absoluto silencio.
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Otra estúpida que se enamoró del chico malo PAUSADA
Novela JuvenilSe conocieron como el acostumbrado cliché, pero nunca se imaginaron que seguirlo los llevaría a algo más. Esta es la peculiar historia de un cliché que se hizo realidad.