- Sí, pero aún no tengo permitido salir de esta oficina – señalé la hora en la computadora – me quedan cinco minutos.
- Entonces te espero… - Sonrió. Espera, ¿qué? Estaba invitándome a comer… con ella –
- Me… ¿esperas? – pregunté confundida, sabía a lo que se refería pero no estaba segura –
- ¡Vamos!, podremos conocernos y así tu no estarías tan estresada con este trabajo y yo no estaría tan sola – mostró sus dientes con una sonrisa perfectamente conquistadora –
- Bien, sólo déjame terminar con esto y luego te acompaño.
- ¿Lista? – preguntó cuando estaba preparada para tomar mi bolso –
- ¿Dónde vas a llevarme? – pregunté entre risas nerviosas –
- ¿Has escuchado de Blue Hill? – Oh, sí. Claro que sí, jamás había entrado por que siempre decían lo carísimo que era y yo, no podía costear algo así – Podríamos ir allá, no es un viaje muy corto, pero valdrá la pena.
- Sí, creo que todos. Aunque no tengo el dinero para pagar ni siquiera un vaso de agua. – arrugué la frente y apreté los labios –
- No te preocupes, ¡yo tampoco! Pero afortunadamente, la chef en jefe es la madre de mi mejor amiga y siempre ha dicho que puedo ir a comer con quien desee, cuando quiera sólo con la condición de avisarle y bueno… ya lo hice, así que mejor sonríe y vamos a comer una rica y deliciosa cena muy cara – rió y me di cuenta de lo linda que era al reír –
Una vez que ya estábamos sentadas, el tiempo pasó muy rápido. Nos reímos bastante, y nos conocimos y ella era fascinante. Tanto por su personalidad, como por su inteligencia. Tenía veintidós años y estaba estudiando antropología forense en la universidad. Y el dato más importante de la noche para mí, fue que su ex pareja no dejaba de molestarla y que esa persona era mujer. La cena terminó tarde, eran alrededor de las once y treinta cuando decidimos caminar debido a que no podíamos terminar de hablar. Ella era inteligente, hermosa y muy interesante. Tenía piernas largas, al igual que yo. Su piel tenía un color pálido y rosado a la misma vez, sus ojos eran pequeños y expresaban mucho.
Caminamos hasta los departamentos por la calle, riéndonos sin dejar de hablar. Nos encontrábamos con la mirada de vez en cuando y ambas mirábamos rápidamente hacia otro lado y nos reíamos.
- Bueno, aquí es mi casa… - se detuvo en frente de una puerta, que estaba al lado de un pequeño almacén llamado “Bozzio”. Tenía luces rojas y brillantes que iluminaban a su puerta. Había estado por este lugar antes, ¿pero dónde era? – Es tarde, quizás podrías pasar mientras llamamos un taxi – sonrió -
- Sí, claro – respondí mientras miraba hacia arriba de la puerta, era una casa de segundo piso, de color mostaza con ventaras circulares… raro – ¿Es tuyo? – pregunté mientras ella abría la puerta, que daba a una escalera con más de quince escalones –
- No, tengo que pagar la renta todos los meses. Fue lo más barato que encontré cuando me mudé y llevo viviendo aquí alrededor de cinco años – subimos la escalera lentamente, tenía forma de L, me sirvió para explorar todas las paredes que guiaban la escalera, hasta que llegamos al final de esta, donde había otra puerta. Una blanca, simple. De esas que pueden ser derribadas con un simple golpe.
- Linda casa – comenté – hiciste lo tuyo, creo – reí despacio. Era acogedora, había un corto pasillo de paredes blancas que guiaban al living. Tenía tres sofás, uno de dos piezas que era morado y dos de una, blancos. Había una biblioteca de madera gruesa que estaba rodeada por los sofás y una mesita de café en medio. La mesita de roble, a mi parecer, llena de libros con títulos como “La psicología de la antropología”, “La vida de los antropólogos”, “La filosofía de los filósofos”. Habían alrededor de cuarenta libros que contenían las mismas tres palabras, a excepción de uno “Como ser una buena lesbiana”.
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Louise.
RomanceUna pequeña historia de amor, de dos mujeres que podrían haber dado lo mejor de la otra para salvarlo todo, antes de que cayera en pedazos. La historia, tiene su inicio desde el final, donde en el desarrollo de la narración no quedan más que recuer...