Capítulo Cuatro

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Por primera vez Poppy había logrado que el malhumorado Ramón, de ahora diecinueve años, la acompañara a una fiesta. Para asegurarse que no se sintiera incomodo, hizo una fiesta privada con sus amigos más cercanos, el Snack Pack, en su capullo.

Al principio todo era risas y juegos bobos, hasta que las gemelas llegaron con jugo de una vaya especial que contenía alcohol. Ramón no estaba muy seguro de tomarla, pero cuando vio que era bastante popular entre los adolescentes, decidió que un poco no le haría daño. Unas horas más tarde, ya todos estaban bailando en la sala de la princesa.

Como no podía faltar por parte de Diamantino, quien siempre era el que organizaba los juegos en las fiestas, convenció a todos a jugar "Diez minutos en el paraíso".

-¡Es sencillo! DJ se encargará de elegir a una chica al azar y yo a un chico, a quienes meteremos a ciegas en el armario de Poppy. Tienen diez minutos para hacer todo lo que quieran.

Todos se colocaron las vendas y se sentaron nerviosos en la sala, esperando que sea su turno. Ramón no estaba muy seguro de esto, apenas podía hablar de manera normal con otros trolls, ¡Y ahora lo encerrarían allí por diez minutos con alguien más! Definitivamente no debió aceptar jugar. Poppy en cambio estaba lo suficientemente ebria como para simplemente dejarse llevar. No era la primera vez que jugaba.

Luego de dos turnos, llegó el momento de Poppy, quien entusiasmada entró a su closet junto con el troll misterioso. Los primeros segundos después de que los dejaran completamente solos, fueron algo incomodos ¿acaso estaba sola allí adentro? Tanteó con sus manos el espacio, buscando algún contacto.

Pero incluso antes de que pudiera encontrarlo, un aroma inundó su olfato y sus mejillas se tornaron rosado oscuro. Reconocería ese perfume donde sea, su mejor amigo siempre se preocupaba por oler bien. ¡Era Ramón! Sus manos comenzaron a sudar y su cabeza dio vueltas, el alcohol que tenía en su cuerpo solo la había hecho pensar en una cosa; quería besarlo.

No podía pensar en otra cosa que ella y el, encerrados por diez minutos, nadie se enteraría de lo que sucediera, ni siquiera Ramón.

Sin dudarlo, busco la cara de su amigo para tomarlo de las mejillas y juntar sus labios. El corazón del troll gris saltó de nerviosismo y terror al sentir que finalmente estaba dando su primer beso. Al principio le costó asimilarlo, pero el alcohol lo impulsó a seguir el juego de la troll misteriosa.

Ambos saboreaban los labios del otro, cada vez más intenso, cada vez más agitados. Sus manos cada vez más inquietas, más curiosas. Y sus hormonas cada vez más alocadas.

Estaban casi desesperados, sabían que en cualquier momento se terminaría su tiempo y deberían volver a la realidad, pero no querían detener aquello. Ramón decidió explorar un poco más y bajó sus labios al cuello de Poppy donde dejó varios besos húmedos y mordió un poco aquella delicada piel.

El sonido que salió de la garganta de la troll rosada fue suficiente para que el la reconociera. Pero eso no lo detuvo, con el corazón alterado y su mente volando, siguió dándole placer a su amor platónico.

Nadie se enteraría, ni siquiera ella. 

Día de las Almas Afines [Broppy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora