Ups, no lo sabía

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Narra Temo:

Abro los ojos con algo de molestia por la luz que se filtra por las cortinas, siento un brazo que está sujetando mi cintura y hay una pierna que está entrelazada con la mía. Trato de moverme, pero no puedo, porque me están abrazando como si fuera un osito de peluche.

- Tahi – lo muevo.

- No – balbucea – un ratito más.

- No, Tahi, tenemos cosas que hacer – logro soltarme de su agarre.

- ¡Hey! – protesta - ¿A dónde fue mi osito de peluche?

Abre los ojos y me vuelve a abrazar.

- Levántate, flojo – insisto y me muevo entre sus brazos – Tenemos que ir por nuestros disfraces o si no Diego no nos dejará en paz.

- Amor, yo no quiero que esa fiesta se haga aquí, Diego podría hacerla en otro lado – reniega – Ya sabes que no nos fue bien con la última.

- Ari – le advierto.

Me suelta.

- Está bien, pero solo lo haré con una condición – se levanta y se coloca encima de mí.

- ¡Aristóteles! ¿Ahora? – cuestiono, sorprendido por su "alegría mañanera"

- Sí – mira el despertador en la mesita de noche – Todavía tenemos tiempo, Tahi.

Empieza a moverse, creando fricción entre nuestras entrepiernas. Se acerca a mi cuello y deja algunos besos, provocando que me retuerza bajo sus manos.

- Me convenciste – susurro.

Me sonríe.

- Pido estar arriba – levanta las cejas varias veces – Pero tú harás todo el trabajo, ¿me entiendes?

Asiento con la cabeza.

Nos desvestimos rápidamente y Ari se vuelve a colocar encima de mí, frotándose contra mi incipiente erección.

Estiro la mano a nuestra mesa de noche para sacar la botella de lubricante, mientras que mi novio se sigue moviendo, provocando que ambos gimamos.

Echo un poco de lubricante en mis dedos, los acercó lentamente a la entrada de Ari e introduzco uno con mucho cuidado para no lastimarlo.

- Vamos, Tahi – pide – no tenemos tiempo para eso.

No le hago caso y sigo con mi trabajo, al mismo tiempo que mi novio acaricia mi miembro.

Cuando de pronto escucho un ruido y la puerta de nuestra habitación se abre.

- ¡AHHH! – gritamos.

Sin darme cuenta, bote a Ari al ver a Diego en el umbral de nuestra puerta.

Trato de cubrirme con la sabana para evitar que Diego siga mirando.

- ¡Mis bellos y puros ojos! – grita mi amigo - ¡Me quedé ciego! ¡Voy a necesitar agua bendita para quitarme esa horrible imagen o un exorcismo!

- ¡DIEGO! – exclamamos Ari y yo.

Ari sigue en el piso y solo veo sus rulos.

- ¿Tahi? – pregunto asustado - ¿Estás bien?

- Por supuesto que no, Cuauhtémoc... Auch – dice molesto – Diego, lárgate.

Le paso la frazada que está al borde de nuestra cama y volteo a mirar a Diego que sigue con los ojos muy abiertos.

Dulce o trato - AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora