Paisaje Con Un Hada

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Los días pasaban en un ritmo lento, casi melódico, como una canción olvidada que siempre estaba en el aire. Jisung se encontraba en el claro del bosque todas las tardes, donde Renjun lo esperaba con su sonrisa tranquila y sus ojos brillantes, llenos de secretos.

Ya era casi rutinario.

Renjun sentía curiosidad por este chico humano que se aventuraba más allá de lo permitido, escapándose de las jaulas que los adultos habían construido para él.

Había algo en Jisung que le resultaba tan familiar...algo en su torpe manera de hablar, la manera en la que sus labios tiritaban temerosos antes de musitar palabras, en su risa tímida, su mirada curiosa pero ansiosa, la forma en la que batía sus pestañas al verlo que hacía que Renjun quisiera mostrarle cosas, pequeños retazos de magia.

Jisung era el sueño de Renjun.

El bosque estaba en silencio, excepto por el suave murmullo del viento entre las ramas y el leve chapoteo de un arroyo cercano. El aire tenía un aroma fresco, una mezcla de lluvia reciente y tierra mojada, y en el claro donde Renjun y Jisung estaban, todo parecía al borde de la magia.

Renjun apareció con su característico andar ligero, como si no tocara el suelo, cargando un pequeño cuenco tejido con hojas perfectamente entrelazadas, lleno de un líquido cristalino que brillaba bajo los rayos de sol que se filtraban por las copas de los árboles. La sonrisa en sus labios era traviesa, casi hipnotizante, mientras extendía el cuenco hacia Jisung.

—Bebe esto —susurró, como si el secreto del universo estuviera contenido en ese gesto sencillo.

Jisung dudó, sintiendo sus dedos delgados rozar el borde del cuenco. El líquido dentro parecía ordinario, pero en presencia de Renjun, todo se sentía extraordinario.

—¿No... no me hará daño? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

Renjun soltó una risita suave, un sonido que recordaba al murmullo de un arroyo serpenteando por entre las piedras. Se inclinó un poco más cerca de Jisung, su presencia envolviéndolo como una brisa cálida en una noche fresca.

—Confía en mí —dijo, sus ojos, que reflejaban la luz del sol como pequeños espejos dorados, fijos en los de Jisung—. Jamás te haría daño.

El corazón de Jisung se aceleró con esa afirmación, y sin saber muy bien por qué, se encontró asintiendo. Con un último vistazo al cuenco, llevó el líquido a sus labios y bebió.

Al principio, no sintió nada. Pero luego, como un suave despertar, el mundo a su alrededor comenzó a cambiar. Los colores se intensificaron, cada hoja, cada rama, cada rayo de sol cobrando una vibración desconocida. Las sombras entre los árboles se suavizaron, como si los troncos se inclinaran hacia él, no de manera amenazante, sino con una curiosa familiaridad. Las hojas susurraban con vida, brillando con un verde que nunca antes había visto, y el aire a su alrededor se llenó de una música suave que sólo él parecía poder escuchar.

Jisung observaba en silencio mientras las hojas de los árboles destellaban como esmeraldas a la luz del sol que atravesaba las copas, y pequeñas criaturas, ardillas y conejos, se acercaban a él sin miedo. Las mariposas revoloteaban a su alrededor como pequeños fuegos artificiales, sus alas tan ligeras como el viento mismo. Jisung se quedó sin aliento, maravillado.

—¿Qué... qué es esto? —susurró, su voz teñida de asombro, sus ojos escudriñando el esplendor que lo rodeaba.

Renjun, que lo observaba con una sonrisa satisfecha, se acercó más, casi imperceptiblemente, hasta que sus hombros estaban a punto de tocarse.

El bosque de los sueños: renjun centricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora