Trozos de papel VII.

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Un incómodo silencio nos rodeaba. Y para ser sincera, no sé si era yo quien estaba más nerviosa, o era él, que desde que le hice esa pregunta no se ha movido del sitio. Unos segundos más tarde, comenzó a hablar.

- ¿De donde has salido?

- Yo... estaba escondida esperándote.

Comienza a reírse mientras me mira.

- ¿Me estás diciendo que con toda la información que te he dado, no lo habías conseguido descubrir y has tenido que esconderte para saber quien era el chico con el que hablabas?- Y se ríe de nuevo.

- En realidad tenía mis sospechas, pero no estaba segura y temía hacer el ridículo si iba a hablar contigo sobre ello y resultaba que mis conclusiones eran erróneas.

- Entiendo... y has preferido esconderte durante... ¿varios días?

- Eh... sí. Sí, supongo que si.

- No te creía capaz de hacer algo así.

- Ya, bueno, ya ves.

- Entonces... ¿me darías una oportunidad?

- ¿Para qué?

- Para que me conozcas realmente.

- ¿Después de todos estos meses sufriendo por culpa tuya y de tus estúpidos amigos?

- Por dios, Joy, ya te he dicho que solo era una fachada.

- ¡Ayer te reiste en mis narices por pedirte los apuntes y cuando te los cogí me amenazaste!

- Si, bueno, lo siento.

- No sé que decirte.

- Empecemos de cero, ¿de acuerdo? Seré la misma persona que con la que hablabas por correo.

Permanecí callada por unos instantes, el tiempo justo para que el timbre sonase y comenzase a entrar gente en clase. Todos nos sentamos en nuestros respectivos sitios, pero él no dejaba de mirarme. Fingía que no era consciente de ello, pero sentía como su mirada me taladraba hasta la nuca. Intenté dejar de pensar en ello, pero fue imposible. A ver, no es que el chaval sea feo, porque no lo es. Ese pelo castaño despeinado, esos ojos cafés, esa pequeña nariz, esos labios grandes, esas mejillas cubiertas de lunares, esos hombros anchos, esos brazos fuertes, esos pectorales trabajados,  esos...

El timbre vuelve a sonar, sacandome de mis pensamientos. ¿He estado una hora pensando en él? Ay dios mio. El siguiente profesor llega y yo me vuelvo a adentrar en mis pensamientos.

Vale, ya he llegado a la conclusión de que físicamente me atrae. Si tuviera una mejor amiga, creo que me mataría por plantearme darle una oportunidad después de todo lo que me ha hecho... Pero como no la tengo, hay que apañárselas sola. Y dejando claro su físico, pensemos en como es él. Pero no como es en clase, sino en las semanas que llevaba hablando con él por correo. Es un chico estudioso, una media impresionante. Le gusta leer, es bastante simpático y me ha estado haciéndole sentir alguien importante, algo que jamás nadie había conseguido hacer. Estoy un poco confundida, una parte de mi me grita que sí, que le dé una oportunidad. Pero hay algo que me dice que no... ¿que hago yo ahora?

Lo único que consigo dándole tantas vueltas es que el profesor me llame la atención por distraerme. Ya lo pensaré más tarde. Pasan las clases y la mañana se acaba. Mientras recojo mis cosas, él pasa detrás mio y me susurra rápidamente:

- Ya lo hablaremos esta tarde.

Y se va. Me ha dejado muy descolocada. Genial, ahora me pasaré las próximas horas comiendome la cabeza por un chico. Yo... cualquiera lo diría. La rarita antisocial fichada por un chico. Aunque no sea capaz de comprenderlo, supongo que tendré que hacerme a la idea simplemente.  Más tarde, después de haber llegado a casa y haber comido, tengo su mensaje parpadeando en la pantalla, tan puntual como de costumbre.

- Y bien... ¿qué me dices?

- No lo sé, estoy aun muy confundida.

- Venga... ¿y si te digo que merecerá la pena?

- ¿Cómo puedes asegurar eso?

- Porque conseguiré que lo valga.

La semana paso muy despacio, ya que no volvimos a hablar desde entonces. El sábado por la mañana, me mando un mensaje, en el que únicamente aparecía una dirección y una hora. Mire el reloj y... ¡mierda! ¡Solo queda una hora y ni siquiera sé dónde queda eso.

Me quito la ropa y me doy una ducha rápida. Enrollo la toalla a mi cuerpo y salgo a mirar la ropa. Quiero ir guapa, pero que no parezca que he pensado demasiado en ello. Acabo eligiendo unos vaqueros ajustados grises con las rodillas al aire, un jersey de rayas blancas y negras y mi chaqueta de cuero. Me visto, me seco el pelo y me lo aliso. Un poco de maquillaje y listo. Busco por internet donde queda esa calle, y con suerte, solo esta a dos manzanas de mi casa. Cojo el bolso con el móvil, las llaves, etc. y me voy.

10 minutos mas tarde, llego al lugar indicado, pero no hay nadie. Espero, aunque no hay rastro de él. No puede ser que al final todo haya sido una broma... ¿y si ahora esta escondido en algún sitio con sus amigos riéndose de mi? ¿Y si...?

Pero no, al fin le veo aparecer entre la gente. Al llegar me dedica una sonrisa y dice:

- Siento llegar tarde, sé que no es una buena manera de empezar. Me presentaré. Mi nombre es Dylan. Es genial conocerte al fin.

- Supongo que cuando decías "empezar de cero" si que lo decías enserio- me río-. Yo soy Joy.

- Pues claro que era en serio -sonríe-.

- Bueno, Dylan, ¿cuál es el plan para hoy?

- He reservado mesa en un buen restaurante para comer dentro de media hora. ¿Vamos?

- Claro, vamos.

No estoy segura de poder decir que este fue el principio de una relación seria, es demasiado pronto para pensarlo. Pero a partir de este día las cosas fueron distintas. En clase me respetaban, él me defendía, la gente se asombraba de que pudiésemos estar juntos, pero se fueron haciendo a la idea. Gracias a él, conocí a gente e hice algunas amigas con mis mismos gustos. Aunque bueno, esa es otra historia de la que no estoy segura que queráis oír. Yo aquí me despido, he quedado con Dylan y algunos amigos para ir al cine. Quizás nos vemos pronto, nunca se sabe lo que puede pasar en la vida de alguien. Así que en vez de decir adiós... es posible que sea un hasta pronto. ¡Nos vemos!

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