Prefacio:

75 11 0
                                    

— ¡Little light! ¡Giza! —entro agitado al edificio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— ¡Little light! ¡Giza! —entro agitado al edificio. Toco el botón para que el ascensor me lleve al piso 13, donde ella se mantiene ocasionalmente. El maldito, al parecer está trabado.

No, no, no; esto es una puta casualidad. Por favor.

Corro a pesar de estar cansado luego de haberme recorrido media ciudad para llegar a su departamento. El auto se lo tuve que dejar a Mirsha, no podían irse ambas de vuelta a mi casa caminando.

— ¡Giza! —grito a pesar de que faltan varios pisos. Siempre que yo gritaba desde el porche, ella me escuchaba para alegremente bajar.

Ahora no baja.

'¿Sabes qué es lo mejor de haber sido una desinhibida emocionalmente, una perra? Es que aprendes a afinar tu ojo con el tiempo, de esta manera uno descubre que, si, aunque yo te haya jodido el corazón y vos insistís volviendo a mí... tan mierda no debo ser. Significa que valgo la pena para que alguien haga eso por mí, ¿Cierto, Cali?'

Esas palabras las soltó con tanto sentimiento, con tanto dolor ese día. Juro que la lluvia lloraba por ella.

Y lo peor era que era justo la fecha y eso la hacía sentir más culpable.

Vamos Lucecita; ¿Por qué no respondes? Si llegas a estar dormida, te cogeré tan duro contra la pared que quedarás postrada un mes entero y tiraré de ese piercing tan fuerte que sentirás que te arrebato el clítoris. No por la furia, sino por la emoción. La alegría de saber que estas bien. De que no cumpliste tu promesa, Mor.

—Hola Drago, ¿cómo andas? ¿cómo está la familia? —saluda la vecina de Giza, Ester. Gracias a ella, Kashyan aprendió Lengua de Señas y quiere dedicarse a ello.

—Bien, gracias por preguntar —me planteo no frenar ya que el tiempo es valioso en estos momentos.

— ¿Buscas a Giza? —escuchar su nombre provoca a mis pies una parálisis inmediata. Asiento y le dirijo la mirada— vino cerca de las ocho, creí que dejaba la puerta de abajo abierta por si venías, ya sabes, aprovechar el tiempo; pero cuando yo bajaba a comprarle Oreos a mi niño, un hombre vestido de policía paró en su puerta para llamarla y... —no escucho más palabras. Ahora solo queda correr.

Escalones que quitan vida.

Risas ajenas que me traen amargura.

Ver su puerta abierta que consume mi alma completamente suya.

No.

Giza.

Little light.

Lucecita, por favor.

— ¿Lucecita? —entro en su departamento. La llave no se ve forzada, por lo que supongo, ella abrió la puerta creyendo que era yo.

Estúpido de mi parte no acompañarla, maldita mierda.

La televisión está prendida, corro al sillón con la esperanza de verla allí. No está.

En el living se encuentra su celular desbloqueado. Ella tiene programada la pantalla iluminada siempre, que no se apague nunca. Pero deduzco por mis llamadas, que hace cuarenta minutos no lo toca.

Por favor Dios; llevame a mí. Ella no. Por ella todo lo pago yo. Quiero que siga siendo así.

Se me ocurre que está durmiendo, que simplemente olvidó colocar llave a la puerta y se fue a dormir. O peor aún, que me esté montando los cuernos con el tipo policía; que se retuerza de placer y pida a gritos más de él... lo que sea, pero que esté bien.

'¡Deja de ser un terco ya! ¡Lo haré y punto! ¡No entra en discusión! Como dijiste hace unos meses: Yo, por vos, convergente. La única diferencia es que yo lo cumpliré. Ahora'.

Nuestra última pelea... hace una hora.


Por vos, convergente [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora