Desperté en mi cama empapada de sudor y con la respiración agitada.
Una pesadilla, pensé.
Después de asearme un poco y vestirme me dispuse a bajar las escaleras. Abajo estaban mamá y Danna, mi hermana pequeña.
-Buenos días, cielo -dijo mi madre dedicándome una sonrisa-.
-Buenos días, mamá -respondí devolviéndosela-.
Danna se bajó de la silla y corrió hacia mí para darme un abrazo mientras me daba los buenos días.
-¡JANE! -exclamó-
Me encantaba lo contenta que se ponía al verme, era algo que de cierta manera me daba energía cada mañana.
Mamá esbozó una tierna sonrisa al ver la escena.-Aquí está tu desayuno -dijo-
-Graciaas -dije-.
-De nada pero date prisa, en 15 minutos salimos.
Solté un bufido bastante extraño del que hasta yo misma me sorprendí. Danna se río y mamá me miró seria, intentando contener la risa.
-Está bien -tanteé-
Cuando salimos a la calle nos dirigimos al coche, yo me senté en el asiento delantero del copiloto y me abroché el cinturón de seguridad. Mamá y Danna hicieron lo mismo.
Durante el viaje me límite a mirar por la ventana y a escuchar música. Mientras, mamá y Danna hablaban sobre algo que a penas escuchaba a causa de los cascos.
Cuando llegamos mi madre aparcó el coche y nos bajamos.
Papá nos estaba esperando.-BUENOS DÍAAAS -dijo mientras nos abrazaba a las tres-.
-Buenos diaas -dijimos las tres al unísono-.
No sabía exactamente hacia dónde íbamos hasta que papá se detuvo delante de su coche y nos pidió que subiésemos.
-¿A dónde vamos? -preguntó Danna-
-Es una sorpresa pero os va a encantar, ya lo veréis -contestó papá-
El camino se estaba haciendo largo y sin darme cuenta me sumergí en mis pensamientos. Yo también me preguntaba a dónde íbamos y era difícil imaginarse el lugar habiendo tantas posibilidades, con papá nunca se sabía, él en sí era como una pequeña caja de sorpresas de las que nunca se sabe lo que saldrá, pero la verdad era que siempre acertaba, así que no me preocupé mucho por el lugar.
Por otra parte no podía dejar de pensar en la beca para la universidad.
Tenía miedo de no tener el nivel suficente para entrar porque si no lo conseguía habría echado a perder diecisiete años de mi vida y eso no era algo precisamente agradable después de pasar años estudiando en vez de "divertirme".
Odiaba depender de una estúpida nota para asegurar un futuro, era algo a lo que no encontraba un sentido alguno.De repente, papá detuvo el coche sin más.
Mamá, Danna y yo miramos a la vez por la ventana.
Jamás había visto un lugar tan precioso como aquel. Había una infinidad de árboles que se iban difuminando en el horizonte. Las hojas que caían lentamente de los árboles le daban un toque precioso al paisaje.-¿Os gusta? -preguntó papá.
-¡CLARO QUE SÍ! -exclamó Danna muy entusiasmada-.
Y todos reímos.