Me había quedado dormida, lo cual indicaba que probablemente llegaría tarde a la universidad.
Maldita sea.
Cuando llegué a la universidad las puertas ya estaban cerradas pero por suerte el conserje, como de costumbre, se apiadó de mí y decidió dejarme pasar.
Después de entrar y subir las escaleras, la puerta de la clase estaba cerrada, lo cual indicaba que ya había comenzado la clase.
Genial -pensé-.
Tuve que llamar a la puerta e interrumpir la clase.
-Lo siento -dije- ¿Puedo pasar? -continúe-.
-Vaya Jane, qué sorpresa -dijo la señorita Kris con tono sarcástico- Pasa.
-Gracias. -dije-
Odiaba llegar tarde, todas las miradas se posaban en mí y me convertía en el centro de atención.
Los asientos de la parte trasera de la clase estaban ocupados así que no tuve más remedio que sentarme en uno de los asientos que quedaba delante.
-Tienes un mechón de pelo fuera -me sobresaltó de repente una voz masculina-
-Oh, gracias. -respondí desconcertada mientras me rehacía rápidamente el moño-.
-De nada -dijo esbozando media sonrisa-.
Yo se la devolví.
En la hora del descanso entré a la cafetería e intenté buscar con la mirada a Chantal, mi mejor amiga, pero me fue imposible, había demasiada gente.
Chantal no era ni alta ni baja, como yo. Tenía el pelo negro liso y bastante largo, la envidiaba por ello.
Sus ojos eran de un marrón profundo como el café y su piel era morena aunque no mucho. Además era la persona mas optimista que probablemente había conocido en toda mi vida, siempre intentaba buscar la más mínima huella para sacar algo positivo de las cosas.
-Me ayudas? -dijo una voz masculina detrás de mí- No conozco esto muy bien, soy nuevo -aclaró-.
Para mi sorpresa cuando me di la vuelta para ver quién era, resultó ser el mismo chico que me había dicho esta mañana que tenía un mechón de pelo fuera del moño.
-Tú otra vez -le espeté casi sin darme cuenta.-
-¿Te molesto o simplemente eres así?-preguntó-
-¿Así... cómo? -regateé-.
-No sé, cortante supongo.
Me sorprendió que me lo dijese de forma tan directa y creo que lo notó.
-Lo siento. -se disculpó-.
-No es nada tienes razón, perdona. -le dije-.
Río.
-No me he presentado, soy Ben, ¿y tú?
-Yo soy Jane.
-Jane -repitió pensativo-.
Ben era alto con el pelo castaño liso, tenía unos ojos color miel que resaltaban con su tono de piel blanca, ligeramente bronceada. No era muy robusto pero tampoco muy delgado, era más bien un término medio.
También tenía la mandíbula muy marcada y al sonreír, la comisura de sus labios se torcía levemente hacia el lado izquierdo de la cara.
He de admitir que me pareció una bonita forma de sonreír.
-¡JANEEEEE! -gritó alguien- Dios mío Jane, llevo todo el descanso buscándote ¿dónde te habías metido?
Era Chantal.
-Yo también te estaba buscando pero había demasiada gente como para encontrarte -le contesté-.
-Y por lo que veo te has distraído un poco mientras me buscabas. -me respondió mientras arqueaba levemente las cejas y miraba a Ben-.
-Hola, soy Ben -se presentó-.
-Bueno, en realidad sólo me ha pedido ayuda porque es nuevo -le dije a Chantal-
-Hola, yo Chantal -contestó-. Vaya, pues eso sí que es un problema -me contestó a mí-.
-Un placer -continuó diciéndole a Chantal- Pero es igual, no os preocupéis. -dijo mientas se tocaba la nuca- Y se fue.
-Adiós -se despidió Chantal-.
Ben se giró y le dedicó una sonrisa.
No parecía enfadado pero supongo que se sintió incómodo o algo así.
-Vaya Jane, te dejo sola un descanso y te los echas a todos encima -dijo Chantal mientras me daba codazos-.
-No exageres, era un chico y sólo necesitaba ayuda. -le contesté sin evitar reírme-
A Chantal le encantaba exagerar cualquier cosa y eso siempre me hacía reír.
Me encantaba la facilidad que tenía para relacionarse con los demás, a diferencia de mí.
En realidad Chantal era todo lo contrario que yo. A veces me pregunto cómo personas tan distintas pueden llegar a congeniar tanto, pero en el fondo lo agradecía porque ella era mi gran apoyo y era genial tenerla como amiga.
Sonó el timbre y Chantal y yo nos despedimos.
-No te distraigas mucho en clase -me dijo con una sonrisa pícara-.
Le hice un amago de puñetazo en la tripa y las dos nos reímos.
