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En que Googie ve el ojo de la tormenta

Así que lo dije.

Lo dije y me resultó más fácil de lo que esperaba, más fácil de como debería haber sido. Hubo un momento esa noche, cuando entró en mí por primera vez, que me sentí más lleno que nunca. No trato de ser gráfico ni nada, porque no necesariamente lo digo en el sentido sexual. Bueno, sí, supongo que en cierto modo lo digo en ese sentido, ya que noté un pellizco y después dolor, pero luego lo superé y fue como si flotara sobre mí mismo, separado y elevado. Solo tenía una vaga sensación de lo que me estaba ocurriendo, pero después una oleada me sacudió de los pies a la cabeza, regresé de golpe a mi cuerpo y lo capeé en medio de una confusión de jadeos y manotazos. Cuando me corrí (sin tocarme siquiera, ¿cómo es posible?), algo estalló en mi interior al disparar hacia mi pecho, y mi cerebro, ebrio de placer, solo podía pensar en Dios creando el universo. Primero no había nada y después existía todo. Minnie me sujetó mientras mi cuerpo se balanceaba y se sacudía, y por primera vez me di cuenta de que existen los terremotos buenos, que mientras dispongas de algo con lo que anclarte a ellos, el movimiento del mundo puede ser algo maravilloso. Todavía me daba un miedo atroz, pero no estaba dispuesto a dejar que eso me lo arrebatara. Ya no.

De modo que rápidamente e inevitablemente, los días pasaron.

Minnie mantuvo su promesa y no intentó presionarme en nada. Creo que es debido a que Tae tenía razón, que Minnie solo necesitaba oír qué era lo que sentía realmente por él. Cualquier tensión que persistiera se esfumó, y pudimos descubrir qué habíamos querido decir cuando habíamos vocalizado nuestros sentimientos recíprocos. No transcurrió ni un solo día, tanto si nos peleábamos como si no, sin que yo no supiera lo que él sentía por mí. Intenté asegurarme de que él pensara lo mismo.

Reflexionaba a menudo en lo distinto que fue para mí y él de como había sido para mí y Chungha.

Aún recordaba la primera vez que le había dicho a Chungha que la quería. Teníamos quince años, fue dulce y lo dije de verdad, con toda la sinceridad con que un chico de quince años podría decirlo.

Ella me había obsequiado con una sonrisa, luego me pellizcó en el brazo y me dijo que ya lo sabía.

Entonces me sentí en la cima del mundo. Con Minnie, sin embargo, superé la cima mucho tiempo atrás.

Ignoraba que una persona pudiera sentir tantas cosas por otra sin llegar a estallar.

Como he dicho, Minnie mantuvo su promesa, y por más que sabía que seguramente eso le suponía una carga, no podía menos que admirar su paciencia. Yo, en su lugar, probablemente me habría echado a patadas una y otra vez. No me interpretéis mal: todavía se exasperaba a veces, en momentos en los que me dejaba llevar por el pánico y estaba seguro de que todo el mundo estaba enterado de lo nuestro y murmuraba a nuestras espaldas. Pero ya nunca vi esa sombra atravesar su rostro desde aquella noche en la playa. Yo había sido el que la había causado, y era el único que habría podido llevársela.

Durante los dos meses siguientes mi vida cambió, de maneras que nunca había creído posibles.

Tae regresó de su acampada el domingo siguiente a la cita más calamitosa a la que había comparecido nunca. Hablé con él infinidad de veces durante su excursión, y por más que él preguntó, me negué a contarle lo ocurrido. Me gritaba al teléfono y exigía hablar con Minnie. Yo me despedía y colgaba. Al cabo de unos segundos sonaba el móvil de Minnie, y Tae seguía quejándose al ver que también contestaba yo. Aquel domingo Minnie y yo fuimos a casa de los Kim y nos hizo gracia ver a Tae sentado en el bordillo junto a sus bolsas, con el ceño fruncido y sacudiendo la rodilla con impaciencia.

Dos hombres y un niño↬ jikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora