Parte 3

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Todo estaba oscuro, su radio de visión se limitaba a un metro en cualquier dirección que mirara. No oía nada. Sentía como un pesado líquido lo cubría hasta las rodillas, olía a agua de mar, pero se sentía denso, como si fueran arenas movedizas, no podía andar por más que lo intentara. Buscaba algo, ¿Pero que era? La humedad se impregnaba en su ropa y esta se adhería a su piel, respirar se volvía cada vez más difícil, al inspirar lo único que lograba era que el sabor a sal y metal se embebiera en su boca. Buscaba y buscaba con la mirada eso que tan desesperadamente quería encontrar, su frecuencia respiratoria aumentaba, pero el aire no parecía llegar a sus pulmones. Sus ojos se fijaron en un extraño objeto que parecía flotar en su dirección. Intentó enfocar sus ojos, pero no logró ver lo que era hasta que estuvo frente a él. Extendió su mano hacia el extraño objeto, el cual lentamente giró para revelar su identidad, una cabeza cercenada. De repente sus oídos se destaparon y el ruido del mar furioso inundó su cabeza, se encogió y llevó sus manos hacia sus oídos, pero el ruido no provenía de afuera, sentía que su cabeza en cualquier momento estallaría.

Volkov despertó bañado en sudor, y con la respiración agitada. Alterado, se sentó y miró a su alrededor para comprobar su paradero, estaba en su cama. Ya hacía un tiempo desde la muerte de Torrente, y el comisario aún pasaba noches sin dormir por las pesadillas.

Miró el reloj ubicado en la mesa de noche, eran cerca de las cuatro de la mañana. Secó el sudor de su frente con el dorso del antebrazo dejándose caer rendido hacia la cama, cubriendo sus ojos con el mismo brazo con el que secó su cara. Se mantuvo en esa posición por un tiempo que le pareció una eternidad, al ver que no sería posible volver a dormir decidió darse una ducha caliente para relajarse.

Se levantó de la cama, y con un caminar pesado se dirigió hacia el baño, rápidamente se deshizo de su ropa, abrió el grifo y esperó unos segundos a que el agua se calentara. Una vez alcanzó la temperatura deseada, se metió a la ducha manteniéndose de pie con el rostro directamente bajo el chorro. Su mente estaba vacía, pensaba que era mejor mantenerla así. Pasaron varios minutos y el ruso salió del baño con una toalla blanca amarrada a la cintura.

De vuelta en el dormitorio caminó hacia el armario, sabía que no podría volver a dormir, por lo que decidió salir a caminar. Mientras miraba sus camisas colgadas pulcramente una al lado de la otra, se distrajo con la imagen de un hombre que lo observaba con ojos vacíos, su rostro carecía de expresión alguna, y sin embargo, veía perfectamente como su corazón sangraba. Volkov cubrió el espejo con la toalla que lo envolvía.

Vestido con pantalones de mezclilla negros, botas militares, camiseta negra y chaqueta de cuero negra caminaba por las solitarias calles de Los Santos atravesando el vaho que dejaba su respiración por las bajas temperaturas, pero el frio no era problema para él. No se veía un alma por las calles, solo la gente que pululaba sin rumbo alrededor del bar Tequila-La-La, esa gente que había pasado la noche ahogando sus penas en alcohol, ese no era el plan de Volkov, si quisiese embriagarse lo podía hacer en su propio departamento, solo necesitaba despejar su mente.

Caminó cerca de media hora sin curso hasta que el vacío de su estómago se hizo evidente, miró la hora en su teléfono, eran las cinco de la mañana, el sol comenzaría a salir pronto. De vuelta en su departamento abrió la alacena en busca de algo de comer, pero estaba casi vacía, no se había dado el tiempo de comprar comida en un buen tiempo y no podía seguir aplazándolo, si lo hacía, moriría de hambre. Suspiró. Al ser día sábado el mercado no abriría hasta las ocho, mientras tanto se tuvo que conformar con la última rebanada de pan blanco que quedaba.

Tres pisos más abajo, Horacio despertó con el sonido del despertador taladrando sus oídos, ya era hora de cambiar de tono, pensó mientras apagaba la alarma de mala gana. Frotó sus ojos con el dorso de su mano y contempló la pared por unos minutos, sus ojos lentamente deambularon a sus manos que descansaban sobre sus rodillas, el esmalte negro que llevaba se estaba descascarando. Con un gruñido decidió levantarse de la cama para tomar una ducha. Veinte minutos pasaron cuando por fin salió del baño para vestirse. Eligió ropa comoda y ligera, un sweater oversized blanco con detalles azules combinado con una polera blanca que leía Gucci justo en medio y un pantalón blanco ajustado con un cinturón negro para completar el conjunto. Lo último que le faltaba era arreglar su famosa cresta, para ello estuvo otros veinte minutos en el baño antes de declarar que su apariencia era lo suficientemente resplandeciente como para seguir con su día.

Volkacio Soft AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora