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Fue un dolor más fuerte que ningún otro que hubiera sentido en toda su vida. Al llevarse lasmanos a la cara la varita se le resbaló de los dedos. Se le doblaron las rodillas. Cayó al suelo y se quedó sin poder ver nada, pensando que la cabeza le iba a estallar. Desde lo lejos, por encima de su cabeza, oyó una voz fría y aguda que decía: —Mata al otro.
Entonces escuchó un silbido y una segunda voz, que gritó al aire de la
noche estas palabras:

—¡Avada Kedavra!

A través de los párpados cerrados, Harry percibió el destello de un rayo de luz verde, y oyó que algo pesado caía al suelo, a su lado. El dolor de la cicatriz alcanzó tal intensidad que sintió arcadas, y luego empezó a disminuir. Aterrorizado por lo que vería, abrió los ojos escocidos. Cedric yacía a su lado, sobre la hierba, con las piernas y los brazos extendidos. Estaba muerto. Durante un segundo que contuvo toda una eternidad, Harry miró la cara de Cedric, sus ojos abiertos, inexpresivos como las ventanas de una casa abandonada, su boca medio abierta, que parecía expresar sorpresa. Y entonces, antes de que su mente hubiera aceptado lo que veía, antes de que pudiera sentir otra cosa que aturdimiento e incredulidad, alguien lo levantó. El hombrecillo de la capa había posado su lío de ropa y, con la varita encendida, arrastraba a Harry hacia la lápida de mármol. A la luz de la varita, Harry vio el nombre inscrito en la lápida antes de ser arrojado contra ella:

TOM RYDDLE


El hombre de la capa hizo aparecer por arte de magia unas cuerdas que
sujetaron firmemente a Harry, atándolo a la lápida desde el cuello a los tobillos. Harry podía oír el sonido de una respiración rápida y superficial que provenía de dentro de la capucha. Forcejeó, y el hombre lo golpeó: lo golpeó con una mano a la que le faltaba un dedo, y entonces Harry comprendió quién se  ocultaba bajo la capucha: Colagusano.

—¡! —dijo jadeando.

Pero Colagusano, que había terminado de sujetarlo, no contestó: estaba demasiado ocupado comprobando la firmeza de las cuerdas, y sus dedos temblaban incontrolablemente hurgando en los nudos. Cuando estuvo seguro de que Harry había quedado tan firmemente atado a la lápida que no podía moverse ni un centímetro, Colagusano sacó de la capa una tira larga de tela negra y se la metió a Harry en la boca. Luego, sin decir una palabra, le dio la espalda y se marchó a toda prisa. Harry no podía decir nada, ni podía ver

Tan solo hablan pasado unos cuantos minutos, que para todos parecían horas.

Sakura en la grada seguia con ese presentimiento malo, no podía sacarse el sabor amargo de su boca. Aún faltaba pero esperaba que ambos regresaran con vida. Su estado de ánimo decayó muchísimo.

Saku

Todo estará bien

—Sinceramente no lo creo, me siento fatal.

—Son los nervios

— Además que estas preocupada— Ellos la abrazaron intentando consolarla pero esta vez no funcionó, Bill miraba a sus hermanos y a la pelirosa, le agradaba lo que veía, pero aún así el también estaba preocupado, se había alargado mucho la última prueba.

Los clones desaparecieron  para su suerte ya tenían toda la información que buscaban, Sakura tenia razón. La pelirosa miró a sus compañeros, y estos asintieron.

'Lo haremos al final de la prueba, manténganse alertas'

—Fred, George...

Que sucede Saku?

Se acuerdan lo que me dijeron de que cuando me sintiera lista les iba a decir que era lo que pasaba, cuando volvimos de la segunda prueba?— Ellos lo pensaron un momento y asintieron — Bueno, sucede que al igual que neji y Shika estamos en una misión, la misión es proteger a todos en la escuela por el torneo, pero dado lo sucedido en el torneo de quidditch yo le pedí a Dumbledore-sama, también cuidar a Harry... resulta que descubrimos algo muy grande, y al final de esta prueba, desapareceré para completar la misión, y cuando nos veamos de nuevo, le contaré cada detalle... confian en mi?— ellos se quedaron callados a la nueva información recibida, el silencio perduró unos minutos más hasta que ambos la abrazaron nuevamente.

Confiamos en ti con nuestras vidas

—Solo ten cuidado, tienes que entender.

—Que eres importante para nosotros

—Y no queremos perderte.

—Lo se, yo tampoco quiero perderlos — ella los abrazo con más fuerza. En el cementerio donde se encontraba harry todo iba en mal en peor.

El hombre delgado salió del caldero, mirando a Harry fijamente... y Harry
contempló el rostro que había nutrido sus pesadillas durante los últimos tres años. Más blanco que una calavera, con ojos de un rojo amoratado, y la nariz  tan aplastada como la de una serpiente, con pequeñas rajas en ella en vez de orificios.

Lord Voldemort había vuelto.

La túnica de Colagusano tenía manchas sanguinolentas, pues éste se había envuelto con ella el muñón del brazo.—Señor... —rogó con voz ahogada—, señor... me prometiste.. me prometiste...

Levanta el brazo —dijo Voldemort con desgana.

—¡Ah, señor... gracias, señor...!
Alargó el muñón ensangrentado, pero Voldemort volvió a reírse.

—¡El otro brazo, Colagusano!

—Amo, por favor... por favor... —
Voldemort se inclinó hacia él y tiró de su brazo izquierdo. Le retiró la
manga por encima del codo, y Harry vio algo en la piel, algo como un tatuaje de color rojo intenso: una calavera con una serpiente que le salía de la boca, la misma imagen que había aparecido en el cielo en los Mundiales de quidditch: la Marca Tenebrosa. Voldemort la examinó cuidadosamente, sin hacer caso del llanto incontrolable de Colagusano.
Ha retornado —dijo con voz suave—. Todos se habrán dado cuenta... y
ahora veremos... ahora sabremos...
Apretó con su largo índice blanco la marca del brazo de Colagusano.
La cicatriz volvió a dolerle, y Colagusano dejó escapar un nuevo alarido. Voldemort retiró los dedos de la marca de Colagusano, y Harry vio que se había vuelto de un negro azabache. Luego de unos momentos El aire se llenó repentinamente de ruido de capas. Por entre las tumbas,
detrás del tejo, en cada rincón umbrío, se aparecían magos, todos
encapuchados y con máscara. Y uno a uno se iban acercando lenta,
cautamente, como si apenas pudieran dar crédito a sus ojos. Voldemort
permaneció en silencio, aguardando a que llegaran junto a él. Entonces uno de los mortífagos cayó de rodillas, se arrastró hacia Voldemort y le besó el bajo de la negra túnica.

Señor... señor... —susurró.
Los mortífagos que estaban tras él hicieron lo mismo. Todos se le fueron acercando de rodillas, y le besaron la túnica antes de retroceder y levantarse para formar un círculo silencioso en torno a la tumba de Tom Ryddle, de forma que Harry, Voldemort y Colagusano, que yacía en el suelo sollozando y retorciéndose, quedaron en el centro. Bajó la vista hacia éste, que seguía sollozando.

No volviste a mí por lealtad sino por miedo a tus antiguos amigos.
Mereces el dolor, Colagusano. Lo sabes, ¿verdad?

—Sí, señor —gimió Colagusano—. Por favor, señor, por favor...

—Aun así, me ayudaste a recuperar mi cuerpo —dijo fríamente Voldemort, mirándolo sollozar en la hierba—. Aunque eres inútil y traicionero, me ayudaste... y lord Voldemort recompensa a los que lo ayudan.— Volvió a levantar la varita e hizo con ella una floritura en el aire. Un rayo de lo que parecía plata derretida salió brillando de ella. Sin forma durante un momento, adquirió luego la de una brillante mano humana, de color semejante a la luz de la luna, que descendió y se adhirió a la muñeca sangrante de Colagusano. Los sollozos de éste se detuvieron de pronto. Respirando irregular y entrecortadamente, levantó la cabeza y contempló la mano de plata como si no pudiera creerlo. Se había unido al brazo limpiamente, sin señales, como si se hubiera puesto un guante resplandeciente. Flexionó los brillantes dedos y luego, temblando, cogió del suelo una pequeña ramita seca y la estrujó hasta convertirla en polvo.

Señor —susurró—. Señor... es hermosa... Gracias... mil gracias. —
Avanzó de rodillas y besó el bajo de la túnica de Voldemort.

Que tu lealtad no vuelva a flaquear, Colagusano —le advirtió Voldemort.

No, mi señor... nunca.

Colagusano se levantó y ocupó su lugar en el círculo, sin dejar de mirarse la mano nueva.

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