Día 62

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Día 62

Llevaba una hora en el sofá, la casa estaba en silencio, demasiado silencio.
Ella se debatía entre quedarse en el sofá y dormir a la espera del día, puesto que cualquier cosa, sería mejor resolverla con algo de luz, después de todo, no conocía el espacio ni las salidas. También pensó en regresar por el camino que siguió desde la puerta del sótano hasta allí, sin embargo, recordó al señor Garrido ponerle llave al candado.
Entendía que quisiera mantener a salvo a su familia, pero por otro lado, Mercedes llevaba tiempo con ellos, seguramente habría abogado por ellos, aunque sea por Milton y ella; debió haberles dicho que eran de fiar.
Sin darse cuenta en qué momento, se sentó en el sofá y pudo deducir que las habitaciones estaban en la segunda planta, también, recordando la ubicación de los espacios en su casa, imaginó que la cocina debía estar al frente y que desde allí, sería dónde el señor Garrido vió a los infectados hacía algo más de una hora.
Tanteando en la oscuridad, avanzó gateando, para de ese modo, evitar golpear cualquier cosa que estuviera por debajo de sus rodillas y sintió el cambio de temperatura y textura, al pasar del piso de madera al de azulejos de la cocina, dónde además, había un olor desagradable y fuerte.
- ¿Qué será eso? - Se preguntó, el aire estaba como abombado, denso. - Algo podrido. - Pensó y guiada por los cajones de la alacena, se puso de pie, apenas distinguía algo de luz, filtrarse a través de una cortina y la sujetó con los dedos índice y medio de su mano derecha, dispuesta a deslizarla, cuando escuchó pasos, muy suaves, pero el silencio era tan profundo, que el rechinido de algunos escalones, era perceptible, gracias a que ella estaba despierta, puesto que de haberse dormido, no lo hubiera escuchado.
De pie y de memoria, se dirigió al umbral de entrada de la cocina y pudo ver el haz de luz de una linterna que descendió desde las escaleras, la señora Garrido iba por delante, sosteniendo un martillo y entonces se refugió detrás de la pared y observó como la señora llegó junto al sofá y se exaltó al no encontrarla.
- No está. - Exclamó y en un rápido movimiento el anciano guió el haz de luz de la linterna hacía la puerta del sótano, reflejando fugazmente su propia imagen en un gran espejo de la pared, lo suficiente, como para que Clara viera que empuñaba su rifle, aquel que ya parecía ser una extensión de si mismo.
Con mucho cuidado, Clara cerró la puerta de la cocina, mientras escuchaba a los ancianos llamándola con fingida dulzura en su voz.
Se apresuró hasta la cortina y la corrió, la tenue luz que se filtró, le dejó descubrir una mesa cuadrada en mitad del ambiente, pese a no ser muy grande, pues cabían muy justo, cuatro personas. Si era lo suficientemente pesada como para que pudiera levantarla, así que tuvo que arrastrarla, lo que provocó que la fricción entre las cuatro patas de madera y la cerámica del piso, produjeran un chillido agudo.
- ¡En la cocina! - Gritó el señor Garrido y Clara se apresuró a empujar la mesa hasta la puerta, trabajando la misma, mientras la anciana golpeaba con insistencia.
- Cariño, abre la puerta. - Pedía con calma, pero Clara continuaba buscando en penumbras una salida.
Descubrió que el hedor provenía del lavado lleno de agua y con carne sumergida, aunque la parte que estaba en contacto con el aire, ya se veía bastante descompuesta y reconoció que se trataba de partes de una pierna y se llevó la mano a la boca para no gritar, retrocediendo y en un rincón, reconoció las ropas de Mercedes.
Los golpes a la puerta iban con más fuerza ahora y escuchaba murmullos iracundos a su esposa, por parte del señor Garrido.
Clara abrió los cajones y tomó un cuchillo de cocina de gran tamaño, pero también vio un martillo de esos que se usan para triturar papas y lo tomó de inmediato, corrió a la ventana y usó el pisa papas para golpear los tablones y desclavarlos.
- Deja de hacer ruido, puta de mierda. - Gritó la señora Garrido.
- Hazte a un lado.- Ordenó su esposo y disparó a la puerta, haciéndole un agujero, por el cual asomó su rostro, como en aquella película de Jack Nicholson. - Hija de tu puta madre. - Soltó al verla sacar un tercer tablón a todas prisas y el señor Garrido metió su mano por el agujero tratando de alcanzar el picaportes, pero Clara ni siquiera volteaba a verlo, sabía que no tenía un segundo que perder y gracias a eso, pudo salir antes de que la pareja de ancianos siquiera pudiera entrar.
- Por la puerta. - Dijo la señora Garrido y fue lo último que Clara escuchó antes de saltar al exterior.
Gateó hasta los arbustos, viendo cómo media docena de infectados aparecían al final de la calle, atraídos por el disparo, escuchó a los viejos maldecirla, mientras luchaban por llegar a la ventana abierta, que al parecer, era un cartel luminoso para los infectados.
Clara se mantuvo quieta, viendo cómo pasaban cerca y más se sumaban a la carrera, sin reparar en ella.
Los infectados se colaban por la ventana abierta al interior de la cocina, trepando como atletas. Escuchó ruidos de la mesa siendo corrida, disparos, los gritos de la señora Garrido y en mitad de la calle, un infectado de pie, que abriendo sus brazos soltó un alarido que atrajo a muchos más, rompiendo ventanas, puertas, entrando por cada lugar posible a la propiedad.
Estaba rodeada y sin embargo, aún no reparaban en su presencia.
Al cabo de unos minutos, el solitario infectado se sumó a los demás y la calle quedó despejada, todos los contaminados cercanos, habían sido atraídos por el "Aullador", tal y como Clara lo bautizó en su mente.
Cuando se sintió segura, avanzó agazapada a través del jardín de la señora Garrido, hasta poder rodear la casa, solo pensaba en llegar a la entrada lateral del sótano, reunirse con Hugo y Milton hasta que todo pase en la seguridad de su prisión, pero su corazón se detuvo al ver las puertas abiertas y apresuró el paso, trastabillando por la desesperación y al asomarse, pudo ver a varios infectados, aún excitados, merodeando, como olfateando en el aire, tirando todo a su frenético paso.
La cerca de madera lindante a la casa del vecino, tenía algunos tablones salidos y Clara se coló por la abertura hasta salir al patio, con una enorme alberca.
Volvió a ponerse de pie, pues de encontrar más de esas cosas, ganaría segundos al empezar a correr.
Cuando pasó junto a la piscina,pudo ver tres cuerpos en el fondo, inertes. Sin embargo uno de ellos levantó su cabeza y al verla, trató sin buena coordinación,de moverse, pero le era imposible y sus dos compañeros al percatarse de su presencia, también trataban sin éxito de moverse.
La puerta trasera de la casa, estaba abierta, volteó a ver la cerca vecina y esta era de ladrillos y alcanzaba los dos metros de alturas, si conseguía sortearla, podría un buen obstáculo entre ella y esas criaturas, son embargo, una idea cruzó por su mente, o dos...
¿Y si Milton y Hugo habían conseguido escapar y cruzaron a través de esa casa?
Claro que la posibilidad de que la casa sea solo otra trampa mortal, cruzó por su cabeza y estaba ensimismada en estos pensamientos cuando escuchó un aullido desgarrador.
- Maldición. - Pensó al ver al Aullador del otro lado de la cerca, llamando a la horda hacia ella.

Recuerda que tus decisiones influyen en el desarrollo de la historia y en la percepción que los demás personajes puedan tener sobre la protagonista.

¿Qué harás lector?

A) Trepas la medianera de ladrillos, dejando atrás a la horda.

B) Te arriesgas a entrar a la casa.

Zombid 19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora