Día 66

7 1 1
                                    

Día 62

Corrió al interior de la casa mientras los infectados se colaban corriendo por la abertura en la medianera y algunos de ellos, en su loca carrera,caían en la alberca, para ya no poder salir nuevamente, mientras que otros, avanzaban desquiciados hacía la casa.

Clara usó el cuchillo de cortina para cortar las correas de las persianas y éstas cayeron pesadas, bloqueando las puertas de vidrio.

- Milton, Hugo. - Repetía mientras recorría los ambientes, habiendo revisado previamente la puerta de calle - que estaba cerrada - subió a través de las escaleras y de ahí al ático, levantando la escalera detrás de ella.

Pocos minutos después, escuchó a los infectados dentro de la casa, tirando todo, soltando alaridos y un estruendo le hizo sobresaltarse y seguido a eso, escuchó unos pesados pasos en la planta inferior, e incluso subió por las escaleras, pero no podía ver y entonces se quedó en un rincón, abrazada a sus rodillas y controlando su respiración, hasta que se quedó dormida.

Día 63

Despertó sudada y entumecida, gateó por el ático hasta una pequeña ventanita que abrió sin dificultades y por la cuál vio que podría salir al techo de tejas de la casa.

En la calle, algunos infectados estaban inmóviles, como desconectados, mientras que otros se movían lentos y sin un rumbo específico.

No tenía manera de saber si habían o no infectados en la casa, así que decidió revisar las cajas amontonadas, en busca de algo de utilidad.

Encontró varias revistas y VHS pornos, adornos de Navidad, Halloween y el día de la independencia. Se dejó caer sobre su trasero y quedó sentada, mirando otro montón de cajas, la mayoría con viejos libros contables y papeles.

Comenzó a tener hambre, pasadas las diecinueve horas, pues generalmente la señora Garrido solía bajar con comida y ella ahora, llevaba más de veinticuatro horas sin probar bocado y su estómago le dolía, así que se acostó en el piso sucio, hasta que se durmió.

Día 64

Despertó pasada la media noche, su teléfono celular - El que usaba mucho como reloj - se había quedado sin batería hacía varias horas.

Se asomó a la ventana y la abrió con mucho cuidado, sacando uno de sus pies al exterior. Estaba descalza, de ese modo, tenía la impresión de tener menos probabilidades de resbalar en las tejas. Habían solo dos ventanas a las cuales podía acceder desde el tejado, una daba al cuarto de baño y otra a una habitación infantil, que fue por la cuál se coló a la casa.

Sin hacer ruido, abrió la puerta y armada con su cuchillo avanzó por los corredores, revisando los ambientes vacíos, sin embargo, antes de bajar por las escaleras, pudo ver a los pies de la misma, a un infectado perdido.

- Maldición. - Pensó y regresó sobre sus pasos, colándose al interior de la alcoba principal, trabajando el seguro desde dentro y en silencio.

Se tumbó en la cama y su cuerpo se rindió al estrés.

Escuchó unos gritos, seguidos de varios disparos y corrió a la ventana de la alcoba, esperando dar con el rescate, pero en lugar de eso, vio a un grupo de hombres avanzando por las calles, mientras hacían con sus cuerpos y el fuego de los rifles hacías un perímetro al rededor de una muchacha que protegían con sus vidas.

Clara estuvo a punto de llamarles en un grito, cuando vió a un puñado de infectados, salir del interior de la casa, a medida que los hombres disparaban.

- Un gritón. - Anunció uno de ellos, cuando disparaba hacía el final de la calle, aunque no pudo evitar que el Aullador advirtiera a más infectados, que comenzaron a saltar desde las ventanas de las casas vecinas, saliendo muchos desde el interior del MiniMarket.

Zombid 19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora