Capítulo 1

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Silencio. Todo oscuro. El calor de la manta y el blando colchón la trasladan a un mundo de relajación. Podría estar así eternamente. Y entonces,suena el despertador. Christina Perry canta Humaine, como modo de depertador. La joven se gira e ignora la canción. Y entonces llega el momento fulgurante. La canción llega a la parte en la que la cantante canta más alto.

-Jo...-Bosteza- der...

Entonces se incorpora y palpa en la oscuridad hasta hayar el móvil. Pulsa el botón DESCARTAR.

Se levanta y sube la persiana. Abre la ventana, desengancha las contras y las empuja. Una brisa fría de invierno le da en la cara y le alborota el pelo. El frío le llega a los huesos, pero le gusta esa sensación.

Se da la vuelta y decide ducharse.

El agua calienta le corre por el cuerpo, relajándola. No sabe cuanto tiempo a pasado desde que entró, pero no le importa.

Petan a la puerta.

-¿Si?

-Clar... son las ocho y media. Llevas una hora en la ducha.

-¿Qué?- Grita la joven.

Sale de la ducha y se cubre con la toalla. Abre la puerta y sale corriendo, descalza, entre una gran nube de vapor.

Entra en su cuarto y se viste lo primero que ve: unos vaqueros pitillo azules oscuros, una camiseta corta y una sudadera. Se calza unos converses y baja volando las escaleras. Entra en la cocina y pilla una tostada de la tostadora.

-¡Eh!- grita Lucía.

-Esque...-mastica- llego... tarde.

-¡Mamá!-Grita la niña de nueve años dispuesta a quejarse, pero Clar ya está fuera de casa, corriendo hacia su moto.

Los pies corrían y la mochila botaba en su espalda, con los libros hacia todos los lados.

Entonces, el gran perro peludo, mojado y lleno de barro se le puso delante. Se sentó y empezó a mover la cola, mirando a la chica.

-Estúpido perro. ¿Te está haciendo mucha gracia eh?

El perro ladró.

Clar metió la mano lentamente en el bolsillo y sacó el último cacho de tostada. Lo tiró lejos y el perro corrió hacia él. Lo alcanzó y se lo tragó mientras Clar corría hacia su moto. El perro giró y corrió hacia la chica de nuevo, pero esta tiró una pelota roja el doble de lejos que el cacho de pan, mientras cruzaba los dedos. El perro saltó, pero no alcanzó la pelota y salió corriendo tras ella.

-¡Toma!

Subió a la moto y se puso el casco. Arrancó y se fue por la carretera, pero no con el destino final Instituto

Los portadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora