⬞ Suerte

1.4K 119 17
                                    

Angts¡!

Tengen Uzui un hombre alto y de buen porte, con el cabello largo y blanco como la nieve, de ojos magenta, y ademas un empresario en pleno auge, que ascendía más y más, casado con el l encantador y dulce Agatsuma Zenitsu, ambos envidiados por la ma...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tengen Uzui un hombre alto y de buen porte, con el cabello largo y blanco como la nieve, de ojos magenta, y ademas un empresario en pleno auge, que ascendía más y más, casado con el l encantador y dulce Agatsuma Zenitsu, ambos envidiados por la mayoría, vida perfecta y relación perfecta.

Y en efecto, ambos se amaban más que a nada en el mundo, eran el todo del otro.

Pero, la suerte se acaba, porque es limitada, y si durante una gran parte de tu vida fuiste de suerte, al final de esta tal vez, ya no quede nada.

Uzui era alguien que había llegado a la fama y riqueza muy rápido, se había convertido en alguien poderoso demasiado joven e inexperto, llegó a hacer muchas de cosas bien, ganando millones en el proceso.

Pero, la suerte se acaba y toda esas cosas que hizo bien, se vinieron en su contra.

Todo había comenzado con su vista tornándose extraña y borrosa, ¿como era esto posible?, el tenía una vista perfecta, su doctor siempre le había halagado por esto.

Bueno, un tumor había sido la causa de su pérdida permanente de visión, de acuerdo, ahora todo era negro lo que podía ver.

Pero no solo eso, aquellos negocios que había hecho, se vinieron abajo con deudas de millones.

¿Y qué quedaba?, bueno, su amado Zenitsu permanecía a su lado siempre tomando su mano.

En aquella cabaña alejada de los disturbios de la ciudad recibía la joven pareja.

El albino permanecía sentado en el porche del hogar, dejando que la suave brisa de la tarde meciera sus largos cabellos.

Y a su lado, el rubio le miraba con amor y en silencio.

— Uzui — llamó sentándose en el regazo de su amado.

— Dime, Zen — respondió intentando visualizar aquellos suaves y rosados labios, aquellos grandes ojos dorados que reflejaban la infinidad del cielo estrellado.

Sin decir alguna palabra el de cabellos rubios le besó, un beso arrebatado y desenfrenado, como si estuviese sediento de su amado, con sus labios bailando una danza que conocían perfectamente de memoria, y explorando hasta el último lugar de sus bocas, como si fuese la ultimas vez que se fuesen a encontrar.

Y al separarse por aquella molesta falta de aire, jadeante el de ojos magenta sonrió.

— Tenías tiempo sin besarme así, Zen — hablo con cariño y el contrarío no respondió.

— Iré por vino, para beber — musito levantándose del regazo de su esposo y entrando a la cabaña.

Al entrar vio aquellas maletas que yacían en la sala desde hacía ya mucho tiempo, pero esta vez las tomó y salió por aquel portal.

Y observó con con el corazón destrozado al hombre que amaba mirar todo y a la vez nada, evitando hacer cualquier tipo de ruido, contemplo un poco más el tranquilo perfil del hombre, con aquella expresión tan personalísima de el, tranquila y en paz, con sus ojos mirando a la nada y su boca con una diminuta curvatura hacia abajo, casi, triste.

Y a sabiendas de que nuevamente se arrepentiría si le miraba más, cerró los ojos y se giró.

Pero esta vez no volvió a voltear y se marchó.

— Adiós, mi amado Zenitsu.

❮uzuzen❯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora