Capítulo X

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-Yoongi

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-Yoongi... Nigooy... - murmuró el general -. No cabe ninguna duda, es el mismo que en otro tiempo se llamó Conde Min Ygnooi. Querido Jimin, márchese inmediatamente de esta tierra maldita. Creo que no verá nunca más a Yoongi.

Mientras el general pronunciaba estas palabras, entró en la capilla uno de los
hombres más extraños que he visto en mi vida. Era alto, delgado, muy cargado de
hombros y vestía de negro. Tenía la tez morena y surcada de cicatrices. Llevaba un sombrero pasado de moda, adornado con una enorme pluma. Sus cabellos largos y grasientos caían sobre su espalda. Andaba lentamente, arrastrando los pies. Usaba anteojos con montura de oro y su mirada se fijaba alternativamente en el techo de la capilla y en el pavimento. Sus largos y delgados brazos oscilaban continuamente, como el péndulo de un reloj.

¡Éste es mi hombre! - gritó el general al verlo, precipitándose a su encuentro con
manifiesta alegría-. ¡Mi querido barón Kim Namjoon! ¡Cuánto me alegra verle! No esperaba encontrarle tan pronto.

Llamó con un gesto a mi padre, que, entretanto, había regresado de su exploración, y le presentó a aquel extraño personaje, llamándole barón. Inmediatamente, los tres hombres se enfrascaron en una animada conversación. El desconocido sacó de su bolsillo un raído plano y lo extendió sobre el granito rosado de una tumba. Con un lápiz, empezó a trazar líneas de un extremo a otro del plano, consultando con la vista determinados lugares de la capilla, lo cual me hizo suponer que se trataba de un plano del edificio en que nos hallábamos.

También consultaba a menudo un cuaderno de notas sucio y amarillento, cuyas páginas estaban llenas de una apretada escritura. Los tres hombres acabaron por dirigirse hacia el lado opuesto a aquel en que yo me encontraba y luego empezaron a medir la distancia en pasos entre las tumbas. Finalmente, se detuvieron ante el muro y lo examinaron atentamente, levantando la hiedra que lo cubría en aquel lugar. No tardaron en descubrir una lápida de mármol, sobre la cual aparecían esculpidas unas letras.

Ayudados por el leñador, que había regresado en busca de su hacha, arrastraron hasta un lugar iluminado la enorme lápida. Se trataba, en efecto, del sepulcro del Conde Min Nigooy. El general alzó las manos al cielo en silenciosa acción de gracias.

- Mañana - oí que decía - vendrá el Comisario. Actuaremos de acuerdo con los
preceptos legales. Luego, encarándose con el sujeto de los lentes con montura de oro, le estrechó calurosamente las manos.
- ¿Cómo puedo agradecerle su ayuda, barón? ¿Cómo podríamos expresarle
nuestra gratitud? Ha librado usted a esta comarca de una horrible plaga. Gracias a usted, hemos podido localizar al más odioso de Ios monstruos.

Mi padre se acercó a mí y me abrazó y besó repetidas veces. - Ya es hora de que regresemos a casa - dijo. Sus palabras sonaron a mis oídos como música celestial, pues nunca me había sentido tan cansado como en aquel momento.

Una vez en el castillo, mi satisfacción se trocó en espanto al descubrir que no había noticias de Yoongi. No me dieron ninguna explicación acerca de lo que había ocurrido en las ruinas del castillo, y era evidente que mi padre prefería, por el momento, conservar el secreto. La ausencia de Yoongi, que en aquellas circunstancias resultaba de lo más siniestro, me tenía en vilo. Y mi inquietud aumentó con los preparativos que se hicieron para pasar aquella noche. Dos sirvientas, además del caballero Kim,
se quedaron en mi habitación, en tanto que mi padre y uno de los criados montaban guardia ante la puerta.

|El conde Min Yoongi| •MYG & PJM•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora