Capítulo IX

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¡Cuál no sería mi emoción al oír describir los síntomas que yo mismo había experimentado! Especialmente, después de haber oído la descripción de las costumbres y características de nuestro hermoso invitado, Yoongi.

Habíamos llegado al término de nuestro viaje. Ante nosotros se extendían las ruinas de un pueblo, entre gigantescos árboles.
Descendimos en silencio del carruaje; todos estábamos absortos en nuestros pensamientos. Subimos una empinada cuesta y nos encontramos ante el castillo
de los Min.

- He aquí su palacio - dijo el general -. Era una estirpe malvada. Resulta difícil creer que incluso después de muertos puedan seguir infectando a la humanidad con su horrible concupiscencia. Miren: allí está la capilla.

Señaló un edificio de estilo gótico escondido entre el follaje. - Oigo el hacha de un leñador muy cerca de aquí - continuó -. Quizá pueda facilitarnos la información que buscamos y señalarnos la tumba de Nigooy, conde de los Min. A veces, estos aldeanos conservan el recuerdo de las
tradiciones locales acerca de las grandes familias.

- En casa tengo un retrato del Conde Min Nigooy - dijo mi padre -. ¿Le gustaría verlo?

- Desde luego. Pero tenemos tiempo de sobra - respondió el general -. Creo haber
visto el original, y espero convencerme después de explorar la capilla.

- ¡Cómo! - exclamó mi padre -. ¿Pretende haber visto al Conde Min Nigooy? Pero,
¡si hace más de un siglo que murió!

- No está tan muerto como la gente cree - replicó el general. Cuando pasábamos por debajo del arco que daba acceso a la capilla gótica en ruinas, añadió: - En los pocos años que me quedan de vida sólo deseo tener ocasión de una cosa: vengarme. Y, afortunadamente, la venganza puede realizarse aún por medio de un brazo mortal.

- ¿De qué venganza está hablando? - preguntó mi padre, cada vez más
asombrado.

- Quiero cortar la cabeza del monstruo -respondió el general en un acceso de cólera, golpeando el suelo con el pie y alzando sus manos como si empuñara un
hacha invisible y la blandiera ferozmente en el aire.

- ¡Qué es lo que dice! - gritó mi padre.

- Le cortaré la cabeza con un hacha, con una hoz, con cualquier herramienta que
pueda servir para rebanarle el cuello a un criminal ¡Mirad! - gritó, temblando de rabia -. Esta madera servirá de cepo. Veo que su hijo está cansado, déjelo reposar.

Me dejé caer sobre un bloque de madera medio oculto entre los hierbajos que salían por entre las losas del pavimento de la capilla. Entretanto, el general llamó al leñador que estaba podando las ramas secas de los árboles, muy cerca de allí. Se nos acercó un viejo fornido, que llevaba un hacha en la mano, pero resultó que no sabía nada acerca de aquellas ruinas. Sin embargo, nos informó que conocía a un guarda forestal que vivía a unas leguas de distancia y que podría hablarnos de todas y cada una de las piedras de la capilla.

- ¿Hace mucho tiempo que trabaja usted en este bosque? - le preguntó mi padre.

- Hasta hace poco tiempo he sido leñador a las órdenes del guarda forestal. Mi padre, mi abuelo y toda mi familia, durante generaciones, hemos tenido el mismo
oficio. Podría mostrarles las casas en que vivieron mis antepasados.

- ¿Por qué quedó deshabitado el pueblo?

- Porque recibía la visita de los espectros. Parece ser que los persiguieron hasta sus tumbas, exhumaron los cadáveres con los medios acostumbrados y fueron destruidos en la forma habitual: decapitados, traspasados con un palo y quemados. Sin embargo, muchos aldeanos habían perdido la vida. A pesar de todos los esfuerzos que se hicieron, a pesar de abrir tantas tumbas y de privar a tantos vampiros de su horrible existencia, el pueblo no quedó totalmente libre de la influencia diabólica. Pero un noble moravo, que vino a estudiar esta parte del país, oyó hablar de estos hechos y, siendo experto en la materia como otros muchos compatriotas suyos, se ofreció para librar al pueblo de aquella obsesión.

|El conde Min Yoongi| •MYG & PJM•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora