Sacrificio

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Draco no durmió bien. Niles estaba furioso por ser metido en un bolsillo oscuro, e insistió en lanzar púas en dirección a Draco durante toda la noche. Despertó con no menos de diez púas enterradas en su pelo y tres en su oreja.

Se aseguró de darle a su mascota un par de tentáculos más de anguila para su desayuno, y para cuando terminó su primera taza de café, el pequeño Knarl estaba de vuelta para cavar en varias macetas, esparciendo felizmente la suciedad en su piso previamente limpio.

No importa, se dijo Draco a sí mismo mientras entraba en la sala de estar y se acomodaba en el sofá. Finalmente era el fin de semana, y no tenía nada que hacer más que deprimirse en su sofá y escuchar a Niles destrozar algunas plantas más.

Justo cuando se estaba acomodando en las almohadas y mantas, el fuego en su Red Flú estalló.

— ¿Draco?

— ¿Potter? —Draco respondió mientras el imbécil asomaba la cabeza por la rejilla— ¿Cómo diablos conseguiste mi número de Flú?

Potter sonrió.

—Tengo mis modos. ¿Puedo pasar?

—Eh... —Draco miró alrededor del piso, lamentando de repente su decisión de no ponerse a correr y limpiar el sucio desorden de su cocina— Cinco minutos, ¿de acuerdo?

Potter sonrió de nuevo y desapareció entre las llamas.

En un instante, Draco se lanzó del sofá, moviendo su varita de un lado a otro para ordenar el espacio. Corrió a su habitación y se puso un par de pantalones ajustados y una camisa limpia, y rápidamente hechizó su pelo en su compostura normalmente elegante.

El fuego rugió de nuevo, y el cuerpo de Potter se arrastró fuera de las llamas. Escudriñó la sala de estar de Draco, observando la decoración, el pequeño sofá verde empujado contra la pared, un estante en la esquina rebosante de cajas y libros y artefactos, las únicas cosas de sus padres que se le permitía conservar.

—Bonito piso. —dijo, poniéndose cómodo en el sofá.

Draco levantó las cejas. No era casi nada comparado con el lugar donde creció. Pero era suyo, todo suyo.

— ¿Té? —preguntó con indecisión, evitando la verdadera pregunta en la punta de la lengua.

¿Por qué estás aquí?

—Por favor. —respondió Harry, extendiendo su brazo en la parte de atrás del sofá, sintiéndose como en casa.

Draco se dirigió a la cocina y puso al vapor dos tazas con la punta de su varita, viendo cómo el agua clara se convertía en un rico ámbar.

Para cuando regresó a la sala, Potter había puesto una manta sobre su regazo; para sorpresa de Draco, tenía un pequeño bulto en sus brazos.

— ¿Niles? —Draco dijo, desconcertado. El Knarl estaba acurrucado en el regazo de Potter, y Potter lo estaba acariciando.

—Es una cosita tan adorable, ¿verdad? —Potter preguntó, sin quitarle los ojos de encima a la espinosa mascota de Draco.

—Nunca —Draco sacudió la cabeza—. Nunca es así. —colocó las tazas en la pequeña mesa y se instaló junto a Potter en el sofá, mirando incrédulo a su regazo y al bulto de suavidad que allí yacía. Como si fuera una señal, Niles sacó su larga lengua rosada y lamió amorosamente las yemas de los dedos de Potter.

—Creo que le gusto. —Potter se rio.

—Tú recibes besos mientras que yo sólo recibo púas en el pelo.

Todo Que Perder [ Drarry ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora