Capítulo 7

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Capítulo 7

Hacía ya un buen rato que Madara había salido de su alcoba, y yo sinceramente me negaba a salir de aquel lugar que parecía un refugio momentáneo. Empecé a dar vueltas alrededor, sus habitaciones en esencia eran parecidas a las mías, pero parecían menos espaciosas debido a la cantidad de libros y papiros sueltos acomodados perfectamente sobre pequeñas mesas distribuidas perfectamente. Al fondo de la habitación podía visualizarse el perchero que sostenía la armadura de Madara. Era sorprendente cómo a pesar de que una cortina de eslabones de oro separaban la habitación del lecho, se veía que era inmensa como su portador. ¿Pues qué diablos les daban de comer a los niños reyes egipcios?

Y tal vez era por la ubicación de aquella sección que parecía casi carecer de sol o por el color rojizo que adornaba las paredes, pero aquella habitación de cierta forma parecía sumergir a cualquiera en una especie de trance misterioso, como si te hipnotizara... Tonterías, es mejor que regreses a tu alcoba dijo mi voz interna.

Salí lentamente de aquel lugar y caminé directamente hacia mis habitaciones sin detenerme, quería evitar a cualquiera que pudiera haber sido testigo de mi bochornoso berrinche. Yo era la próxima reina de Egipto y no debía permitirme explotar de esa manera, formaba parte de mi educación como princesa babilónica, yo era el orgullo de mi padre y no lo avergonzaría así.

Afortunadamente cuando entré no había nadie, ni siquiera Karui se veía alrededor, por lo que, después de atrancar las puertas, decidí arrancarme todo lo que llevaba puesto y dirigirme hacia mi lavatorio sin pensármelo dos veces. En serio necesitaba calmarme y el agua fresca en ese momento era mi mejor opción. Me hundí por completo en aquellas aguas cristalinas, intentando apartarme del mundo al menos un segundo... Por un momento recordé los baños que me daba con mis damas de compañía en los ríos de Babilonia, de verdad añoraba tanto esas épocas que ahora parecían tan lejanas.

Me erguí para tomar aire en el momento en que la tranca que había recargado contra las puertas cayó estruendosamente dándome un susto de muerte y justo en el momento en que me di la vuelta vi a Indra y a Madara de pie en mi habitación paralizados. Fruncí el ceño, sabía que más tarde la vergüenza me impediría ver a mi cuñado, pero en ese momento la ira contra Indra volvió a brotar en mi interior y era mucho más grande que mi bochorno por estar totalmente desnuda frente a mi casto esposo y su hermano, el cual parecía querer enterrar la cabeza en la tierra pero seguía estático como uno de esos colosos que adornan los templos de este país.

-Agradecería profundamente que por lo menos se me permita tener un baño en paz y armonía, queridos herederos de Egipto, así que si no les importa retomaré mi lavado- siseé con despotismo, para luego darme la vuelta, tomar una de las vasijas cercanas y con ella dejar escurrir agua sobre mi cabello y mis hombros.

Me negaba a enfrentar los ojos de Indra, no me había atrevido a ver esos ojos rojos ni una sola vez desde que lo vi dentro de la habitación, no quería ver su preciosa cara. Pude escuchar un fuerte portazo y casi respiré tranquila creyéndome sola en mis habitaciones, cuando para mi sorpresa unos pasos caminaron hasta mi lavatorio.

-¿Me puedes decir qué demonios pasó?- su voz, usualmente fría y lejana, por primera vez sonaba diferente, contenida y definitivamente peligrosa. Pero debo haber perdido la razón porque me sonó como un gruñido salvaje el cual me erizó la piel.

Sin mirarlo a los ojos, proseguí lavando mi cuerpo, concentrándome en mis brazos y después en mis senos. Me negaba a dejar que él se diera cuenta de lo nerviosa que me ponía.

-¿Es ese el tono con el cuál le hablas a tu reina?- respondí con la mayor frialdad que pude impregnarle a mi voz.

-Sakuratra, mírame- gruñó esta vez en serio y algo dentro de mí simplemente no pudo desobedecer.

Giré mi rostro lentamente y con la mirada recorrí su apuesto rostro hasta llegar a sus ojos, aunque más que ojos que casi parecían dos llamaradas. De hecho, estoy segura que el fuego que ahora me recorría la piel era casi real debido a esos ojos que se posaban sobre mí, el palpitar de mi corazón se desbocó y simplemente guardé silencio. ¿Qué carajos me pasa?

-Creo que soy yo la que debería estar alterada después de lo que presenc...- intenté recomponer mi furia.

-¿Por qué carajos te muestras desnuda ante Madara?

Aquello me descolocó totalmente, no era precisamente el reproche que esperaba.

-Es un hombre, y no sólo eso, es mi hermano. Deberías ser más prudente, ahora eres mi esposa y no quiero compart...- gruñó pero no terminó aquello que iba a decir, parecía no encontrar las palabras.

Y yo estaba atónita, era la primera vez que decía tantas palabras en mi presencia, y no sólo eso, despotricando furioso; casi podía ver un aura roja a su alrededor. Pero fue en ese momento donde yo recordé el motivo de mi furia y del causante de todo aquello así que sin pensármelo dos veces arrojé agua a su rostro para callarlo, cosa que indudablemente funcionó.

-No estás en posición de reclamarme absolutamente nada cuando tú coqueteaste desvergonzadamente frente a mí con la concubina de Sasukemon- me puse de pie una vez más, mi desnudez una vez más lo dejó sin habla porque parecía a punto de replicarme algo pero no salió palabra alguna de su boca- Entiendo que odies este matrimonio, yo no estoy aquí precisamente porque te ame, pero sí amo a mi pueblo, amo a mi padre y necesito de ti para poder protegerlos. Y tú, tú me necesitas para poder tomar la corona y para asegurar el futuro de Egipto con un hijo, en este matrimonio ambos necesitamos algo del otro. No estamos aquí por amor, lo entiendo perfectamente, pero ¿podrías al menos respetarme? Soy TU reina, TU esposa, aunque no te guste.

Las palabras brotaban solas de mi boca, sin filtros, sabía que debía callarme pero mi fiero espíritu y la valentía momentánea me decían que probablemente no tendría otra oportunidad como esta para decirle las cosas directamente.

-Bastante tengo que soportar con tragarme mi orgullo, sé que te niegas a tocarme, pero te pido que no acudas a la concubina con la que se acuesta tu hermano para complacer tu deseo. No cuando nos acabamos de casar...- un nudo se atoró en mi garganta y me impidió seguir mi discurso. Listo, había perdido y ahora estaba por llorar desnuda frente al hombre que me despreciaba. Vaya reina soy.

Cerré los ojos mientras intentaba recomponerme, cuando los abrí que él me tendía una manta mientras miraba en dirección a la puerta. Se la arranqué de las manos y me cubrí con ella mientras pasaba rápidamente por su lado, parecía querer decirme algo puesto que no se marchaba aunque se negaba a girarse en mi dirección.

-¿Qué quieres?- pregunté en voz baja.

Se giró lentamente hacia mí, comprobando que la manta aún cubría mi cuerpo, y me dio la cara finalmente.

-Quería explicarte lo que sucedió. Yo no tengo amantes, mucho menos tomaría a la mujer de mi hermano.

Lo miré fijamente, si él esperaba una respuesta por mi parte no la tendría. Suspiró pesadamente y nuevamente desvió la mirada pero esta vez hacia el balcón, perdiéndose en algún punto del horizote.

-Inoksomún está embarazada.- ¿Qué- Ya hablé con Madara al respecto, no estamos seguros sobre qué hacer, al menos no mientras Sasukemon no esté aquí.

Los rubíes que adornaban sus cuencas oculares se posaron una vez más sobre mí, o lo que quedaba de mí en ese momento: un cuerpo inerte incapaz de responder. Un dolor distinto atravesó mi pecho, Sasukemón sería padre...

-¿Cómo lo supiste?- la voz parecía salir de mi boca aunque no estaba segura.

-Somos dioses, Sakuratra, simplemente lo sabemos.

Me di la vuelta y caminé hacia el lecho detrás de mí, arrojé la manta a algún lugar del suelo y me deslicé con mi desnudez debajo de las sábanas de seda, sentía que estaba por romperme.

-¿Qué suced...?- inquirió.

-Vete

-¿Qué?

-Vete

No escuché nada más, pero escuché las puertas cerrarse una vez que él salió como se lo pedí. En ese momento, me sentí más sola que nunca. 

Dioses del Nilo -  Fanfic - IndraSakuWhere stories live. Discover now