SEIS; Casa abandonada.

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Sexto día: Lluvia

 

 
 


 

    Sinceramente, estaba cansado, quería tan solo recostarse en su cómoda cama en su departamento, tomar de su café negro y su pastel de frutilla que siempre compraba en un café cercano, mientras leía algún libro o miraba la TV, pues eso es lo que usualmente hacia en su tiempo libre, relajarse y descansar, pues bueno, es poco usual los tiempos en donde puede complacerse a su mismo. No obstante...

    Agh...

    Su... Querido... Amigo rubio, de alguno u otra forma, había descubierto que ese día y al día siguiente, tenía libre, obligándolo, si, OBLIGÁNDOLO, A ÉL, SEIJURO, bueno, obligándolo a ir a su estúpida fiesta que organizó por quién sabe qué, al parecer, ¿Solo estaba aburrido de tener tantos contactos por todo Japón?

    Bueno, simplemente se podía negar a ir, pero si lo hacía, Kise, junto al molesto novio de Shintaro, no lo dejarían de molestar por ir, restregandole a la cara que siempre solo estaba en el trabajo.

    Por favor, su época de ir a fiestas ya pasó, está bien que aún esté en la universidad, que tenga veintidós años y que sea mucho más saludable que cualquier persona de su edad, pero, junto con la gran cantidad de trabajo que tiene que hacer, más proyectos por terminar y temas por estudiar, no era ir a una fiesta lo primero que se le venía a la cabeza. Más aún así, ahí estaba, en su motocicleta, conduciendo a toda velocidad a la dirección que el rubio le había mandado.

    El viento era fuerte y frío, chocaba descaradamente todo su cuerpo, colándose hasta dentro de su casco, ya estaba pensando en tirar todo alv y que su amigo se enoje. A Seijuro le gustaba el frío, más que el calor al menos, ¡Pero prefería disfrutarlo mientras bebé café amargo envuelto en sus sábanas!

    Ya se le vino unas inigualables ganas de estrangular a Kise.

    Ya había salido de la ciudad, si, porque así lo mostraba en la ubicación que le dieron, estaba bastante alejada de la civilización, lo que significaba que más escándalo, genial.

    Unos minutos después, al detenerse a un lado de la carretera y fijarse en su celular la ubicación, su seño se frunció y miró al rededor y otra vez a la pantalla de su celular, estaba en el lugar, más lo único que logró ver, fue una casa abandonada, de tres plantas, no había más luces que las que iluminaban el camino, que solo gracias a eso pudo divisar la construcción.

    Soltó un bufido cansino y dio la vuelta, no enojado del todo, pues ahora tendría una excusa por la cual no iba a ir a la fiesta. Más el destino no estaba de su lado. Al momento de que emprendió su camino, una gota calló sobre su muslo, seguida de otra sobre su mano, y así hasta que, en un parpadeo, ya estaba empapado por la torrencial lluvia, se maldijo por no ver el reporte del clima ese día y de no ir en su automóvil por su egoísmo de no querer tener que llevar a sus amigos borrachos a sus casas.

    Dio una vez más la vuelta, entrando rápidamente al garaje de aquella mansión demacrada, por ahora esperaría a que la lluvia parase, si eso no ocurría, llamaría a el chófer de su padre.

    Estacionó su motocicleta y rápidamente se dispuso a tirarle maldiciones al rubio, cada día respetaba y daba sus condolencias al novio de este por aguantarlo cada día.

    — Estar maldiciendolo no hará que la lluvia pare...

    Soltó un largo suspiro y caminó por el oscuro garaje, encendió la linterna de su móvil para no tropezar con nada hasta que llegó a donde en interruptor de luz, se rió de su propia curiosidad característica de los humanos cuando antes de tocarlo.

KNB Week 💦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora