El grito de los ángeles caídos.

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Un sonido suave y lastimoso que rasga el aire como si fuese una hoz de seda.

Un grito tan fuerte que rompe las barreras del tiempo, pero que solo puede ser escuchado por los dioses.

El viento los deja sin aliento en la caída y al tocar el suelo los volcanes hacen explosión y los mares rugen al compás de la tonada de un violín sucio y roto que toca un anciano con los dedos nudosos sentado en una silla de madera roída, dándole la bienvenida a nuestro infierno.

Como si fuese un niño naciendo, muriendo al nacer.

Y sólo puede quedarse quieto hecho un ovillo esperando a que el dolor de su espalda cese, que la cicatriz donde antes estaban sus alas cierre, que sus piernas no le fallen al ponerse de pie, pero él sabe que nunca volverá a ser lo que era antes.

Entonces llora lágrimas rojas y se arrodilla ante el cielo a elevar una oración que nunca llegará a su destino, clamando piedad.

Un pecado ha cometido y el precio hay que pagar, ha roto la regla principal, ha amado más de la cuenta a una mortal de cabellos rojizos, era su ángel guardián.

"Un ángel ha perdido sus alas." anuncia el anciano con sarcasmo mostrando su sonrisa sádica y desdentada.

De memorias olvidadas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora