Carta a una muerta

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No hubo ninguna orquesta ni palabras interrumpidas por lágrimas amargas, tampoco llegó la tía que camina con su mejor vestido y tacones altos, no llegó Kesha con sus inseparables botas de combate y mariposas el cabello, no llegó nadie, ni siquiera H. Tu padre, nunca quisiste decirme su nombre, entonces me acerque a ti, estabas tan pálida, tu cabello negro ya no brillaba, no pude ver tus grandes ojos marrones, estaban cerrados, me incline a tu rostro y te susurré.

"Haré que las estrellas formen tu nombre, y después caigan sobre cada persona que te conoció, pulverizándolas, haré un apocalipsis."

Y me fui de tu funeral, con el cabello en la frente y mis ojos azules sin lágrimas, como a ti te hubiese gustado, tocando la única tonada que me sabía en mi viejo violín.

Hasta que esto acabe, Sof.

De memorias olvidadas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora